El violador serial, parte I: aterrorizó a 11 barrios en tres ciudades tucumanas

El violador serial, parte I: aterrorizó a 11 barrios en tres ciudades tucumanas

Sucedió hace más de una década, cuando un joven desconocido generó terror en la provincia.

UNA APROXIMACIÓN. Uno de los primeros retratos que se hicieron sobre  el atacante que aterrorizaba a los tucumanos. UNA APROXIMACIÓN. Uno de los primeros retratos que se hicieron sobre el atacante que aterrorizaba a los tucumanos.

Los delitos sexuales siempre fueron considerados como los más aberrantes que se pueden cometer. La sociedad a veces puede permanecer impávida ante un robo o un crimen (sin importar cuál fuera su móvil), pero se espanta con un hecho de estas características. El clima social se agrava si las víctimas son niñas. Los casos se transforman en espeluznantes y movilizan a la gente. Y si se trata de un violador serial, rápidamente se genera un estado de psicosis generalizada. Y eso es lo que sucedió entre febrero de 2008 y septiembre de 2010 cuando un joven desconocido generó terror en 11 barrios de la capital y dos importantes ciudades como Banda del Río Salí y Yerba Buena. Un depredador sexual que se mantuvo impune durante más de dos años y que recibió una dura condena en el juicio que se realizó en su contra años después.

“Un sospechoso de haber abusado sexualmente de una nena de 11 años, también fue acusado de haber intentado atacar a por lo menos otras tres niñas de entre 7 y 10 años en el sur de la ciudad. Por estos casos, personal de cinco dependencias policiales y de la Dirección General de Investigaciones está tras los pasos del hombre, que tendría unos 30 años y que se moviliza en un ciclomotor, según se logró determinar. Se teme que se trate de un violador serial”, publicó LA GACETA el 29 de marzo de 2008. Fue la primera nota en la que se habló del depravado. Sus ataques ya generaban preocupación en todos lados.

El comisario Jesús Gómez, en ese tiempo jefe de la Unidad Regional Capital, confirmó que en todas las denuncias se describió al atacante como un hombre de tez oscura, pelo corto negro y de unos 30 años. “Es un cuadrante cerrado. Otro dato es que para tratar de convencer a las víctimas utilizó siempre la misma excusa”, explicó en la entrevista.

Susto y movilización

Hasta ahí todas fueron especulaciones y recomendaciones, pero pocos tomaron el tema en serio. Sin embargo, antes de que se cumpliera un mes de la revelación, el violador serial volvió a aparecer. “’Tengo miedo, tengo miedo’. El llanto de la pequeña María Emilia llamó la atención de los vecinos de calle French al 600. La nena de siete años había sido secuestrada ayer a la tarde por un sujeto en el barrio Alejandro Heredia, y más de tres horas después fue abandonada en San Cayetano. La criatura, afortunadamente sólo tenía un golpe leve en la cabeza. El hecho derivó en una impresionante movilización de policías, hasta que finalmente ubicaron a la niña”, se pudo leer en una crónica publicada en nuestro diario en abril de 2008.

Según los testimonios recogidos ese día, la nena estaba jugando con otras amiguitas cerca del canal Sur a las 16. “Se nos acercó un señor, que nos dijo que tenía dos bolsas de juguetes para darnos, y que necesitaba que uno de nosotros lo acompañara para buscarlas. Varios levantamos la mano, pero él le dijo a Emilia que fuera con él”, le contó Eugenia, de ocho años, a un periodista de LA GACETA. “Estábamos sentados y vimos al tipo que la bajaba de la bicicleta y se iba rápido. La nena estaba gritando. No podía dejar de llorar. Nos acercamos y ella decía que quería ver a su mamá. Nos asustamos y llamamos a la seccional 4ª”, relató Martina López, una vecina de San Cayetano en otra publicación del caso que, después de este hecho, apareció de modo constante en la tapa de LA GACETA.

Desesperados, los vecinos salieron tras los pasos del atacante. Los gritos de la víctima y de algunos evitaron que la menor fuera abusada. Los habitantes de ese sector de la ciudad se organizaron (en ese tiempo no había redes sociales como hoy) y fueron tras los pasos del depravado.

“Algunos familiares de la nena creyeron reconocer al secuestrador en un joven de 17 años, que también se movilizaba en una bicicleta roja. No lo dudaron y comenzaron a golpearlo. ‘¡Él es! ¡Él es el que se la llevó!”, gritaban. Algunos, incluso, estaban armados con cuchillos. Los policías tuvieron que intervenir y llevaron al adolescente hasta la seccional 9ª. El chico, delante del fiscal Carlos Albaca, del secretario de Seguridad, César Nieva, y del jefe y del subjefe de Policía, Hugo Sánchez y Nicolás Barrera, negó todo. “En principio no estaba vestido igual que el secuestrador, pero algunos testigos aseguraron que era él”, relató nuestro diario.

DRAMATISMO PURO. Este dibujo de Ricardo Heredia ilustró una de las notas que se publicaron en LA GACETA sobre los ataques del violador serial. DRAMATISMO PURO. Este dibujo de Ricardo Heredia ilustró una de las notas que se publicaron en LA GACETA sobre los ataques del violador serial.

Con el correr de las horas se supo que el sospechoso, que después se confirmó que había sido totalmente ajeno, no tenía nada que ver. Era alumno del padre de la víctima, que era un reconocido docente de la zona. El joven terminó siendo liberado horas después, pero el susto que se llevó no se lo quitó nadie durante mucho tiempo.

Decisión judicial

El nuevo ataque dejó perplejos a todos los investigadores. La supuesta existencia de un violador serial se había transformado en una preocupante realidad. Al analizar las causas, se descubrió que había numerosos abusos con el mismo modus operandi. Por vía separada, los fiscales Carlos Albaca (que hoy espera ser enjuiciado por su actuación en la investigación del crimen de Paulina Lebbos), Alejandro Noguera (actual fiscal de cámara), Guillermo Herrera (ya jubilado, y afronta un proceso penal), María de las Mercedes Carrizo (ya jubilada) y Adriana Giannoni llevaban adelante pesquisas de estos aberrantes hechos.

Giannoni realizó numerosos planteos ante su superior, Luis de Mitri, para que se unificara todas las causas y fuera una sola cabeza la que dirigiera toda la investigación. “Fue tan grande su insistencia a través de escritos, llamados telefónicos y conversaciones con sus pares que le terminaron dando la razón, pero un año después. Es más, cuando se tomó la decisión, un alto funcionario le dijo: ‘Adriana, tanto los has pedido, que te lo damos, pero atrapalo”, explicó una fuente del Poder Judicial al confirmar los motivos por los que le ordenaron hacerse cargo de la investigación en marzo de 2009.

Los responsables del área de Seguridad tampoco se quedaron atrás. Por orden del entonces jefe de Policía, Hugo Sánchez (hoy condenado por el caso Lebbos), se decidió que los hombres de la división Homicidios, al mando de los comisarios Miguel Gómez y Hugo Cabezas (actualmente forman parte del Equipo Científico de Investigación Fiscal) se dedicaran al caso.

Fueron varios los pasos que se dieron en la pesquisa. Primero se comprobaron al menos seis ataques realizados por la misma persona. En un principio, establecieron que el violador serial se movía por los barrios Villa Angelina, Crucero Belgrano, Las Palmeras, San Alberto, Nicolás Avellaneda, Los Chañaritos, San Nicolás, Alejandro Heredia, Ejército Argentino, Municipal y Miguel Lillo. Pero, con el tiempo, el campo de acción se fue ampliando: también se produjeron hechos en Lastenia (Banda del Río Salí) y Yerba Buena. El desconcierto se apoderaba del equipo que debía atrapar al depravado.

Inteligente

Los pesquisas fueron armando un rompecabezas. El violador serial repetía algunos patrones. El más importante era elegir las zonas donde actuaba. Los 11 barrios y los sectores de las otras dos ciudades tenían un factor común: eran barrios olvidados por las autoridades. Sectores donde las malezas y las aguas servidas formaban parte del paisaje. Y siempre, al final de las calles, limitaban con inmensos e inexpunables cañaverales. Estos, sin a lugar a dudas, eran sitios ideales para cometer este tipo de delito sin que nadie lo supiera y, mucho menos, ayudara a las víctimas. Los vecinos lo sabían y por eso sufrieron y hasta cambiaron su estilo de vida.

El violador serial, parte I: aterrorizó a 11 barrios en tres ciudades tucumanas

“Desde hace dos meses vivimos con el corazón en la boca. Antes los chicos podían jugar tranquilos en la vereda, pero ahora tratamos de que siempre haya algún vecino cuidándolos. Esto es espantoso”, dijo María Luisa Ramírez, del barrio Alejandro Heredia, cuando se le consultó en esos días sobre el accionar del violador serial en la zona.

“Los vecinos están aterrados. Sobre todo aquellos que tienen hijas. En Villa Angelina ya sufrieron dos ataques similares, y se ha desatado una psicosis entre los padres. ‘La Policía nos dice que están buscando, pero hasta ahora no hubo resultados’, señaló Mario Cristóbal. El hombre conjeturó que el agresor tiene que vivir en las inmediaciones. ‘Evidentemente conoce bien la zona. Incluso sabe si los chicos van a tal o a cual almacén a hacer las compras. Tiene que ser un tipo sádico’”, se publicó en LA GACETA.

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