El vendedor de elogios

El vendedor de elogios

En el final de la recta electoral todo se potencia. Las picardías son cada vez más sofisticadas. No faltan los que a cambio de una promesa de votos ni les importa que los aplausos sean pagados. Alerta en la Justicia de Paz.

El hombre ha desplegado una tela simple, finita, sobre la angosta e incómoda vereda norte de San Martín al 500. Sobre la manta hay unos cuantos anteojos y algunos juguetes muy simples. Un hombre flaco y de barba de algunos días es el dueño de ese negocio ilegal, pero aceptado por todos, incluso por la secretaria de Gobierno Carolina Vargas Aignasse que durante la gestión de José Alperovich trabajó específicamente para que la venta ambulante terminara de una vez. También es invisible al intendente de Capital y a sus funcionarios.

Este vendedor, como varios de sus compañeros, necesitan estrujar al máximo la mañana del sábado. De allí saldrá algún pedazo de carne para el asado dominguero. Y, tal vez con otras changas que la política le sirva, su mesa tendrá otros alimentos.

El flaco desatiende unos segundos su negocio. Es que le ha sonado el celular. Y, cuando el celular suena, es que algo trae. “Si, dígame qué es lo que necesita”, pregunta o mejor dicho, da órdenes. Con el mejor tono autoritario explica: “Mire, yo le lleno los ómnibus que usted quiera. Con eso no hay problemas. Usted me dice adónde y yo le llevo uno, dos, tres o cinco ómnibus llenos”. Hace un silencio, muy corto. No le debe haber dado tiempo a que su interlocutor le diga nada. Y, le aclara: “Pero antes dígame cuánto hay para mi gente. Y, espere, espere, escúcheme bien, nada de planes. Eso ya fue, no nos interesa”. En menos de 25 palabras dejó en claro los términos del contrato. Sin sellado ni nada aunque a sus espaldas estén los balcones de los despachos del gobernador y de los ministros de Gobierno y de Economía. En realidad, no importa mucho porque su interlocutor seguramente está bajo el cobijo del poder aún cuando de lo que hablan y del trabajo en cuestión estén bajo dudosa legalidad. El hombre le agrega una cláusula más al contrato: “¿Y cuánto hay para mí? Le repito, nada de planes. Eso no interesa ya”. Por delante suyo ya han pasado decenas de tucumanos que pisan su manta. No le preocupa mucho. Está concentrado en su conversación. Sigue aferrado al celular. Hasta que finalmente, se despide: “Listo nos vemos el lunes. Yo paso por su oficina aquí en la Casa de Gobierno y cerramos. Ahora si, vuelve a concentrarse para ver si saca algo para el carbón y la ensalada también.

Sea quien fuera el interlocutor del flaco se trata de un político sin gente, sin apoyo, sin mucho consenso, sin vergüenza, que está dispuesto a comprar los aplausos, los vivas y hasta la ilusión. ¿Cómo se sentirá una persona que va al kiosko -o al vendedor ambulante- a comprar elogios? Gracias al flaco ya se sabe que los elogios no se pagan con planes sino con dinero contante y sonante. Al contado. Parece que ni siquiera en la buena onda comprada se confía ya. Tampoco hay precios cuidados para comprar proselitismo.

El mercadito de los votos

Los precios, la inflación, la crisis son un alimento fundamental para engordar la imaginación. Los hermanos Tulio y Marcelo Caponio vieron en la necesidad otro negocio electoral. A la ocupación de diputado de Parlasur y a la de legislador provincial le agregaron la administración de una cadena almacenera. Consiguen productos al por mayor, los guardan en un depósito, los reparten en los puestos que hay en los barrios donde tienen mayor influencia política los Caponio y finalmente los venden a bajo precios. No lo hacen como un desafío capitalista que ayudaría a bajar los valores en los supermercados tucumanos. No lo hacen para seducir simpatizantes o seguidores. El interés es asegurarse los votos. Podrían recibir el aplauso y generar fidelidad por su preocupación por el bolsillo del vecino, pero, hay una cláusula gatillo que cambia los valores: para comprar mercadería hay que ser afiliado a los Caponio. Lo curioso es que dentro de las imaginativas prácticas electorales podría pasar como la menos agresiva o denigrantes de la compra de voluntades. Sin embargo, al ser consultado sobre el tema por los periodistas de LA GACETA el diputado internacional Tulio Caponio se desentendió de todo, como si se tratara de algo absolutamente ajeno a su persona. Hizo una demás dirían en el barrio porque le terminó mintiendo a su propio electorado. Vaya a saber por qué.

La desconfianza en sus propias fuerzas hace que los políticos de hoy se aferren a cualquier artilugio para asegurarse que los voten. A tal punto que recurren a la compra de voluntades y específicamente a sus familiares que es el antídoto de la traición. El caso de los hermanos Najar es la excepción que confirma la regla. En Las Talitas, Carlos (intendente) y Adriana (ex legisladora) se pelean por la Escuela Municipal Argentina, y la reyerta fraterna ya se dirime en Tribunales.

Para engañar a Google Maps

Las picardías y las mañas no son exclusividad de un partido determinado. Tampoco han quedado reducidas a la vida de los dirigentes políticos. En el Palacio de Tribunales las anécdotas de los jueces de paz ya no son cuestiones divertidas ni curiosas que amenizan las charlas de café. Se han convertido en acciones vergonzosas y hasta preocupante al punto que en los próximos días se presentarán denuncias contra algunos jueces de paz que desafiaron al mismísimo google maps. Es que hay quienes sacan a pasear sus libros fuera de la jurisdicción que les compete y sobre las cuales el Poder Judicial les dio mandato. En realidad, pareciera que no importa eso si no los montos que les pagan para que la Justicia haga lo indebido. Se ha caído en la mercantilización de la Justicia de Paz. Hasta las alturas del Palacio de Tribunales ha llegado la denuncia contra un miembro de la Justicia de Paz que no sólo movió los límites de las poblaciones del interior se animó a correr los mojones que nos separan con Salta y terminó casando a una pareja en Cafayate.

Penúltima etapa

Mañana termina la etapa de los nombres y comienza la última que concluirá el 9 de junio cuando la población decida cuáles de esas personas que se inscribirán mañana serán las elegidas para ejercer el poder en Tucumán. Lentamente, en esta etapa de selección se fueron conociendo las personalidades de las agrupaciones. Están los unipersonales como los partidos de José Alperovich y de Bernardo García Hamilton que se apoyan en sus propias personalidades. Son sus propios nombres la energía propulsora.

Después del inesperado choque que le dejó su imagen magullada, Alperovich volvió a asomarse públicamente, no sin antes haber hecho algunos cambios en su equipo de mecánicos. Éstos se preocuparon de que el auto no tuviera excesos de velocidad y de que antes que nada el candidato mostrara prudencia. No es fácil por la forma de manejo del ex gobernador y otra vez se preocupó por demostrar las irregularidades que merodean los poderes. Los fiscales siguen con los oídos tapados en Tribunales. En las últimas horas, además ha perdido a algunos seguidores al ver que les ofrecían un tercer o un cuarto lugar en la lista de candidato. Si se tratara del peronismo ese hombre en el acto hubiera abierto otro acople, pero en el caso del partido alperovichista prefiere abandonar las lides electorales. Así, Alperovich que declamó cambios y figuras nuevas, llega a la etapa de los nombres con apellidos repetidos, conocidos y criticados. La nueva dirigencia brilla por su ausencia.

En el manzurismo tienen euforia y se sienten con ventajas. El aparato estatal los envalentonan. Por eso discuten cosas que no tienen que ver con lo electoral. En esos intercambios es cuando muestran la hilacha. La relación de la pareja Manzur-Jaldo deberá ir a terapia apenas terminen los comicios si es que hay alguna intención de continuar con ese matrimonio.

A la hora de salir a la calle públicamente, el oficialismo ha decidido cambiar de rival. Hasta hace dos semanas era Alperovich. Cargaban contra él, miraban sus movimientos, leían sus publicaciones en las redes sociales. En síntesis, José los desvelaba. Ahora han cambiado de enemigo. Ahora es Germán Alfaro. El candidato a intendente del camuflado Cambiemos que encabeza Silvia Elías de Pérez se fortalece con estos ataques y, por un efecto carambola, robustece la postulación de la senadora.

El discurso de Clarisa Alberstein y de Ariel Osatinsky se diferencian poco entre ellos. Los rivales son todos los otros y amontonan al oficialismo, a Alperovich y a Elías de Pérez en el mismo lodo. Ellos también ven que la crítica a los rivales les da mejor resultado que la defensa de las ideas y proyectos propios. En un mar igual de movido se mueve el discurso de Ariel García, el radical de la disidencia propio y de los mimos del peronismo ajeno.

En la otra esquina del cuadrilátero está Fuerza Republicana a cuyo principal referente (el concejal Ricardo Bussi) el tema de la seguridad lo viene haciendo crecer. El que pega primero, pega dos veces, dirían los viejos boxeadores.

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