La gran fiesta de los bikers

La gran fiesta de los bikers

De principio a fin, participantes, familiares y amigos disfrutan una competencia sin igual

IMPACTANTE. La imagen tomada por un drone muestra cómo los corredores comienzan la competencia a todo vapor. En una carrera contrarreloj, no pueden guardarse nada si es que pretenden triunfar. foto de horizonte drones IMPACTANTE. La imagen tomada por un drone muestra cómo los corredores comienzan la competencia a todo vapor. En una carrera contrarreloj, no pueden guardarse nada si es que pretenden triunfar. foto de horizonte drones
15 Agosto 2016
La XIII edición del Trasmontaña arranca temprano, mucho antes de que el sol haga su aparición en un domingo que es diferente a todos los otros del año. La zona de la rotonda de San Javier comienza a llenarse de gente mucho antes de las 8, hora señalada para que comiencen a largar los primeros participantes. A partir de ese momento, el fervor va en aumento. Los bikers, ni bien llegan al lugar, comienzan a prepararse para estar diez puntos a la hora de saltar a escena. El movimiento no cesa en ningún momento del día. El ir y venir de vehículos es constante. Los corredores nunca están solos. Detrás de ellos aparece un gran número de personas, que van “allanando” el camino para que los ciclistas puedan llegar a la meta.

En muchos sectores de los 42,45 kilómetros que componen una de las carreras más difíciles de la disciplina, se instalan familiares y amigos de los corredores con el objetivo de abastecerlos de cualquier cosa que puedan necesitar durante el trayecto.

La Sala, casi a mitad de camino entre la largada y el punto de llegada, se transformó en el principal centro de abastecimiento de los corredores. Allí, están instalados los stands de la organización donde reparten agua y frutas para que los deportistas puedan hidratarse. Claro, llegado casi el mediodía, deben enfrentarse a un nuevo rival que de repente aparece en el camino a la gloria: el calor.

En medio del pasar alocado de los bikers que no quieren perder ni un segundo que pueda tirar por la borda el esfuerzo de todo un año, aparecen en escena Darío Dorgali y Juan Carlos Palavecino, bikers de Lastenia, quienes por primera vez decidieron anotarse en el Trasmontaña. Palavecino sufrió una caída durante los primeros metros de la competencia y sus gestos de dolor lo dicen todo. Dorgali no quiere quedarse al margen en su primera experiencia y pide a los organizadores que lo dejen cambiar de acompañante. Ante el visto bueno, Daniel Castro se sube a la bicicleta de Palavecino y sigue a Dorgali. El tiempo no sirve, ese cambio de corredor los dejó fuera de carrera, pero ellos saben que tocar la meta tiene un sabor tan especial como el de ganar la competencia.

El momento de mayor emoción se vive en el predio de la llegada. Un locutor anuncia por altoparlantes el número y el nombre de cada biker que cruza la línea que indica el fin del recorrido. El público estalla en aplausos y viva a cada uno de los corredores, sin importar categorías ni ninguna otra característica. Allí también está Catriel Soto, aunque no sobre una bici. El entrerriano, que dentro de un par de días representará al país en los Juegos Olímpicos de Río, llegó para ser espectador.

Los que tienen años en el mountain bike repiten que para recibirse de biker hay que correr el Trasmontaña. Y en la llegada se ve que eso dicho popular no está muy alejado de la realidad. Hay quienes gritan, lloran o se abrazan cuando logran completar el recorrido. Pareciera que a esa altura no hace falta nada más.

Cuando la competencia se apaga, el momento social estalla en su máxima expresión. Todo es alegría en “El Portezuelo”, el aroma a asado copa cada rincón del cerro, dejando en claro que más allá de una competencia, la “Gran Carrera” es un fiesta para toda la familia.

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