Caso Nocturno: la acusación definió el rol de cada uno de los acusados

Caso Nocturno: la acusación definió el rol de cada uno de los acusados

Segunda parte.

JUICIO. Diéguez fue señalado como el máximo responsable; mientras que Epelbaum era acusado por un rol menor. la gaceta / fotoS DE franco vera (ARCHIVO) JUICIO. Diéguez fue señalado como el máximo responsable; mientras que Epelbaum era acusado por un rol menor. la gaceta / fotoS DE franco vera (ARCHIVO)

Todo comenzó en febrero de 2003, en la estación Terminal de Ómnibus. La Policía Federal detuvo a un DJ que venía a “pinchar discos” en nuestra provincia. Entre los vinilos se encontraron varias bochitas de cocaína. El detenido, cuyo nombre nunca trascendió, dijo primero que la droga para consumo personal. Y como nadie en la Justicia Federal le creyó, hizo un trato: ofreció contar algunos detalles para que se descubriera cómo era la ruta del éxtasis Buenos Aires-Tucumán. Esos datos, más la llamada anónima a los investigadores, fueron suficientes para que comenzara a armarse la polémica Causa Nocturno, como fue bautizada en la época.

La pesquisa, que estuvo cargada de agentes encubiertos, pinchaduras de teléfonos y versiones delatoras malintencionadas, llegó a su fin el 12 de octubre de 2004. Ese día, los federales detuvieron a una pareja que acababa de retirar una encomienda con 158 pastillas de éxtasis. Y a partir de ese momento, comenzaron a ser detenidas varias personas.


Ramón Díeguez (h)

Según la investigación, Ramón Diéguez (h) era el máximo responsable de la organización que se dedicaba a la venta de éxtasis en sus boliches. Al principio, no fue detenido, ya que el entonces juez federal Jorge Parache consideró que hacían falta más pruebas en su contra. Finalmente el empresario fue arrestado en junio de 2005 cuando salía de un boliche de la zona de El Abasto, pero liberado en septiembre de ese año. El magistrado advirtió que no había peligro de que se fugue.

El presunto organizador de la banda que distribuía droga en la provincia estuvo a disposición de la Justicia durante varios meses. Presentó certificados médicos, por lo que jamás estuvo detenido, sino que cumplió el arresto en centros médicos donde estuvo internado. Los fiscales federales Emilio Ferrer y Gustavo Gómez apelaron la decisión de Parache ante la Cámara Federal de Apelaciones, planteo que fue aceptado en mayo de 2006. Sin embargo, el acusado volvió a quedar en libertad al poco tiempo para continuar con tratamientos.

“No tengo nada que ver con esta causa. Desde muy joven estoy en el tema de los boliches, y sé que cuando hay drogas, el negocio no funciona. Además, los custodios de Nocturno tenían órdenes expresas de sacar del local a cualquiera que hubiera sido encontrado consumiendo estupefacientes”, sostuvo Diéguez durante el primer juicio que se realizó en su contra.


Gerardo Epelbaum

El socio de Diéguez, Gerardo Epelbaum, llegó al primer juicio acusado de haber tenido una participación menor en la organización, pero fue uno de los que más tiempo pasó detenido en el penal de Villa Urquiza. Quedó pegado al expediente por las escuchas telefónicas. Según los investigadores, él dio algunos detalles sobre las 158 pastillas que luego fueron secuestradas por la fuerza.

“No sé si las irregularidades cometidas durante la investigación darán pie a la nulidad del juicio, pero como ciudadano me da muchísimo miedo lo que pasó. Me aterra saber que ni los jueces que investigaron ni la Policía cuidan la Constitución”, afirmó Epelbaum en diálogo con LA GACETA.

Epelbaum fue detenido en octubre de 2004 en su casa de Yerba Buena. Él nunca negó la existencia del éxtasis, pero desmintió que se dedicara a la comercialización. “Sé que hubo un delito, porque se transportaron estupefacientes desde Buenos Aires a Tucumán. Pero yo no lo cometí. La investigación estuvo tan mal hecha que hubo seis personas que pusieron dinero para comprar esas 158 pastillas y sólo están imputadas dos de ellas. Y no lo digo yo: consta en el expediente un llamado en el que se dice: ‘a la plata la pusieron tal, tal y tal’. Pero no voy a dar los nombres; eso es trabajo de la Justicia”, detalló en el reportaje publicado en febrero de 2009.


Ariel Aquines Wartski

Riojano de origen, Ariel Aquines Wartski se desempeñaba como Dj de Nocturno. A él le secuestraron las 158 pastillas que dieron forma a la voluminosa causa. “Eran para consumo personal, ya que llegaba a ingerir más de 10 dosis por día en algunas ocasiones”, explicó durante una de las audiencias.

“Acá no había ninguna mafia; yo ni siquiera trabajaba en Nocturno en esa época. Están haciendo cualquier cosa”, señaló.

Wartski fue otro de los imputados que pasaron más tiempo detenidos por la causa en el penal de Villa Urquiza.


Gonzalo Farías

El empleado de Nocturno Gonzalo Farías quedó en la mira de la Justicia por ser el acusado de distribuir las pastillas de éxtasis en el boliche con la venia de sus propietarios. A cambio de recibir una pena menor, declaró como testigo arrepentido, pese a que nunca llegó a un acuerdo con el fiscal Emilio Ferrer.

“Es una droga denominada cara en el mercado. Y Nocturno siempre se caracterizó porque concurrían personas de ese estrato social”, sostuvo. Además, dijo que todo el merchandising que se distribuía hacía alusión indirecta a la circulación de esa droga dentro del local. “Las tenían un mensaje subliminal. Por ejemplo, se ponían imágenes de agua o determinados logos que pueden ser interpretados por ciertos individuos como un indicio de la presencia de éxtasis”, agregó en esos tormentosos días.

“Gerardo (Epelbaum) le dijo a un amigo en común que si quería éxtasis tenía que comprarle a (Ramón) Diéguez, porque él tenía las pastillas (...). Epelbaum ponía la plata y (Ariel) Aquines Wartski arreglaba el traslado (de la droga)”, declaró en medio del primer juicio.

Los otros acusados lo miraron atentamente durante la audiencia. Siempre sostuvieron que se trató de una estrategia defensiva que no le salió bien. “Él, que dijo que no tenía nada que ver, terminó siendo condenado por el tribunal. Y al que supuestamente lo acusó de ser el responsable, lo absolvieron”, indicó uno de los abogados.


Silvina Jorge

Fue otra de las figuras enigmáticas de la causa. Silvina Jorge fue detenida junto a su novio cuando salían del aeropuerto después de haber retirado las pastillas que les habían enviado en una encomienda. Al principio, la Justicia no dispuso su detención, ya que consideraban que no había evidencias. Sin embargo, con el correr de las semanas surgieron varias pruebas en su contra, por lo que se pidió su captura. Estuvo varios meses prófuga hasta que decidió entregarse.

Parache terminó procesándola por participación secundaria, por lo que en caso de haber sido juzgada y condenada habría recibido una sentencia menor a tres años de prisión, de ejecución condicional. Ante esto, su abogada, Cristina Grunauer de Falú, solicitó que se le aplicara la probation, que conlleva realizar trabajos no remunerados a favor del Estado. El fiscal de Cámara Alfredo Terraf analizó el pedido y estuvo de acuerdo.

Luego el expediente pasó a manos de los miembros del TOF, Gabriel Casas, Carlos Enrique Jiménez Montilla y Alicia Noli. Estos aceptaron lo solicitado y determinaron que Jorge debía prestar servicios en la Maternidad durante dos años y ocho meses. Según se informó, al cumplir con el trabajo que se le impuso, evitó ir al juicio oral con el resto del grupo y la imputación fue borrada de la planilla de antecedentes.


Pablo Silva

El estudiante universitario de la carrera de Farmacia Pablo Silva fue acusado de ser el productor y proveedor del éxtasis que recibían los imputados. Fue detenido en su residencia de Quilmes, provincia de Buenos Aires y trasladado a Tucumán.

“Mamadera” Farías lo incriminó diciendo que él producía en su casa la droga que luego se distribuía en Tucumán. Estuvo más de un año encerrado en el penal de Villa Urquiza. Al recuperar la libertad, regresó a Buenos Aires, realizó un tratamiento para recuperarse de las adicciones y continuó con sus estudios universitarios.


Otros imputados

Hubo al menos otras cuatro personas imputadas en la causa, pero con el correr del tiempo, la Justicia fue sobreseyéndolas por falta de méritos. Entre ellos aparecían una empleada de Epelbaum del centro de estética de su propiedad y varios diseñadores gráficos que trabajaban con Diéguez que habían creado tarjetas y pins en los cuales se habría encontrado publicidad encubierta para difundir el consumo de éxtasis.

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