Causa Nocturno, primera parte: éxtasis, golpe a la inocencia

Causa Nocturno, primera parte: éxtasis, golpe a la inocencia

Historias detrás de la historia.

Causa Nocturno, primera parte: éxtasis, golpe a la inocencia

Las causas de narcotráfico siempre son complejas. Descubrir los engranajes de una organización no es sencillo. Tampoco lo es sumar pruebas suficiente para que una investigación termine en condena. Pero en Tucumán hubo una pesquisa que hizo mucho ruido y que tardó 14 años en resolverse. Se trató de la llamada Causa Nocturno y que dejó al descubierto el tráfico de éxtasis en nuestra provincia. No fue un expediente más, sino que fue un hecho que aún tiene preguntas sin responder. Historias de traiciones, acomodos y homofobia. Fue una prueba más de que la Justicia, muchas veces, se toma demasiado tiempo para resolver el destino de los acusados.

El caso tuvo aristas que lo hicieron atractivo desde que se inició. Hablaba nada menos de lo que ocurría en la noche tucumana. Fue el récord de decomiso de una droga que recién comenzaba a ingresar en la provincia. Sus protagonistas eran empresarios y personajes de la noche muy conocidos de estas tierras. Y la base de operaciones era un boliche que estaba de moda y que después de este escándalo, nunca más volvió con sus encantos.

El movimiento “punchi-punchi” era muy incipiente en la provincia. Todos hablaban de que algo nuevo estaba sucediendo lejos de estas tierras. Los tucumanos que habían transitado por Europa lo descubrieron y luego lo vieron en lugares como Buenos Aires y Córdoba. Corrían los primeros años de 2000 y la fiebre por la música electrónica comenzaba a impactar en la juventud. En 2003, Ramón Diéguez -hijo de un importante empresario de la provincia- y Gerardo Epelbaum decidieron apostar a esa movida. En el corazón de Villa Alem abrió sus puertas Nocturno, el primer boliche del género en la provincia.

INOCENTE. Gerardo Epelbaum estuvo detenido casi dos años en el penal. la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso INOCENTE. Gerardo Epelbaum estuvo detenido casi dos años en el penal. la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso

Sus inicios fueron muy “under”. El local parecía cualquier cosa menos un boliche. Respetaba la estética de las fiestas electrónicas europeas. Instalaciones pobres -montadas en una fábrica abandonada- y mucho ritmo con dj’s del medio o foráneos. El “punchi-punchi” arrancaba tarde, pero nadie sabía cuándo ni cómo terminaría. Fue el puntapié de una movida que después tuvo otros nombres: Loca (en la zona del ex Abasto), Le Boite, Pollock y muchos otros.


“Un quiebre cultural”

El éxito de Nocturno siempre fue paradójico. La apertura de sus puertas comenzó alimentar una serie de rumores que podría haber significado un rotundo fracaso, pero en este caso acrecentó su fama. El consumo de drogas (especialmente éxtasis), los amores de una noche, y parejas manteniendo relaciones sexuales en los reservados, fueron algunas de las versiones que daban vuelta en el ambiente. Esos detalles, que podrían escandalizar a cualquiera, forman parte de la movida electrónica de todo el mundo.

Pedro Noli, en una crónica publicada en Tucumán Zeta, lo describió con ojos de neurocirujano. “Nocturno Club fue la meca de la música electrónica en Tucumán. Y fue más que eso. Inició el camino a lo que es hoy la pista de electrónica de Le Boite o de Pollock. Pero mientras boliches como estos se repiten en Córdoba, Rosario o Mendoza, las noches de Nocturno se repetían en Amsterdam, en suburbios de París o Buenos Aires. Con su música, sus drogas, sus dee jays y su libertad sexual, Nocturno fue un quiebre cultural. Fue un reducto under necesario para cambios sociales. Fue un pedazo de la movida del mundo que se había colado por estos lados, en Alsina 510. Nocturno fue la llegada de lo nuevo…”, escribió.


“Del country y de la villa”

Epelbaum, en una nota publicada por LA GACETA en febrero de 2009, también lo describió: “Se rumoreba que la gente tenía sexo grupal, que se ponía éxtasis en las latitas de gaseosa... Lo que pasa es que fue el primer boliche de música electrónica en Tucumán, y eso conlleva muchas cosas. Uno sabe cómo es el fenómeno del rumor. Sin dudas hicimos marketing sobre la base de eso: era el lugar under, donde no se discriminaba, donde iban tipos del country y de la villa, lindos y feos, altos y bajos. Así y todo éramos paz y amor”.

En Tucumán, cuando el río suena… “Alvin”, como es conocido en el mundo de la noche, fue uno de los jóvenes que concurría a Nocturno. “No era un boliche más. Tenía algunas cuestiones que lo hacían muy diferente al resto. En primer lugar, había sido montado en una especie de fábrica abandonada. Después, tenía un sistema de aspersión de agua que, en determinada hora, se abría y todos quedábamos mojados. Era durísimo en invierno. A las 9, cuando se abría la puerta, salíamos a los carritos de El Provincial a comer algo. Nos moríamos de frío, pero todo estaba bien”, relató.

También contó otros detalles sobre lo que pasaba allí. “Había unas habitaciones que tenían colchones. Algunos los usaban para charlar y otros para tener relaciones”, comentó. ¿Se vendían drogas? “Nunca observé nada, pero se decían muchas cosas. Por ejemplo, un vodka con una bebida energizante salía $5, pero si comprabas uno especial, tenía un valor de $50. Supuestamente allí venía el éxtasis”, explicó.

“No había nada extraño en lo que pasaba ahí. Todo tenía que ver con el movimiento de la música electrónica. No creo que ellos hayan vendido drogas, pero sí puede ser que cada cliente ingresaba con las pastillas y las consumía sin problemas. Si querías fumarte un ‘porro’ o aspirar algo estaba todo bien. Eso es muy diferente a las versiones de que se vendían drogas”, explicó Marcos Fernández, otro de los habitúes de Nocturno.


Vestidos de “chicos punchi”

Todo comenzó con la detención de un protagonista de la movida con bochitas de cocaína. Después, una llamada telefónica a la antigua sección Drogas Peligrosas de la Policía Federal. “En un boliche de música electrónica venden drogas”, explicó un denunciante anónimo en febrero de 2003. La disco en cuestión no era Nocturno, sino otra, que después ganaría espacios en el ambiente de la música electrónica. Ahí comenzó una larga investigación, cuya legalidad estuvo llena de dudas y cuestionamientos.

Durante semanas, los investigadores buscaron evidencias y trataron de identificar a los responsables. Se hicieron pasar por “chicos punchi” para conseguir teléfonos y sacar información. Una vez que lo hicieron, la pesquisa apuntó al boliche Nocturno. En total, según confiaron fuentes policiales y judiciales, fueron al menos 10 las personas sospechadas de integrar esta organización.

Los federales se presentaron ante el entonces juez federal Jorge Parache para explicarle los detalles del trabajo que venían desarrollando. “En un principio se mostró preocupado porque había muchas personas conocidas. Nos recomendó que la pesquisa debía ser perfecta, sin baches, para que luego no se presentaran problemas y cuestionamientos”, indicó uno de los investigadores, que ya está retirado de la fuerza.

Siguieron indagando hasta que lograron identificar a los sospechosos. Todos los señalados tenían algún tipo de vinculación con Nocturno. Los agentes dejaron el uniforme para ponerse remeras modernas y durante meses se pasearon por las peluquerías tratando de modelar sus cabellos para pasar desapercibidos en el boliche. Así lograron que el magistrado les permitiera intervenir los teléfonos de todos los que aparecían mencionados en el expediente. Durante meses los siguieron atentamente hasta que descubrieron que iba a llegar una importante cantidad de éxtasis.


Las capturas

Todo comenzó un viernes 12 de octubre en la ruta que conduce al aeropuerto Benjamín Matienzo. Por la tarde, el DJ riojano Ariel Aquines Wartski detenido con 158 pastillas de éxtasis. Horas después, en Buenos Aires, caería Pablo Silva, el supuesto proveedor de la droga. Los federales también se presentaron en el spa que Epelbaum tenía en Yerba Buena y lo arrestaron. Luego caerían Diéguez y Gonzalo “Mamadera” Farías. Habría más detenciones. Otros que estaban vinculados con los sospechosos, escaparían de la provincia para no volver más. Los rumores crecían.

Parecía una investigación firme, pero con el correr de los años se demostraría que fue una causa cargada de irregularidades que se estrelló contra ese enorme muro llamado injusticia.

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