El teatro perdió a su maestro de escenógrafos

El teatro perdió a su maestro de escenógrafos

El arquitecto Alberto Lombana formó parte de una generación que hizo brillar la cultura tucumana.

PURO TEATRO. Lombana (a la izquierda) creando el ámbito escénico que requería una puesta, en 1981, junto al recordado Carlos Olivera.  LA GACETA / ARCHIVO PURO TEATRO. Lombana (a la izquierda) creando el ámbito escénico que requería una puesta, en 1981, junto al recordado Carlos Olivera. LA GACETA / ARCHIVO
09 Junio 2013
Tenía voz de locutor. Intervenir el espacio era su debilidad y su mayor talento. Lo hizo una vez más, en noviembre de 2012, en una Representación del espacio escénico de la Facultad de Arquitectura, junto a otros profesionales de renombre, en la Usina del Centenario de la UNT (avenida Sarmiento al 1000).

Tras una intempestiva enfermedad, el arquitecto Alberto Luis Lombana murió el viernes, a los 75 años.

La UNT crea Canal 10 en 1966. Además del respaldo del rector, Eugenio Flavio Virla, el otro pionero y gran impulsor del proyecto fue Lombana, que diseñó el edificio del canal. A comienzos de los 70 lideró el equipo técnico que planificó el Parque Guillermina. Pero es el espacio escénico, el diseño de luces y de vestuario del Teatro Universitario y del Estable donde Lombana hace sus mayores aportes.

Su nombre adquiere tanta relevancia como los de directores -Carlos Olivera, Boyce Díaz Ulloque- y actores -García Bes, Forté, Fénik, Castaldo, Chehade, Sombra, Avila o Ponce- de una época brillante de la cultura tucumana. "Marat Sade", "Calígula", el inolvidable "El hombre de la Mancha" y el ballet "Carmen" son las primeras grandes puestas en que participó.

Uno de esos actores, Juan Carlos Di Lullo, lo recuerda: "Conocí a Alberto Lombana a través de la pantalla en blanco y negro de Canal 10 a fines de los años 60. No sabía entonces que en 1982, se iba a convertir en el responsable de mi primer trabajo en televisión, en la conducción de un magazine semanal, 'Guía Visión'. Después tuve la oportunidad de trabajar con él infinidad de veces en teatro y en TV, y de habituarme a ese rostro adusto y a esa expresión ceñuda y seria que daba paso casi sin transición a una risotada franca y estentórea. La mayor parte de mis encuentros con Alberto transcurrieron en esa zona entre mágica e irreal que proponen los escenarios vacíos. Me tocó trabajar en innumerables escenografías diseñadas por él: desde aquel ambiente sobrecogedor que imaginó aprovechando al máximo las soberbias medidas del escenario del Alberdi en 'Rosencrantz y Guildenstern han muerto' (Teatro Universitario, 1972), hasta la espectacular producción de 'Cyrano de Bergerac' (Teatro Estable, 1981), dirigida por Olivera, en la que se incluyó la proyección de escenas filmadas en cinemascope como separadores de los cuadros escénicos. Pero las vivencias más ricas que experimenté fueron las interminables charlas de las que fui testigo en las que él y Olivera discutían proyectos fantásticos, fascinantes por lo irrealizables, tan seductores como atrevidos, y en los que siempre le correspondía a Alberto la tarea ímproba de imaginar los escenarios, corporizarlos, ponerles medidas precisas, dibujarlos o representarlos en delicadas maquetas a escala y elegir los materiales precisos para realizarlos. Creaba el marco ideal para que los actores, guiados por la dirección, intentáramos el milagro de transportar a los espectadores a los mundos fantásticos ideados por el autor. Es decir, hacer teatro".

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