Villalba confía en que el Papa hará cambios

Villalba confía en que el Papa hará cambios

Espera que Bergoglio sea un buen pastor porque, afirma, es un hombre muy humilde y servicial. Por Magena Valentié, enviada especial de LA GACETA a Buenos Aires.

EN AEROPARQUE. Villalba llega con sus maletas a Buenos Aires. Luego viajó a Italia. LA GACETA / FOTO DE MAGENA VALENTIE (ENVIADA ESPECIAL) EN AEROPARQUE. Villalba llega con sus maletas a Buenos Aires. Luego viajó a Italia. LA GACETA / FOTO DE MAGENA VALENTIE (ENVIADA ESPECIAL)

BUENOS AIRES.- Fue el hombre mas cercano al Papa Francisco. Trabajó con él codo a codo durante seis años como su mano derecha en el Episcopado Argentino. Monseñor Luis Héctor Villalba, el arzobispo emérito de Tucumán, conoce más que nadie la forma de ser y de llevar adelante los asuntos de la Iglesia argentina. Juntos exponían ante el Papa Benedicto XVI la situación de la iglesia en el país. Pero también los une un pasado pastoral en Flores, Buenos Aires. Sin embargo, monseñor Villalba, fiel a su estilo, no lo abrazará como al amigo que es cuando lo vea mañana. "Me arrodillaré frente a él y le besaré el anillo, como tiene que ser... ¡porque es el Papa! ¿no?", razona con sencillez. Conversó con LA GACETA antes de partir a Roma.

- ¿Cuándo conoció al cardenal Jorge Bergoglio?

- Realmente lo conocí el día que fue ordenado obispo. Pero mi trato fluido con él comienza en el Episcopado. Yo estaba primero en la diócesis de San Martín y luego pasé a la de Tucumán. En los últimos años esa relación se fue estrechando cuando lo hacen presidente y a mi vicepresidente primero en los mismos años, por dos periodos de tres años, y el último fue a fines del 98 , es decir que estuvimos seis años trabajando juntos, pero lo conozco desde hace 20 años.

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- ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con él?

- Muy buena. Nos reuníamos muy seguido. Viajábamos mucho a Roma y nos alojábamos en la casa del clero, donde justamente fue el Papa a pagar la cuenta (ríe). Íbamos a informarle al Papa el estado de la Iglesia Argentina, y nos poníamos de acuerdo para exponer cada tema.

- ¿Cuándo tuvo contacto con él por última vez?

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- Tres días antes de viajar él para Roma. Pero antes ya tenía decidido que iba a vivir en el hogar sacerdotal porque él ya había presentado la renuncia al Papa, cuando cumplió 75 años, pero a veces se conceden dos años más, como me pasó a mí. A él en diciembre se le cumplían los dos años, por eso ya pensaba dónde iba a vivir cuando se jubilara. Iba a volver a la casa donde vivió hace varios años y donde yo viví también hasta el 92.

- Conociéndolo, ¿qué espera del nuevo papa?

- Que sea un buen pastor, porque de verdad es un hombre muy humilde y servicial, por eso creo que va a trabajar mucho por la Iglesia y va a producir cambios.

- ¿Cómo lo recuerda?

- Como un hombre de Dios, que se levanta muy temprano a la mañana para hacer oración, un hombre de fe, de Iglesia, un hombre de diálogo, que sabe discernir e interpretar los acontecimientos, un hombre equilibrado que siempre trata de buscar el acuerdo. Humilde en serio, y no solamente porque viaja en subte, sino en toda su manera de ser. Imagínate que iba a ir a vivir al hogar sacerdotal y seguramente a ponerse a disposición de alguna parroquia para poder seguir ayudando.

- ¿Qué cambios espera?

-Lo fundamental es el testimonio que ya está dando.

- ¿Usted creía que él iba a ser papa?

- Mi hermana Clelia estaba más convencida que yo. Ella le decía a unas religiosas que la atienden cuando estaban rezando por el nuevo Papa: "va a salir Bergoglio, ya vas a ver". Y las hermanas le advertían: "pero mire que ya es grande". No, no, insistía. (ríe)

¿Qué le pareció el gesto que tuvo el Papa con el cardenal que protegía a los involucrados en casos de abusos?, se le consultó a monseñor Villalba. "Más allá de que es muy fácil juzgar la historia después de 20 o 30 años, hay que aclarar que la forma de ver todo esto ha cambiado. La Iglesia ha puesto medidas más severas, sobre todo Benedicto XVI, ha cambiado la legislación. Pero en otro tiempo estas acciones eran vistas como un pecado y no como un delito. Entonces el obispo llamaba al arrepentimiento, cambiaba al cura de lugar para ver si mejoraba, lo que no significaba tapar. Eran los padres los que debían denunciar a la Justicia, pero no el obispo. En todo caso cabía un juicio eclesiástico. Todo esto se ha ido modificando", contestó.

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