La última aventura de Umberto Eco

La última aventura de Umberto Eco

A un mes de la muerte del genial escritor italiano, su voz responde al mandato tácito de su apellido. Poco antes de morir dejó todo preparado para que su nueva editorial se pusiera en marcha. Allí se publicó su libro póstumo, en el que nos habla sobre un presente escurridizo y desconcertante

20 Marzo 2016

Por Cristiana Zanetto - Para LA GACETA - Milán

Cuando su nieto le preguntó por qué dejaba una importante editorial para fundar una mucho más pequeña que nadie conocía e invirtiendo mucho dinero (dos millones de euros), el abuelo le respondió: “Porque es necesario”. El abuelo era Umberto Eco.

Algunos meses antes de su muerte Eco había tomado la decisión de abandonar la importante editorial Rizzoli que estaba por incorporarse a la editorial Mondadori, de Silvio Berlusconi.

Esta concentración comercial enorme, para Eco, significaba que resultaría más difícil, para los escritores desconocidos, publicar. El credo más importante sería el lucro y no el amor por la literatura y el descubrimiento de nuevos talentos.

Así nació La Nave de Teseo, nueva editorial en la que confluyeron muchos escritores de distinta procedencia. El 27 de febrero de este año publicó el último libro de Eco: Pape Satán Aleppe, crónica de una sociedad lìquida, que en menos de 20 días ha vendido 75.000 copias.

Eco amaba “Hellzapoppin”, película del 1941 que es un conjunto de situaciones aparentemente imposibles que devienen lo contrario gracias al hecho banal –y al mismo tiempo, genial– de que alguien cambia los rollos del film. Esto produce que, en un determinado momento de esta película musical,… ¡Llegan indígenas protagonistas de un western!

En El Péndulo de Foucault Eco cita “Hellzapoppin” y en su última publicación hay una alusión, no sé si involuntaria, a esta película.

El insondable verso dantesco, “Pape Satán Aleppe,” (Padre Satán Cuidado) anuncia, en efecto, la crónica de una sociedad líquida según la célebre definición de Bauman. ¿Y qué hay de más “líquido”, insustancial, que un film en el cual suceden cosas sin sentido lógico entre una escena y otra?

Los textos del último libro de Eco provienen de una columna que el autor ha escrito durante 15 años, en el semanario L’Espresso, llamada “La cajita de Minerva”. Tal título hace referencia a una confección de fósforos italianos que poseía dos superficies blancas aptas para tomar apresurados apuntes. Se trata de 15 años de artículos que configuran una suerte de fenomenología del presente. Eco solía tomar como referencia hechos policiales, discusiones o tendencias del momento. El autor entraba en el tema, lo explicaba, razonaba sobre ello, pero siempre con el estilo coloquial de la conversación con un amigo. Luego insertaba una observación particular que solía develar un lado inesperado de la cuestión. Por ejemplo: entra en internet y descubre que los sitios dedicados a la religión son muy numerosos con millones de contactos pero los que priman sobre todos los sitios son los pornográficos. ¿Qué hace Eco?: Mira y concentra la atención sobre la boca de las protagonistas de estos films porno y descubre que… ¡No tienen dinero para ir a un buen dentista a fin de reparar sus dentaduras, como sí lo harían las estrellas de Hollywood, pagadas por sus productores!

Deduce que el “mundo porno” pertenece a un sector muy artesanal que suele ilusionar a jóvenes necesitadas pero que, en su gran mayoría, no las enriquece. Entonces cambia la escena y ahora Eco nos habla de publicidad y de los productores que hacen publicidad a sus productos. El tema es siempre: “¿Ser o parecer?”

Eco es un fenomenólogo del presente pero que no deja jamás de ser un gran erudito, un filósofo, un coleccionista incansable de libros antiguos y, con alegría, un profesor que no perdía nunca la ironía.

Muchos recuerdan que, luego de cenar y de eruditas disquisiciones y bromas compartidas, decía: “Ah!... y además está ese pequeño problemita de la muerte.”

© LA GACETA

Cristiana Zanetto - Periodista italiana de medios gráficos y audiovisuales.

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Adelanto de Papè Satan Aleppe *

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Es como el bar deportivo de cualquier pueblito. Habla el imbécil del lugar, el pequeño propietario que se cree perseguido por el fisco, el médico amargado porque no ha obtenido una cátedra en una importante Universidad, el pasante que ha bebido mucha grapa y a veces alguien expresa un juicio sensato.

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La crisis del Estado

Desaparece una entidad que garantizaba a los particulares la posibilidad de resolver en modo homogéneo los variados problemas de nuestro tiempo y con su crisis se perfila la crisis de las ideologías, de los partidos y, en general, de cualquier posibilidad de una comunidad de valores. Con la crisis del concepto de comunidad emerge un individualismo desenfrenado, en donde nadie logra ser compañero de nadie sino su antagonista, alguien de quien hay que cuidarse. Este ‘subjetivismo’ ha minado las bases de la modernidad, la hizo frágil y en la cual una situación, que carece de puntos de referencia, se disuelve en una suerte de liquidez. Se pierde la certeza del Derecho y las únicas soluciones para el individuo, sin punto de referencia alguno, son: ‘aparecer’ a cualquier costo, como si esto fuera un valor en sí, y consumir. Pero se trata de un consumismo que no se dirige a la posesión de los objetos deseados obtenidos los cuales se llega a la satisfacción, sino que rápidamente se vuelven obsoletos. Entonces la persona pasa de un consumo a otro en una especie de bulimia sin finalidad. ¿Qué cosa podrá evitar esta  licuación? No lo sabemos aún y este pasaje durará bastante. (…) ¿Hay un modo para sobrevivir a la licuación? Sí, hay. Consiste en darse cuenta que vivimos en una sociedad líquida que necesita, para ser entendida y quizás superada, nuevos instrumentos. Pero el problema es que la política y, en gran parte, la llamada “inteligencia”, no han comprendido todavía la importancia del fenómeno.

* La nave de Teseo.


PERFIL


Umberto Eco nació en Alessandria (Italia), en 1932, y murió en Milán, el 19 de febrero pasado. Obtuvo su doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín. Desde 1971 fue profesor de Semiótica en la Universidad de Bolonia y uno de sus mayores especialistas a nivel mundial. Con la publicación de El nombre de la rosa (1980), luego llevada al cine por Jean-Jacques Annaud, se convirtió en uno de los novelistas más leídos del mundo. Se vendieron más de 15 millones de ejemplares de la novela, fue elegida por el diario Le Monde como uno de los “100 libros del siglo” y su autor recibió innumerables premios y elogios de la crítica. Otras de sus novelas destacadas son El péndulo de Foucault (1988), Baudolino (2000) y El cementerio de Praga (2010). Fue autor de más de 50 ensayos, profesor honoris causa de 38 universidades y candidato habitual al Nobel de Literatura.

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