Los Quemados: los pastizales se prendían fuego de tanto calor

Los Quemados: los pastizales se prendían fuego de tanto calor

En el paraje viven 89 familias dedicadas a la cría de porcinos, y el origen del nombre está ligado con una fogata que hicieron antes de la fundación.

 -EL EDIFICIO DEL CAPS.- LA GACETA / FOTOS DE JORGE OLMOS SGROSSO.- -EL EDIFICIO DEL CAPS.- LA GACETA / FOTOS DE JORGE OLMOS SGROSSO.-
08 Agosto 2017

POR LOS PUEBLOS

Los Quemados  está ubicado en la ruta provincial 306, a la altura del kilómetro 55 y pertenece al Departamento Leales.

  

El camino de entrada al pueblo es la ruta 306. Cada vez que pasa el ómnibus se levanta una polvareda que queda suspendida un largo rato en el aire, como una nube de tierra. Las mujeres esperan el ómnibus con un pañuelo que envuelve la cabeza y la cara; al estilo musulmán, apenas se les ven los ojos, porque es la única manera de evitar que se les ensucie el cabello.

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Dima Roberto Reyes nació en Los Quemados hace 74 años. Es el único que sigue en pie de sus siete hermanos (tres mujeres y cuatro varones). “Me quedé solo, pero ahí tengo una huerta con verduras y con eso me entretengo”, dice el vecino. Acelga, lechuga, pimiento, repollo, perejil es lo que hay en un espacio de tierra del tamaño de una cancha de voley. Dice que el secreto para llegar entero a su edad es tomar una copa de vino con el almuerzo. “Pero una nomás”, aclara.

Si hay algo que sobra en el pueblo son los chanchos. Todo el mundo cría cerdos para hacerlos engordar y venderlos a fin de año. Ángel Zelaya, de 64 años, tiene tres chanchas que acaban de parir, en total, 29 lechones. “Me prestaron el macho -dice el vecino-, a cambio de un lechón por cada una que va a parir, pero estas crías no pueden servir para ser macho en el futuro, porque son familia. Si se cruzan nacen débiles”, advierte con la sapiencia que da la experiencia. “Estas crías, para fin de año, van a estar especiales para la venta, porque van a tener entre 15 y 20 kilos cada una”, agrega.

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Por un sendero de tierra seca, Aldo Garrido camina despacio con una carga de leña en los hombros. Dice que el centro del pueblo era el almacén que estaba en una vieja casona que perteneció a Francisco Zelaya. Este vecino donó las tierras para la construcción de la escuela, que lleva su nombre.

Hasta hace una década, la empresa de ómnibus se llamaba La Esperanza. “Tardaba tanto, que era una esperanza que llegue por aquí”, dice Garrido.

El pequeño paraje está ubicado en el kilómetro 55 de la ruta provincial 306 y viven exactamente 89 familias. Todas están registradas en las estadísticas que tiene a mano Mariela Décima, agente sociosanitario que trabaja hace cuatro años en el CAPS. El pueblo se llama Los Quemados y lo más paradójico es que en ese CAPS no hay agua. Si alguien quiere usar el baño debe llevar un balde. El edificio se construyó hace siete años. Desde afuera parece “una pinturita”; sin embargo, las cañerías del baño y de la cocina están sin uso y acumulan tierra porque no sale agua.

El médico llega sólo dos días por semana. La enfermera Dora Romano, de 66 años, atiende de lunes a viernes. “A mí me gustaría que la ministra de Salud Rossana Chahla se entere, porque seguro que ella no sabe -dice Dora-, que aquí el delegado comunal dice que eso debe resolverlo el Siprosa, pero el Siprosa dice que es tema de la comuna”. Tampoco hay personal de limpieza, porque desde que se jubiló una empleada no reemplazaron el cargo.

Cuando tenía 25 años, Juan Garrido se fue a trabajar a Buenos Aires. Pero extraña tanto que cada vez que tiene vacaciones regresa a su pueblo natal. “Aquí es tranquilo; no es como Buenos Aires -afirma-, pero deberían arreglar el camino, no puede ser que cuando llueve se convierta en un barrial”.

En la entrada al paraje hay tres pasacalles de campaña electoral con los nombres de Jaldo, Manzur y Alvaro Britos (este último es el delegado comunal). Uno de los pocos lugareños que sabe el origen del nombre del pueblo es Aldo Garrido. “Según mi papá, mi abuelo le había contado que estaban por fundar el pueblo y que para no desmontar le prendieron fuego a todo y así le quedó el nombre”, explica. Todavía se usa ese metodología, porque a la distancia pueden verse manchones de tierra quemada, como lunares negros que humean bajo el sol del mediodía.


con tierra y sin uso
el precario edificio del caps le dio paso a un nuevo espacio construido en 2010
El CAPS de Los Quemados tiene la red de agua potable instalada, pero al abrir las canillas no sale ni una gota. El edificio se fundó en la década del 80, por gestión del entonces legislador Alberto Herrera. “Era una cosa precaria nomás”, dice la enfermera Dora Romano. Ella vive en Santa Rosa de Leales, pero trabaja en el pueblo desde hace 20 años. “El nuevo edificio se hizo hace siete años, pero nadie se quiere hacer cargo de nada -reniega Romano-, mire cómo está todo sucio ahí, en la entrada, porque no hay empleados de limpieza”. La cocina del CAPS tiene una mesada con una canilla, pero repleta de tierra seca y sin uso. 
 
con devoción y fe
la principal fiesta religiosa se hace en mayo, en honor a san isidro labrador
Cada 14 de mayo, en Los Quemados, los lugareños se reúnen en la capilla del pueblo para celebrar la fiesta de su santo patrono: San Isidro Labrador. En un enorme patio, ubicado en la entrada de la iglesia, hay un espacio con hamacas y otros juegos para los chicos. El predio presume con el verde del césped; quizás el único espacio con tanto verde en todo el paraje. En Los Quemados abundan las plantaciones de cañas, aunque también hay cultivo de maíz y de soja. La tierra seca se respira cuando el viento sopla y, al mediodía, el sol calienta demasiado. “A veces, hace tanto calor que los pastizales se prenden solos”, dice un lugareño.


> Con tierra y sin uso
El precario edificio del CAPS le dio paso a un nuevo espacio construido en 2010

El CAPS de Los Quemados tiene la red de agua potable instalada, pero al abrir las canillas no sale ni una gota. El edificio se fundó en la década del 80, por gestión del entonces legislador Alberto Herrera. “Era una cosa precaria nomás”, dice la enfermera Dora Romano. Ella vive en Santa Rosa de Leales, pero trabaja en el pueblo desde hace 20 años. “El nuevo edificio se hizo hace siete años, pero nadie se quiere hacer cargo de nada -reniega Romano-, mire cómo está todo sucio ahí, en la entrada, porque no hay empleados de limpieza”. La cocina del CAPS tiene una mesada con una canilla, pero repleta de tierra seca y sin uso.

> Con devoción y fe
La principal fiesta religiosa se hace en mayo, en honor a San Isidro Labrador

Cada 14 de mayo, en Los Quemados, los lugareños se reúnen en la capilla del pueblo para celebrar la fiesta de su santo patrono: San Isidro Labrador. En un enorme patio, ubicado en la entrada de la iglesia, hay un espacio con hamacas y otros juegos para los chicos. El predio presume con el verde del césped; quizás el único espacio con tanto verde en todo el paraje. En Los Quemados abundan las plantaciones de cañas, aunque también hay cultivo de maíz y de soja. La tierra seca se respira cuando el viento sopla y, al mediodía, el sol calienta demasiado. “A veces, hace tanto calor que los pastizales se prenden solos”, dice un lugareño.

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