Pases mágicos en Jaldolandia

Falta una semana para que vuelvan a encenderse las luces del recinto de Jaldolandia, adonde los representantes del pueblo de Tucumán han sido llamados para tratar una serie de sucesos extraordinarios.

El tema más anunciado consistirá en alterar el estado de una materia, hasta hace poco, difusa y de cifras ocultas: la “dieta” legislativa. Cuando los miembros del cuerpo colegiado levanten la mano, congelarán en $131.515 mensuales el único ingreso que tienen permitido por la Carta Magna. Ningún encanto es eterno. El “congelamiento”, en este caso, se esfumará el 31 de julio. Hasta entonces, los legisladores serán inmunes a cualquier suba salarial que pudiera otorgar el Estado provincial. Para completar la performance, se replicará lo visto días atrás en Casa de Gobierno: un “recorte” del 10% sobre el básico de los sueldos de los funcionarios políticos, en este caso, de la Legislatura -este “embrujo” alcanzaría al secretario Claudio Pérez, a los prosecretarios y al tesorero-. Serán los principales trucos practicados con la magia de la austeridad en la primera sesión de la Legislatura en 2020.

Al igual que los hechiceros de las historias medievales, el vicegobernador Osvaldo Jaldo ejerce el poder gracias a los atributos que le confieren los libros sagrados: la Constitución provincial de 2006 y el Reglamento Interno de la Legislatura. Según estos textos, quien ocupe el sillón de la Presidencia obtendrá una serie de facultades exclusivas. Entre ellas, fijar la dieta de los legisladores; “confeccionar” el temario de cada sesión; administrar los fondos asignados al Poder Legislativo; presentar el presupuesto de la Cámara provincial -por lo general, aprobado a “libro cerrado” junto al Presupuesto de la Provincia-; y nombrar y remover los empleados de cada legislador y de cada bloque político. Incluso, puede votar en caso de empate, y definir la sanción o el rechazo de un proyecto de ley.

Al prestidigitador de Trancas, sin embargo, le apareció un contendiente inesperado. Así como Harry Potter tiene su Voldemort, Jaldo debe sortear los obstáculos que le pone el constitucionalista Luis Iriarte.

El docente universitario tuvo un fugaz paso por el cuerpo colegiado entre 1995 y 1996, cuando resultó electo legislador por Fuerza Republicana y renunció a la banca aduciendo diferencias con Antonio Domingo Bussi. A partir de entonces, Iriarte quedó out de la escena política. Pero su nombre resurgió con una sentencia de la Corte Suprema de Tucumán, dictada en 2018. El fallo le dio la razón en asuntos de trascendencia institucional y fulminó -por ejemplo- la potestad del vicegobernador de fijar el monto de la dieta. De hecho, es esa y no otra la razón por la cual los legisladores discutirán sus ingresos en el recinto. Ahora, Iriarte quiere ir más allá. Por escrito, pidió que Jaldo le permita acceder a información relativa a los fondos públicos a cargo de la Legislatura, como el detalle de las partidas presupuestarias y su aplicación. Instó además al vicegobernador a difundir, a través del sitio web del Poder Legislativo, “el total de los empleados permanentes, transitorios, de bloque y por legislador”, con nombre, apellido, DNI y categoría del agente designado, como hace el Congreso de la Nación.

Si Iriarte aguarda una respuesta favorable, lo ideal sería que busque un asiento cómodo para amainar la espera. Los legisladores -oficialistas y opositores- no parecen estar dispuestos a “hacer aparecer” esas nóminas. Hace al menos dos décadas que los proyectos de transparencia pasan de Mesa de Entradas al Archivo, descartados por falta de tratamiento. ¿Los representantes del pueblo necesitan de una ley para dar a conocer su staff de asesores? El razonamiento puede ser planteado a la inversa. Ninguna norma les prohíbe hacerlo. Nada por aquí, nada por allá...

El edificio de oscuros vidrios que se yergue frente a la plaza Urquiza no sólo es epicentro de sucesos extraordinarios en el receso estival. En julio, una camioneta Toyota Hilux perteneciente a la Legislatura había “desaparecido” a pocas cuadras de allí. El misterio sigue pendiente de ser dilucidado. Y en noviembre, ya durante la nueva composición parlamentaria, un oficialista al que le habían cedido otro vehículo de la flota oficial tomó una curiosa decisión: quizás producto de algún misterioso hechizo, acabó prestándole el rodado a una persona ajena a la Cámara. Cosa e’ mandinga, dirían las brujas, el evento terminó en un choque. Por fortuna, sólo se produjeron daños materiales, y el seguro se hizo cargo de los costos. Pero el justicialista quedó obligado a devolver las llaves, y rápidamente perdió el “encanto” y el vehículo oficial. Está claro: algunos trucos que no son bienvenidos en Jaldolandia.

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