Por ley abren la puerta a los sublemas

Por ley abren la puerta a los sublemas

Con la sanción de la Ley de Lemas se buscó aplacar las luchas internas y reforzar la democratización de la elección de candidatos. La propuesta de Muiño y el apoyo de Varela

La ilusión de democratizar los procesos selectivos de candidatos de los partidos a cargos electorales alentó la experiencia de los lemas en la política argentina. Tucumán no escapó a esa tendencia en las décadas del 80 y del 90.

La matriz del régimen de lemas se localiza en Uruguay, donde rigió entre 1910 y 1996. Durante ese período hubo diferentes ajustes legislativos para corregir la fragmentación de las fuerzas políticas.

La constitucionalista Gilda Pedicone de Valls en Derecho Electoral (Ediciones La Rocca, Buenos Aires, 2001) que esa normativa se implantó a raíz de la rivalidad entre los partidos Blanco y Colorado. José Batlle y Ordóñez, líder de este último partido, encontró en esa norma la fórmula para unificar las distintas facciones coloradas. Finalmente, en 1996, Uruguay abandonó el régimen de lemas y estableció la candidatura única por partido, además del balotaje.

El trasplante local

A partir de 1986 se institucionaliza gradualmente el régimen de lemas en la Argentina, Formosa y Tucumán picaron en punta.

El 3 de julio de 1987 despegó el debate por la innovación a las prácticas vigentes en la Cámara de Diputados.

El radical Carlos Muiño -tenaz defensor de la experiencia uruguaya- creía en el efecto democrtizador que implicaba la vigencia de la Ley de Lemas. Levantemos la bandera de la renovación, planteó. Al mismo tiempo, remarcó que el proyecto sería muy peligroso para los políticos sin prestigio ni consenso.

Su par peronista Néstor Varela, que apuntaló la iniciativa de Muiño, afirmó que era una propuesta revolucionaria. Advirtió, no obstante, que tendrá inconvenientes con quienes no quieren romper el corset tradicionalista.

Mario Courtade (UCR) dijo que había llegado la hora del pueblo. Mientras, Alejandro Sangenis (PJ) apuntó que acababa con la lapicera radical y el dedo peronista. Alertó, sin embargo, que la ley podía dormir en el Senado, adonde pasó en revisión. La sospecha recaía sobre el influyente senador radical Ramón Isauro Martínez y la Casa de Gobierno.

Escenario cambiado

Cuando el Senado trató el proyecto el 3 de noviembre de 1988, el tablero político había cambiado. El bussismo irrumpió sorpresivamente en la Legislatura y el PJ se dividió entre seguidores del ex ministro Osvaldo Cirnigliaro y sus adversarios. No obstante la sanción definitiva que se dio al proyecto Muiño, el PJ y la UCR adelantaron que promoverían reformas en el futuro.

Antonio Guerrero (PJ) dijo que la ley saca a los partidos de la lucha fratricida y reconoció que son agencias de colocaciones de dirigentes millonarios. El radical Mario Marigliano aseguró que cancelará la maquinaria electoral como elemento decisivo. Desde FR, Emilio Graña acotó que era una medida coyuntural que no afectaba en nada a su partido. Los partidos políticos verán sus propuestas anarquizadas y atomizadas, expuso Juan Cirnigliaro (bloque José Rucci). Fue aprobada por 15 votos contra cuatro; y promulgada por el gobernador José Domato, el 10 de noviembre.

Premisas

La ley no se aplicaba a los comicios de autoridades partidarias, ni tampoco para los de postulantes a diputaciones nacionales.

Los partidos se denominarían lemas. Dentro de estas, los afiliados podrán conformar sublemas, o sea listas de candidatos a diputados, senadores y concejales. El sublema debía contar con el aval del 5% del padrón de afiliados, certificados por escribano público. Con la misma boleta, el ciudadano votaba por el candidato del partido y por el sublema de su preferencia.

El sublema expresaba lo que antes era una línea interna. La ley fue reformada en 1989.

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