A “Delpo” lo que es de “Delpo”

A “Delpo” lo que es de “Delpo”

Cuando Nadal le ganó, lo menos que cabe subrayar del tandilense es su saludable costumbre de reinventarse.

10 Septiembre 2017

La caída de Juan Martín del Potro a manos del número uno del mundo, Rafael Nadal, no basta para hacer añicos lo que aquí se hace constar: la asombrosa capacidad de contagio y fascinación y epidemia de la buena que provoca el tandilense.

Sabemos que el deporte de elite es seguido por miles de millones de personas entre otras cosas por su descomunal fuerza de identificación con los protagonistas. Identificación, que entendida en clave psicoanalítica debe entenderse como la operación simbólica por la cual las personas asimilamos o creemos asimilar un aspecto, un rasgo o una propiedad de otra persona, y que llevada al plano de los deportes bien podría ser traducida así: jugar por delegación.

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Esto es, jugamos por delegación: tanto, pero tanto, nos identificamos con equis deportista, que la sobrecarga emocional de lo investido termina por construir el artificio de que en rigor somos nosotros los que, ya que viene el caso, tratamos de pasar la pelota por encima de la red, anotar el punto.

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La facultad de identificarse con otros o que otros se identifiquen con nosotros es tan vieja como el ser humano mismo, pero eso per se no supone que sea tan sencillo promover lo que nos ha acostumbrado a promover Del Potro. Es más: menos sencillo y menos esperable y más asombroso en Del Potro, por cierto, en quien durante unos cuantos años se descargaron todo tipo de burlas, impugnaciones y pretendidas humillaciones. “Del Pony” y “Del Polo” fueron sólo algunas de las hirientes etiquetas que recibió.

Y resulta que el tenista sospechado de gélido, se ha dado gustos reservados para muy pocos en la historia del tenis argentino y alguno que otro fundacional, único: 19 títulos ATP, incluido el US Open de 2009, y además dos medallas olímpicas y un estruendoso liderazgo en la epopeya más anhelada: la de la Copa Davis.

Tras ceder el primer set, Nadal arrolló a Del Potro y es finalista del US Open

Pero al margen de sus números, mejores victorias, peores derrotas, lesiones, ese témpano devino en uno de los fuegos más voraces de la historia del deporte nacional. Pocos disponen de la llave capaz de abrir los manantiales de expectación y devoción que él sabe abrir.

Por eso, en estas palabras, cuando Nadal le ganó, lo menos que cabe subrayar del tandilense es su saludable costumbre de reinventarse, de estimular a ser acompañado en su reinvención y de pagar, sea en el triunfo, sea en la derrota, con una adrenalina que más de cuatro cracks ya quisieran generar y no les da.

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