Actos solidarios que oxigenan la realidad

Actos solidarios que oxigenan la realidad

Se suele decir que es un valor en extinción, que es más fácil ejercitarla con los que están lejos. Sin embargo, hay también gestos generosos que se ponen en movimiento ante una catástrofe o una desgracia. En las inundaciones registradas en marzo-abril de 2017 en el sur provincial, una buena cantidad de tucumanos se sensibilizaron con el drama de esos comprovincianos que habían perdido prácticamente todo lo que poseían, alcanzándoles víveres, ropa, medicamentos. “Solidario por predestinación y por oficio. Solidario por atavismo, por convencionalismo. Solidario a perpetuidad. Solidario de los insolidarios y solidario de mi propia solidaridad”, decía el poeta Oliverio Girondo. Mientras que el médico y organista Albert Schweitzer afirmaba: “Si das la luz para encender la vida de tu hermano, en ti brillará más esplendorosa”.

En los últimos días, dos acciones solidarias cobraron notoriedad pública, una de ellas trascendió las fronteras locales. Los gritos de un grupo de niñas que provenían del puente sobre el río Gastona alertaron a un trabajador que vive de cortar pasto con una máquina desmalezadora. Corrió hasta allí y vio a una niña flotando y se arrojó 15 metros abajo. “Venía de trabajar y escuché gritar a unas chiquitas. Dejé la máquina en la ruta y salté del puente. Caí en la arena y corrí para poder sacarla. Habrá tenido siete u ocho años, más no. La mitad del cuerpo estaba en el agua. Si no llegaba tal vez la corriente se la llevaba”, contó Walter Monzón. El changarín dijo que no dudó en tirarse. “Tengo criaturas chicas. Pienso que cualquiera que vea así a una criatura va a tener la misma reacción”, manifestó.

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Pocos días después, un comisario de la Seccional Primera de San Miguel de Tucumán, que regresaba de Amaicha del Valle, sufrió un percance: su vehículo tuvo un desperfecto, alrededor de las 22, en la ruta N° 307; pidió que le enviaran la grúa. Se hallaba intimidado por la oscuridad y la soledad. Una ambulancia se detuvo detrás de él. El chofer le explicó que traía una joven con fuertes dolores en el vientre. Se percató de que estaba por dar a luz, el chofer le dio unos guantes y trajo al mundo a un varoncito. Un médico que se detuvo, cortó el cordón umbilical. La ambulancia siguió camino a Concepción y el policía se quedó esperando la grúa que llegaría a la madrugada.

En Tucumán, afortunadamente son miles las personas que llevan adelante acciones solidarias en forma individual o colectiva, por ejemplo, en las villas miseria, ayudando a los indigentes a organizarse en cooperativas, asistiendo a enfermos, a ancianos, a víctimas de la droga, a minusválidos, o se dedican a la promoción de la donación de órganos o de médula ósea. Hay quienes van a leerles cuentos a chicos en las plazas, a pacientes en los hospitales, o que efectúan una tarea recreativa con los ancianos en los geriátricos, o velan por los mendigos que viven en la calle.

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La solidaridad se aprende en el hogar si este gesto está presente en los progenitores o en su entorno, y la escuela es un vehículo fundamental para impulsarla. En ese sentido, sería importante profundizar el programa nacional de Educación Solidaria, cuyo objetivo es impulsar la participación comunitaria y ciudadana a través de la propuesta pedagógica del aprendizaje-servicio, en todas las escuelas e instituciones de educación superior, sea de gestión estatal o privada.

Posiblemente, si las próximas generaciones se formaran en una cultura de la solidaridad, tendríamos una sociedad menos individualista y más humanista y esperanzada. Hace pocos días dos gestos solidarios han oxigenado nuestra realidad. “Cuando una mano se alarga para pedirme algo, pienso que esa mano puede ser, mañana, la que me ofrezca un vaso de agua en mitad del desierto”, decía el escritor mexicano Alfonso Reyes.

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