“Fue un pequeño gigante”

“Fue un pequeño gigante”

Bárbara Tarcic | Docente de guión en la Escuela de Cine de la UNT - Monologuista de Stand Up

07 Febrero 2014
Mi primera imagen de Charles Chaplin es un cuadro en mi casa de infancia. Era su fotografía más difundida: la del vagabundo sentado con un niño en la escalera de un portal. Luego supe que era un fotograma de la película “El chico” (1921).

La segunda es la cara de Robert Downey Jr, que en 1992 lo interpretó en cine. Tenía 12 años y su biografía me atrapó. Ya sin registro del tiempo, tuve acceso a la colección de Página 12 y vi “Tiempos modernos”, y alquilé “El chico”, “El gran dictador” y “El inmigrante”. Mi contacto con Chaplin fue inverso: primero conocí su historia y luego su prolífera obra. No estuvo nada mal; conocer el contexto me ayudó a entenderla mucho mejor.

Chaplin, además de ser un pequeño gigante, fue valiente, innovador y comprometido. En sus películas cómicas no hay nada que sea ligero ni liviano. Habló -sin hablar- de los temas centrales que hacen a la condición humana, como la injusticia social, el autoritarismo o la pérdida de los valores humanos. Su vida está plasmada en su obra. Vivió la pobreza, la Primera y la Segunda Guerra Mundial (según una biografía no oficial, su verdadero nombre era Israel Thornstein) y, como si fuera poco, fue perseguido y exiliado de los EEUU por el macartismo, acusado de comunista.

Hace unos días vi “Gravedad”, la película de Alfonso Cuarón sobre una científica que queda sola en el espacio. En un momento no pude más que pensar en Chaplin, en Buster Keaton, en Harold Lloyd y en todos los que, sin el recurso del diálogo, lo decían todo. Cuarón obliga a Sandra Bullock a hablar sola en la nada, a expresar sus sentimientos en voz alta. Me indigné e imaginé a Chaplin vivo, que se agarraba la cabeza y sufría por ese diálogo bobo.

Tantos recursos tecnológicos y no poder contar en silencio una historia sobre la soledad.

Otro aspecto de Chaplin que me impactó fue su vida privada: tres matrimonios, ser un padre poco presente y otras situaciones. Pareciera ser que la genialidad viene emparejada con una vida psicológica tormentosa (Keaton también tuvo tres matrimonios, para no ahondar en el gran Woody Allen, entre tantos otros genios mundiales).

Prefiero quedarme, en todos los casos, con la obra y no con la persona. En este centenario, le dedico un saltito de costado, un movimiento de bigote y un “Salú, maestro, gracias por tanto”.

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