Josep Guardiola: nadie es perfecto

Josep Guardiola: nadie es perfecto

La eliminación de Manchester City y un sueño pendiente

DESEO. Pep Guardiola muere de volver a ganar la Champions. De momento, tendrá que esperar. reuters  DESEO. Pep Guardiola muere de volver a ganar la Champions. De momento, tendrá que esperar. reuters
22 Abril 2019

Sebastián Fest

Fue hace exactamente seis años, era primavera en Nueva York y la explicación convencía, tanto a él como a sus interlocutores. Si el razonamiento era impecable. Seis años después, sin embargo, él mismo podría estar dudando de si con eso alcanzaba para explicar todo.

Tras tantos años, todos creen conocerlo, pero sería un error pensar así. Él, que muere por volver a ganar una Champions. Él, al que el fútbol y la suerte le vienen dando la espalda en los instantes clave. Él, que sigue soñando con dirigir a una selección de primera línea. Él, que tan buenos contactos tiene en Qatar, la sede del Mundial 2022. Él, que sufrió una dolorosísima eliminación la semana pasada a manos del Tottenham de Mauricio Pochettino... y del VAR.

Él, Josep Guardiola, el campeón olímpico como jugador con España en 1992, la cabeza visible del inolvidable Barcelona de Lionel Messi entre 2008 y 2012.

Él, un desconocido cuando las cosas no salen como quisiera. Por ejemplo este fin de semana último, un rato después de tomarse revancha del Tottenham para derrotarlo 1-0 en la Premier League. Claro, Guardiola hubiera cambiado una y mil veces ese triunfo que lo mantiene en la cima del campeonato por el que se le escapó días antes en los cuartos de final de la Champions. Por eso cuando un periodista le preguntó su opinión sobre Phil Foden, autor del único gol el sábado, Guardiola explotó: “Ahora soy un genio, ha marcado un gol, qué bueno es el entrenador, y cuando puse a (Fabian) Delph en Londres, fue un desastre. Cada vez que perdemos, me preguntan si cambiaré la manera en la cual queremos jugar. Siempre esperan a una derrota para juzgarme”.

Lo que está diciendo el español es que el periodismo británico (y no solo el británico) es ventajista. Es posible que tenga una dosis importante de razón, es posible que con demasiada frecuencia las actuaciones se analicen a la luz de si se ganó o se perdió. No debería ser así, pero nadie es perfecto. Ni los periodistas, ni Guardiola, que pierde su imagen afable y la cambia por un discurso hosco y amargo cuando la suerte la da la espalda. Algún periodista malvado podría decir que sólo es amable cuando gana.

Y eso que el entrenador catalán había abierto el paraguas durante la semana: “No vine aquí para ganar la Champions. Vine aquí para hacer jugar al equipo de la manera en la que han jugado en los últimos veinte meses. Por eso vine”.

Es lo que debe decir, pero otra cosa es que se le crea. Los dueños de City lo llevaron a Manchester para que gane la Champions. Y él también fue a eso, la misma meta que tuvo en Munich y no pudo cumplir en sus tres años en Bayern.

El fútbol tiene esas cosas, lo que llevó a “The Guardian” a escribir sobre una “narrativa del fracaso” contra la que Guardiola “está luchando”.

Debe ser muy desconcertante para Guardiola ver pasar las Champions y no ganarlas, sobre todo porque en su momento tuvo la clave para conquistarla dos veces con el Barcelona. La clave era Messi, dicen no pocos. Pero Guardiola, que coincide con que Messi es la explicación de casi todo, creía también en otras razones a la hora de explicar por qué no se la gana. De lo contrario, Barcelona la hubiese ganado siempre.

Sí, era la primavera de 2013 en Nueva York y Ferrán Adriá, un multipremiado cocinero español, escuchaba atentamente a Guardiola: “Mira, Ferrán. La diferencia fundamental está en la motivación. Unos han ganado dos campeonatos de Europa, un campeonato del mundo y no sé cuántas Champions”.

Guardiola, que estaba en pleno año sabático en Manhattan, le explicaba a su interlocutor las claves del hundimiento de Barcelona, que venía de perder 4-0 ante el Bayern en el Allianz Arena de Munich por las semifinales de la Liga de Campeones. Aún estaba por llegar la segunda parte de la debacle en dos actos, una derrota por 3-0 en el Camp Nou.

Aquel equipo estaba dirigido por Tito Vilanova, durante años amigo de Guardiola y, además, su número dos en las cuatro mágicas temporadas en que se cruzaron con Messi. Guardiola intentaba explicarle a Adriá que los jugadores estaban empachados, que el hambre de victoria estaba saciado por años de éxitos con Barcelona y la selección española.

No es el caso de City, que probablemente gane la Premier, como Bayern de Guardiola ganó la Bundesliga. Aquella vez, Guardiola llegó a Munich para una misión imposible, porque el equipo de Jupp Heynckes venía de ganar todo en la temporada anterior, incluyendo la preciada Champions. City no, City sigue esperando alzar la orejona, esa que United, el gran rival, ganó tres veces. De ahí que Guardiola se moleste tanto ante una pregunta sencilla. De ahí que dejara un pedido insistente: “Hoy no me pregunten por el árbitro, hoy no”.

Si esa tensión que vive en City siguiera, ni hablar de si escalara, el mismo Guardiola recordará una frase que dejó al irse de Barcelona, una confesión que hablaba de su desgastada relación con los jugadores, pero no sólo de eso: “Era el momento de irme. Si no, acabaríamos haciéndonos daño”.

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