El patólogo Quirke y un suicidio misterioso

El patólogo Quirke y un suicidio misterioso

la quinta novela de Benjamin Black, uno de los mejores exponentes actuales del género

CUESTIÓN DE ALTER EGO. John Banville es el reconico novelista irlandés que, con su obra El mar ganó el prestigioso Premio Booker. También escribe novela negra, pero sólo bajo el seudónimo de Benjamin Black. CUESTIÓN DE ALTER EGO. John Banville es el reconico novelista irlandés que, con su obra El mar ganó el prestigioso Premio Booker. También escribe novela negra, pero sólo bajo el seudónimo de Benjamin Black.
26 Enero 2014
POLICIAL
VENGANZA
BENJAMIN BLACK
(Alfaguara - Buenos Aires)

¿Qué mueve al patólogo Quirke? ¿Un impulso moral? ¿Un interés económico? Quirke no tiene apuros monetarios. No sufre hambre. Por el contrario, es hijo adoptivo de un millonario que tenía una fundación en Boston, EEUU. Quirke trabaja en una sala de autopsias de un hospital, la Sagrada Familia. No es un detective en sentido convencional. Es un patólogo que “revisa” los cuerpos de otra manera.

En Venganza, un millonario dueño de una empresa famosa en la ciudad, lleva al joven Davy en un barco. Están solos en el mar, alejados de la ciudad. En un instante inesperado, el millonario, Victor Delahaye, se pega un tiro. El hecho, de por sí absurdo, despierta las antenas de Quirke y de su insoslayable compañero, el comisario Hackett.

La pregunta que comanda la novela es: ¿por qué se ha matado Victor? Su empresa era un éxito, él era un hombre ejemplar, con una mujer hermosa a su lado, la infatigable y bella Mona, con una familia constituida y con un futuro promisorio. Pero no todo sigue el curso transparente del agua del mar. Quirke asiste al funeral de Victor y allí, en el medio de los murmullos y del llanto, un curioso personaje se acerca a Hackett y le cuenta que el socio vitalicio de Victor, Jack Clancy, le ha robado y que ha comprado en secreto las acciones para quedarse con la empresa.

Las novedades se escabullen y Quirke está obligado a inmiscuirse en el seno de las familias comprometidas (los Delahaye y los Clancy) para seguir el hilo perdido del laberinto. No sólo es sospechoso el joven Davy, el hijo de Jack que iba en el barco con el muerto (al principio Hackett y Quirke creen que no ha sido un suicidio), sino también la hermosa mujer de Victor. Quirke habla con ella y, como era de suponer, tiene sexo en un día caluroso. Quirke usa todas sus armas, incluso las carnales.

La señora Mona no está compungida con la muerte de su esposo. Ella ha quedado a cargo de los siniestros gemelos, hijos de la primera mujer de Victor, y vive en compañía de su suegro y de su cuñada, una mujer tímida, solterona y acomplejada.

Jack Clancy, el líder de la empresa que ha quedado vivo, está angustiado. Es uno los sospechosos. Mujeriego irredento, visita a su “querida” para calmar la indomable desesperación. Pero muy pronto su cuerpo rodará en las aguas del mar como una salchicha podrida.

Quirke se compromete en la solución de los misterios. Pero no lo hace como un agudo sabueso racional sino que se ensucia en el barro de las pasiones. Quirke está convencido de que el suicidio de Victor está conectado con la muerte de Jack. Las huellas difusas se niegan a mostrar lo que está oculto. El misterio esconde una insospechada resolución. Pero Quirke no se dejará vencer y viajará hasta la casona antigua y embotada en una colina y conversará con la afiebrada y lúgubre hermana de Victor para cotejar sus sospechas finales.

Mapa de la corrupción
Esta es la quinta entrega de la saga de Quirke. ¿Son novelas negras las de Benjamín Black? No hay mujer fatal, no hay detectives astutos. Sí hay un mundo oscuro y sórdido de pasiones intensas, de odios terribles, de sufrimientos impostergables. Quirke mismo ha sido un alcohólico irredimible, un oscuro personaje solitario y arisco, que ha renunciado a tener una hija y que ha fracasado en el amor. Quirke amaba a Sarah, una de las hermanas ricas y sensibles. Pero se casó con la otra, con Delia, la que murió joven y dejó una hija a quien él no aceptó como tal.

Quirke es patólogo pero su relación con los cadáveres no se limita a lo profesional. Huele los cuerpos con un olfato doble: el del mujeriego y el del buscador anómalo y desfasado. Más sagaz que el comisario Hackett, hurga los crímenes como si hubiera allí una respuesta a su orfandad y a su identidad. Quirke profesa una doble moral con las mujeres. Y su vida ruin y melancólica lo hace un personaje contradictorio, un centauro difícil en las novelas negras.

Benjamin Black (alter ego del exquisito John Banville) ha sabido combinar la prosa detallista, la descripción minuciosa, la percepción de los cuerpos y los olores como síntesis de los ambientes, la progresión dosificada de las acciones, la inclusión oportuna de la violencia, la construcción de la trama a través del juego de las pasiones y las crueldades humanas. Las novelas de Black son mapas indirectos y sutiles de la corrupción familiar y social, escritas con una prosa que haría palidecer a Raymond Chandler, uno de los mayores autores de novela negra.

Según ha anunciado la editorial que lo patrocina, Black se encuentra en proceso de escritura de una novela que sigue la saga de Chandler, con Philip Marlowe como protagonista. ¿Qué resultará de esa unión curiosa? Si Black usa el escalpelo afilado de su prosa, si Black piensa a Marlowe como una versión distorsionada y norteamericana de Quirke, es posible que asistamos a la mejor e inesperada mezcla: el mítico personaje dibujado con la prosa más cuidada del género.

© LA GACETA
Fabián Soberón

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