“Vivimos una época de mentirosos e hipócritas”

“Vivimos una época de mentirosos e hipócritas”

Héctor Rodríguez Brussa protagoniza “Molière, el envenenado”, a partir de la vigencia de su obra.

UN ADELANTADO A SU ÉPOCA. Rodríguez Brussa juega con las historias y los personajes creados por Molière.  UN ADELANTADO A SU ÉPOCA. Rodríguez Brussa juega con las historias y los personajes creados por Molière.
20 Julio 2018

ESCALA EN TUCUMÁN

• A las 22 en La Colorida (Mendoza 2.955).

Hace casi cuatro siglos, en Francia nació uno de los dramaturgos más importantes de todos los tiempos. Jean-Baptiste Poquelin, conocido simplemente como Molière. Innovó en el teatro de su época con una visión irónica y satírica de los sectores más importantes de la sociedad. La vigencia de sus textos y personajes lo hacen cita constante en los escenarios de todo el mundo.

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Pero esta noche, en La Colorida, no estarán sus creaciones sino la evocación de él mismo en “Molière, el envenenado”, el unipersonal de Héctor Rodríguez Brussa con dirección de María de las Victorias Garibaldi.

“Me impactó de Molière su actividad frente al infortunio. Cuando la realeza francesa le quitó la protección, llevó su compañía a París a conquistar el Rey, en vez de sucumbir frente a la hipocresía, a la traición de sus pares, al engaño…”, asevera el actor.

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- ¿Cómo se estructura la obra?

- Es un monólogo que recorre su posible vida, desde la muerte de su madre hasta la suya propia, y tomo algunos de sus personajes junto con la relación que tuvo con el rey, con sus padres y con sus colegas, y fundamentalmente al ataque que sufrió de otros artistas contemporáneos. Le doy la palabra a para que defienda su vida. Sus creaciones son una proyección de él mismo.

- ¿Molière era un provocador?

- Todo indica que sí. Sus comedias fueron un registro de su época. “Tartufo, el impostor” molestó al clero; “Las preciosas ridículas”, a la Justicia; “El enfermo imaginario”, a los médicos, y así gran parte de su obra. Los espectadores que ven “Molière, el envenenado” lo toman como una posición al presente sociopolítico del país. No fue mi intención, pero provoca esa lectura a seis siglos de su escritura, lo cual lo torna realmente maravilloso. Hoy se encuentran situaciones de la crítica de este autor en el discurso de nuestros funcionarios.

- ¿Por esa posición crítica es que logró trascender?

- Creo que es porque su actitud frente al comportamiento de la sociedad y de las personas de su época fue profunda en lo concerniente a la hipocresía y la mentira, por lo que trascendió el tiempo y su propia cultura. Dejó de ser de patrimonio de Francia para ser de la humanidad.

- ¿Una función del teatro es incomodar a sectores del poder?

- Es una alternativa del arte en general, aunque es una decisión del hacedor teatral la de incomodar o agradar al poder; es tan determinante que modifica la estética escénica.

- La posibilidad de su envenenamiento, ¿es un juego dramático o una hipótesis real?

- Es un recurso dramático, no existe ese dato histórico. Si existe un resentimiento de sectores del poder hacia su obra. Me interesó la alternativa que da el veneno a modo de permiso de divague mental y lanzarme a una dramaturgia sin ataduras estructurales. Y como factor de venganza y motor de la envidia de los artistas a uno talentoso, que se adelanta a su época. Como dramaturgo prefiero el libre albedrío y el permiso del poeta a la estrechez rigurosa del historiado. La primera escena es con Molière niño de 10 años ante el lecho de su madre moribunda.

- ¿De qué forma provocaría Molière hoy en la Argentina?

- No percibo que sea necesario provocar en este momento en el país con propuestas teatrales; me sugiere que se utilizaría para hacer ver, para hacer pensar, para despertar. Pero hoy ese momento ya pasó, y estamos en una instancia posterior, porque convivimos con un desequilibrio social. No me aparece el deseo de “provocar”; todo lo contrario, me sugiere un teatro reflexivo y profundo que sea un descanso frente a la guerra social que vivimos. No un arte pasatista, pero tampoco uno que abra aún más las heridas del pueblo. Tal vez esté sensibilizado por la actualidad, pero de existir una provocación sería la de mostrar la realidad social del presente, que ya es conflictiva en estado puro.

- ¿En qué situación está el teatro independiente que sostienen?

- Hay una mezcla de resistencia, fuerza y depresión al mismo momento en todo el país, pero estamos fortalecidos en la terrible realidad social actual. Los teatristas tenemos el registro de funcionar en la adversidad mediante la colaboración entre pares, alejados de los organismos oficiales de todos los niveles frente al vaciamiento de políticas culturales desde el Estado. Son épocas de mayor impulso creativo frente a la desigualdad social que se acrecienta y a un gobierno de ricos que estimula la injusticia del más necesitado. En definitiva, vivimos una época “tartufiana”, donde los hipócritas y mentirosos tienen su débil palabra, que se modifica sin aviso previo. El conflicto hoy se muestra desnudo y crudo: es de inmediata teatralización.

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