La historia detrás del nombre

La historia detrás del nombre

21 Abril 2013

Por Cristiana Zanetto - Para LA GACETA - Asís

El turista que decida llegar hasta Asís buscando un paisaje lujurioso, cuestión ahora rara de encontrar en Italia, sentirá, además, una suerte de misticismo que aún prevalece en este lugar.

Caminando por las callecitas estrechas, pavimentadas con pequeñas piedras, hasta un no creyente es seducido por la historia de Francisco, el hombre que fue consagrado Santo el 16 de Julio de 1228, por el Papa Gregorio IX, a solo dos años de su muerte. Ese hombre, con su ejemplo, hizo renacer y ayudó a la Iglesia de la época y, quizás, también a la de hoy. Basta entrar en la Basílica Superior de Asís para observar, en el mural del Giotto, al Papa Inocencio III que sueña el derrumbe de la Basílica de San Giovanni en Laterano, de Roma. Un desmoronamiento impedido por el "Poverello" de Asís.

La historia de Francisco se esconde detrás de una multiplicidad de testimonios que suelen aparecer como no coincidentes. Es un problema recurrente cuando se quiere reconstruir su vida. Algunas fuentes lo presentan como un herético, otras -como la versión de Tomás de Celano o la "ultraoficial" de San Bonaventura- lo muestran como un hombre manso e inofensivo para la Iglesia

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Una estudiosa reciente, Chiara Frugoni, profesora de Historia Medieval de la Universidad de Roma, en su libro Francisco, historia de un hombre, al confrontar las diferentes fuentes históricas, nos ofrece el retrato extraordinario de una persona muy humana y, además, el de un santo que en, el siglo XIII, fue lo suficientemente ejemplar, excepcional y tan comprometido con su fe como para ser capaz de evitar el derrumbe de la Iglesia de la época y, quizás, el de la actual.

En Francisco, el hombre y el Santo son una sola entidad, con todas las debilidades y defectos de carácter de una persona. Se trata de un hombre que rompe con el modelo tradicional de la santidad y de la devoción. Francisco es una persona alegre que recomienda el gozo a sus compañeros, que ama la pobreza y que nunca desprecia el placer emotivo y sereno. Está muy lejano de aquellos rostros tristes y serios exaltados por la espiritualidad monástica tradicional según la cual el monje debe sufrir.

Distintas hipótesis

Todas las fuentes relatan la historia de Francisco a partir de sus 25 años, es decir en el momento de su conversión. No sabemos nada de su niñez. Podemos decir que su verdadero nombre fue Giovanni (Juan); así lo bautizó su padre, Pietro Di Bernardo, rico mercader de tejidos. Los familiares, luego, comenzaron a llamarlo Francisco. Quizás en homenaje a que cuando nació su padre estaba vendiendo telas en Francia o, más probablemente, a que su madre era una noble de origen francés. Se explicaría, así, por qué Francisco amaba expresarse en esa lengua, pues sería la que habría escuchado en su infancia. Las hipótesis respecto a su nombre son muchas. Puede ser, como señala Tomás de Celano, que se deba al entusiasmo con el que leía, en francés, las canciones de gesta y los relatos heroícos de Arturo y de los Caballeros de la Tabla Redonda.

Esos valores de cortesía y de solidaridad, al parecer, Francisco ejercitó en algunas batallas en las que participó siendo joven. Fue encarcelado, junto a otros, por más de un año.

Descubrirá a Dios luego de dos revelaciones nocturnas. En Asís se despojará de todos sus bienes materiales, contrariando a su padre y decidirá vivir en la pobreza por propia voluntad dedicándose a predicar y a cuidar a los leprosos. Enseñará la importancia de vivir en base al trabajo producido por las propias manos. Reunirá a su alrededor a doce seguidores que serán los primeros hermanos de su orden. En 1210 obtendrá la autorización oficial del Papa Inocencio III para predicar, a pesar de ser un laico.

San Francisco que, para muchos, fue una especie de "juglar hippy", una suerte de John Lennon que cantaba a los pájaros y hablaba con los animales, era, en verdad, un soldado de Cristo. Su idea de Iglesia -presagio o profecía para el nuevo Papa- era la de una milicia fundada en la disciplina y en la voluntad de superar todos los grados de la obediencia.

Francisco no tomó como modelo la vida de los Apóstoles. Imitó directamente al Cristo pobre y peregrino. Ya en el modo humilde de vestir se revelaba su innovativa cercanía a la pobreza en contraste con un clero que cultivaba otro modo de vivir, lejano a las necesidades de los más carenciados.

Similitudes

El ejemplo de Francisco, que se hizo conocido inmediatamente por su dedicación a los humildes, puso a la Iglesia frente a una elección de supervivencia. Una situación no muy diferente a la de la Iglesia actual que, acosada por múltiples escándalos, busca su permanencia, no sólo en Europa, en donde desde hace tiempo ha perdido adeptos, sino de manera particular en Sudámerica y en Asia.

Es así que el nombre de Francisco, pronunciado hace algunas semanas desde el balcón de San Pedro, ha devuelto la percepción de una Iglesia renacida y renovada.

El "más italiano de los santos; el más santo de los italianos", como lo definía Mussolini, ha sido disputado, como ejemplo, por muchos.

Pero Francisco, al menos en Italia, ha sido considerado el santo socialista, el santo proletario, el santo pacifista y amante de los animales, y hasta el santo feminista, ya que reconoció también a las mujeres la facultad para difundir la palabra de Cristo, como es el caso de Santa Clara. No olvidemos que en su tumba está sepultada su amiga, la noble romana Jacopa dei Settesoli, cuestión insual para la época.

"Dios, dame la fuerza para cambiar las cosas que puedo cambiar, de aceptar aquellas que no puedo cambiar y de saber distinguir unas de otras", decía San Francisco.

Parecen palabras dirigidas especialmente al Papa argentino.

© LA GACETA Cristiana Zanetto - Periodista italiana, colaboradora de medios
gráficos y televisivos.

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