Un refugio que atenúa la angustia de esperar el alta de los bebés

Un refugio que atenúa la angustia de esperar el alta de los bebés

Bienvenidos a la nueva casa de madres del Hospital Avellaneda. Estas son las historias de quienes la habitan y quienes trabajan en ella para que todo funcione. Allí las mamás encuentran un techo y además reciben cuidados y contención . Gracias a este lugar se puede garantizar el contacto madre-hijo a demanda. El primer hogar del Avellaneda fue creado en 2002

REÍR Y SENTIRSE CONTENIDAS ES TERAPÉUTICO. Compartir sus historias y saber que no están solas les ayuda a Mariana, a Rosa y a muchas otras mujeres a sobrellevar la angustia. REÍR Y SENTIRSE CONTENIDAS ES TERAPÉUTICO. Compartir sus historias y saber que no están solas les ayuda a Mariana, a Rosa y a muchas otras mujeres a sobrellevar la angustia.

El último piso del edificio central del Hospital Avellaneda desentona. Uno va subiendo y, desde la planta baja, todo tiene pinta de hospital (en el no más feliz sentido de la palabra).

Y de pronto, a la vuelta del tramo final de la escalera, se abren las puertas de un living luminoso y colorido. Por allí se entra a la nueva casa de madres: un comedor, un estar grande con sillones cómodos, una cocina blanca y radiante, varios dormitorios de cuatro camas, todos con aire acondicionado, que pueden albergar hasta 32 mamás, lavadero...

Orgullosa, la enfermera Patricia Paverini muestra el lugar. La acompaña el subdirector del hospital, doctor Federico Villafañe. Cerca de ellos, Noelia Carrascosa repasa y repasa pisos relucientes. La casa está silenciosa: es hora de amamantar y sus habitantes han bajado. Pero la sensación de hogar no desaparece; la casa las espera, por suerte...

Un verdadero hogar
Por suerte, sí, porque pocas cosas angustian más a una madre que saber que la vida de su hijo pende de un hilo. Ya sufrió cuando se dio cuenta de que nacería antes de tiempo, o cuando no lo oyó llorar, y cuando se lo llevaron de la sala de partos a toda velocidad sin mayores explicaciones... Luego, aunque llegan las explicaciones, la angustia no cede.

Ella recibe el alta, pero su hijo no. O sí, pero pocos días después tiene que volver, y la angustia se reinstala, y hasta muerde con más fuerza.

Esa es la historia que comparten Norma Mendoza (que no está en las fotos porque mientras hablaba salía disparada a darle la teta a su Milagros), Natalia Gómez, Rosa Castillo y Mariana Soule, que encontraron refugio para ellas y para su angustia en esta casa.

De a ratos pueden sonreír y tomar mate, como las amigas en las que se han convertido. Pero cuando piensan en los bebés que no pueden llevarse con ellas, y en los otros, los que esperan en su casa, las sonrisas se disuelven. Ojo: las amigas siguen allí.

"Una de las muchas cosas buenas que tiene este lugar es que estamos contenidas. Tanto el personal como las compañeras ayudan a sobrellevar estos tiempos difíciles", dice apuradísima Norma, canchera ya, porque Milagros no es su primera hija prematura. Y termina de irse a Neonatología.

"El período posterior al parto siempre es un tiempo difícil para las mujeres. Cuando además su hijo corre peligro el dolor es enorme. Ellas necesitan poder darles de mamar a sus bebés, estar cerca de ellos. Lo que buscamos es que al menos no sufran porque tienen que ir y venir, o quedarse en un pasillo. Aquí tienen una enfermera las 24 horas, atención psicológica...", explicó el doctor Villafañe.

Mientras, alrededor de una de las mesas del comedor Natalia, Rosa y Mariana comentan la capacitación sobre resucitación cardio-respiratoria que acaban de recibir de la enfermera María Elisa Villoldo. Un poco cohibidas, aceptan contar su experiencia.

"Dale vos, Nati, que sos la más vieja", dice Rosa riendo. Natalia acepta: "me dicen la más vieja porque ya hace seis meses que estoy aquí. Tuve gemelos, Lucas y Juan Cruz. Lucas ya está en casa, pero Juan Cruz nació con un gravísimo problema y todavía no podemos irnos".

De pronto desaparecen las risas. Mariana y Rosa se secan las lágrimas; Natalia sigue hablando con la voz quebrada: "fue terrible, pero soy una agradecida absoluta a este hospital; aquí hicieron de todo por mi hijo. Y nosotras recibimos amor, cuidados...".

"Aquí lo pasamos muy bien -dice Rosa, cuya familia la espera cerca del límite con la provincia de Salta-; tenemos un lugar lindo y cómodo, apoyo psicológico, talleres de manualidades... ¡a veces hasta es más cómodo que en casa! Ni siquiera tenemos que limpiar: Noe lo hace para nosotras... Nos cuida, nos escucha... ¡si hasta se sabe los números de nuestros celulares!"

Noelia, que lampazo en mano había seguido atenta y preocupada la conversación, sonríe y les hace bromas. Las lágrimas se disuelven. Las mamis miran el reloj: falta un rato para la hora de amamantar. Mariana toma la palabra.

"Mi hija no nació aquí, sino en la Maternidad. Nos dieron el alta, pero a los pocos días contrajo una bronquiolitis. Estuvo aquí internada con respirador. Ya estaban por mandarla a casa cuando empezó con vómitos que no cedían. Ahora descubrieron que tiene una malformación en el píloro... la operan mañana. Así son las cosas aquí; las sensaciones van y vienen", cuenta. "Hasta ayer yo les daba esperanzas a las chicas; ahora son ellas las que de nuevo me sostienen a mí", remata mientras mira a sus compañeras con dulzura.

El fotógrafo rompe el clima triste: les propone que le muestren la casa, que se tomen unos mates... Y mientras nacen las imágenes para esta nota, la angustia de ellas, por un rato, vuelve a desaparecer.

Esta casa nació por culpa de las filtraciones en el techo

El techo de la última planta del edificio principal del hospital Avellaneda (el tercero, ahí donde estaba la sala que cobijaba a estas mamás hasta hace un par de meses) se llovía. "Le dijeron al director, José Rogel, que la solución era construir un sobretecho un metro más arriba. Rápido de reflejos, Rogel dijo: "háganlo 1,90 metros más arriba, ¡y ganamos una planta!", cuenta el subdirector, Federico Villafañe. "La idea fue genial, porque nos permitió recrear un ámbito de hogar que ayude mitigar un poco la angustia", añade el doctor.

"Las mamás que habitan esta casa en realidad están como sin lugar: no pueden irse, pero, a los efectos legales, ellas no están internadas", explica Patricia Paverini, una de las enfermeras que las 24 horas del día están atentas a las necesidades de las madres que viven en la casa.

"Para cubrir ese vacío está este lugar. De esta manera podemos asegurar el contacto ininterrumpido entre la madre y su hijo. Y estamos orgullosos, pues ni en Buenos Aires existe un lugar así", añade Villafañe.

Tras la historia
Así nació la casa nueva. Natalia Gómez, que hace seis meses espera el alta de uno de sus gemelos, puede dar cuenta de la diferencia: "este lugar es fantástico; es realmente una casa", dice. "Pero la vieja, aunque fuera más incómoda y menos linda, también era una bendición. Yo sé lo que fue tener a mi hijo internado en terapia intensiva en el Hospital de Niños y tener que estar noche tras noche en un pasillo", añade.

La vieja, en realidad, no es "la" vieja. Porque la primera casa de madres del Avellaneda nació en 2002. "En 1997 arrancamos con la maternidad del Avellaneda; veníamos de la otra y tuvimos unos seis meses para armar todo, y también para cambiar nuestra mentalidad de médicos", cuenta Miguel Melano, jefe del servicio de Obstetricia.

"Ya conocíamos los famosos 17 pasos para un parto respetuoso, establecidos el año anterior en Beijing, y decidimos armar unidades de parto y de recuperación que permitieran intimidad y que una persona acompañara a la parturienta -añade-. Como parte de este modelo, en 2002 fundamos nuestro primer hogar de madres. Era chiquito y bastante precario, pero ayudaba a lograr uno de los objetivos: la lactancia exclusiva y a demanda".

Cuenta también, agradecido, que mucho influyó en esta historia la acción y la enseñanza de la obstetra Diana Galimberti.

"Ella nos tenía de aquí para allá... ¡y lo logramos! En 2005 Unicef nos dio el premio al compromiso con la madre y el niño, y en 2006 fuimos el segundo hospital del país en certificar como Hospital Amigo de la Madre y el Niño. Haber logrado construir y equipar esta casa es un sueño hecho realidad", dice feliz Melano. "De hecho, el modelo de la maternidad segura nació aquí ", añade. Otra buena: desde aquí se está expandiendo por el sistema público de salud de todo el país.

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