Los odiadores seriales, los amigos del Presidente y dos ausencias en el festejo patrio

Los odiadores seriales, los amigos del Presidente y dos ausencias en el festejo patrio

Las lecturas políticas que dejó el discurso de Alberto Fernández.

FOTO: COMUNICACIÓN PÚBLICA FOTO: COMUNICACIÓN PÚBLICA

“Vine acá para terminar con los odiadores seriales. No vengo a Instalar un discurso único. Sé que hay diversidad, y la celebro y la propicio, lo que necesito es que sea llevada con responsabilidad”. Esa fue una de las frases principales del Presidente de la Nación. Un mensaje que fue dirigido hacia sectores de la oposición y otros críticos del gobierno. No obstante, no puede dejar de ser escuchado por la otra vereda, la misma que transita el propio Alberto Fernández

Con todos los gobernadores presentes (en modo virtual) y con representante de las fuerzas productivas del país, utilizó un verbo que trasunta humildad, pero también una preocupación: necesito. El uso de ese vocablo podría tener dos interpretaciones. Por un lado no puedo solo con este profundo quiebre que lleva al odio a pronunciarse de diferentes modos o “termínenla de una vez y asuman que ustedes también echan leña al fuego”. Cualquiera de las dos cabe ser aprovechada en un 9 de Julio, que por más aislado y virtual, cambie el ánimo de la sociedad y abre instancias de diálogo y de reflexión.

Fue imposible que el Presidente evitara que la covid-19 no fuera a los festejos patrios. Es más, no sólo estuvo en boca de Alberto Fernández, sino en cada uno de los referentes que hablaron en la fecha patria. Y, el mandatario nacional la aprovechó para pasar un mensaje o responder a críticas: “todos los gobernadores estuvieron de acuerdo en que había que preservar la salud y la vida de la gente antes que nada”. Tuvo la prudencia de que no se le escaparan exabruptos, como otras veces, ni incluir en la discusión la palabra economía, que ahora se lleva tan mal con cuarentena.

Al comienzo de su intervención, el Presidente tuvo el cuidado de mencionar a cada uno de los invitados a este ceremonia patria. Desde la mirada externa se podría decir que estuvieron los que comparten y los que no comparten la política de su gestión. Pero por las dudas, él mismo se ocupó de dejar en claro quiénes son los amigos y quiénes no, y entre los pocos a los que subrayó estaban Horacio Rodríguez Larreta y Juan Manzur, quien le tendió una alfombra roja en su discurso preliminar.

Han pasado tantos años de esta celebración y ha tenido una gran diversidad de usos y aprovechamientos el festejo patrio que es difícil definir el foco de esta fecha. Tal vez es ineludible que se le rinde un homenaje a los patriotas que finalmente declararon la independencia. Por eso, Fernández no esquivó esa instancia y destacó “el coraje de esos hombres enormes”, y pidió que ese mismo coraje hoy llene el alma de los argentinos, y no la angustia. Y, antes de plantear la necesidad de la solidaridad para afrontar lo que se viene recordó que sólo llevaba siete meses de gestión, y que cada argentino “era artífice de su propio destino”.

Por las dudas, no hizo referencias a los problemas económicos ni la crisis que recibió. De eso se había ocupado su “amigo Manzur”, que le sirvió en bandeja las críticas al gobierno anterior.

Antes de despedirse se preocupó de que el mensaje federalista hubiera llegado y planteó que este 9 de Julio nacía otra Argentina.

En ese acto brilló por su ausencia Cristina Fernández de Kirchner, su mentora presidencial. El faltazo no pasó inadvertido para nadie y abrió, como siempre en el terreno de las especulaciones, cuál es el verdadero rol de la dupla presidencial y quién es verdaderamente el que tiene la última palabra.

Tal vez en un encuentro del 9 de Julio donde la alegría, la unión, la reflexión y el encuentro son las palabras mágicas que dominan los momentos no sea la fecha adecuada para la autocrítica o para repasar los problemas que aquejan a la Nación. Sin embargo, no pasan inadvertidos ni tampoco aquellos vocablos pueden borrarlos. Por eso también brilló por su ausencia la salida de la cárcel de Lázaro Báez que con su aureola de corrupción le pone nubarrones al sol que unió el festejo patrio y que emocionó con la voz inconfundible de Mercedes Sosa cantando el Himno Nacional.

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