El Gobierno oscila entre Chávez y ver qué hace con Scioli

El Gobierno oscila entre Chávez y ver qué hace con Scioli

A la Presidenta no le agradó que los grupos K no salieran las calles a llorar al líder venezolano. En tanto, se preocupa por Scioli. Huego E. Grimaldi / agencia dyn

BUENOS AIRES.- Se dice a menudo que la Presidenta de la Nación ha sido fría con la tragedia de Once, que primero se aisló y que la negó durante un año, mientras que se critica que ahora haya puesto el aparato del Estado al servicio del dolor, cuando salió corriendo para ir a expresar su sentimiento de "compañera y amiga" ante la muerte de Hugo Chávez. Las transmisiones de Fútbol para Todos de aquellos días no mostraron como ahora crespones por los 51 muertos, aun después de haber terminado el período de duelo nacional.

Sin embargo, la sociedad parece ser igual a ella: no se le mueve un músculo cuando el Ejecutivo acorrala a la Justicia, apenas salió a la calle hace unos días por Once y la AMIA y ha revelado el Washington Post que la Argentina es el país de América latina donde Chávez más admiradores cosechó. Haciendo apenas una lectura lineal de estos comportamientos, a muchos ultras envalentonados les resulta bien fácil soñar, entonces, con una "Cristina eterna".

Pero, atención, que esa preferencia por el venezolano que sugieren las encuestas se ha quedado también en la retórica, porque más allá de la concurrencia masiva a la Meca caraqueña haciéndose los revolucionarios y otras dolidas manifestaciones por Twitter a favor del Comandante de parte de dirigentes kirchneristas interesados en figurar, que suelen acompañar el proyecto mirando de reojo lo que hace y dice la Presidenta, tampoco se registró en las calles del país la presencia de la militancia K, como se hubiera deseado en Olivos, ni una sola marcha multitudinaria de dolor. Sólo siguiendo la TV bolivariana calmaron sus conciencias.

Su abrupto regreso es otro capítulo que da para disímiles interpretaciones. El calor y la baja presión ha sido su propia explicación. Cristina iba a ser la oradora elegida frente al medio centenar de jefes de Estado que despedía a Chávez y eludió el convite, aún sabiendo lo que a ella le gusta ser el centro de las miradas. Entonces, cobra relevancia, la tesis de la no foto con el presidente de Irán, Mahmud Amadinejad, quien lloró junto al féretro y se abrazó de modo vehemente a Evo Morales, el presidente de Bolivia que, según el discurso presidencial en el Congreso, expropió "hasta el pasto".

Pese a todos esos devaneos de la opinión pública y al traspié emocional de la Presidenta, las usinas más radicalizadas del proyecto la siguen embarcando en el juego de 2015 y ya se verá si lo hacen por instrucciones o por sus propias ambiciones. Otros en el Gobierno prefieren esperar que el humor presidencial decante y contrastar la situación con la realidad.

Para los más acérrimos cristinistas, el muñeco a voltear es Daniel Scioli y no parece que las adhesiones que éste podría cosechar en la provincia de Buenos Aires sean el dique que contenga el aluvión reeleccionista que pretenden instalar, una vez más a partir del marketing del luto. Por eso, han resuelto mojarle la oreja al bonaerense para dirimir quién es el verdadero dueño de los votos en el distrito, retándolo con internas para sacarlo, en primera instancia, de lo que mejor hace: manejar los tiempos del combate.

En el entorno del gobernador dicen que la no ruptura explícita es una cuestión de "responsabilidad", ya que el gobierno nacional tiene como gran aliado el recurso de la caja, que está pisada desde hace mucho tiempo. Mientras tanto, docentes y estatales lo esmerilan sin asco y resolver estos conflictos será una prueba de fuego para el gobernador: los mismos porcentajes que la Nación no quiere convalidar a nivel nacional, esos gremios se lo exigen a Scioli, aunque los chicos de la provincia no hayan podido comenzar las clases siquiera.

En tanto, el gobernador de Santa Cruz acaba de anunciar que llevará listas propias en las Primarias provinciales y eso mismo le piden muchos dirigentes del PJ al gobernador, quienes se encolumnarían gustosos en un proyecto diferente al actual, que exceda inclusive al gatopardista y a la vez contradictorio eslogan sciolista de "continuidad con cambios". En este sentido, Francisco de Narváez y Sergio Massa hacen su juego, que incluye como posibilidad concreta apuntalar el salto de cerco sumándose a la corriente del gobernador con miras a 2015, junto a otros intendentes no peronistas del Norte del Conurbano, incluido Jorge Macri, del PRO.

Scioli sabe que desde la Casa Rosada le quieren llenar las listas nacionales y provinciales de legisladores ajenos a su sentir, quienes traicionarían al instante su pretensión de ser Presidente. Entonces, se propone resistir hasta dónde pueda, ya que si no lo hace su carrera política estaría terminada, aunque se deba tragar los sapos de quienes lo critican por "hacer la plancha". Mientras tanto, se chuzean de forma recíproca.

En el pase de mensajes y cuidado de los gestos, el gobernador es un campeón: se sacó fotos en Expoagro con quienes más irritan a la Casa Rosada (miembros de la Sociedad Rural y directivos de Clarín y La Nación, organizadores de la muestra), aunque evitó instruir a sus diputados actuales para que retaceen el quórum en el caso del Tratado con Irán y avaló la situación sin pronunciarse de modo contundente en contra, como se dice que opina en la intimidad. En tanto, se lo observó protocolar y distante en el caso de la muerte de Chávez.

Por su parte, casi como una agresión y para sacudir esa tibieza que los exaspera, los cristinistas le están pidiendo a Scioli que Karina Rabollini, su esposa, sea la candidata número 2 de la lista de diputados de Alicia Kirchner, mientras que algunos otros gurkas fantasiosos del kirchnerismo extremo sugieren que sea el propio gobernador el que renuncie para acompañar el modelo desde el Congreso.

En el pináculo de la presión, desde algunos sectores del gobierno nacional lo corren a Scioli con la intervención federal a la provincia, mientras que él asusta con la emisión de patacones, una forma de mostrar cómo la política económica kirchnerista ha sido un periplo que fue de la recuperación, que lideró Néstor, quien ayudó a rescatar las cuasimonedas como algo simbólico, a la posterior caída en tiempos de Cristina. De paso, quedará demostrado que las finanzas nacionales están exhaustas.

Respecto de la relación con Chávez, el país se ha quedado sin el pan y sin la torta. Por decantación, la oposición y hasta el peronismo federal concluyen que la "década ganada" de la que tanto presume el kirchnerismo, ha sido en verdad un espejismo en materia de desarrollo por mirar demasiado a Chávez, sustentado en estadísticas cuestionables y en la inyección de fondos al consumo, que ahora se manifiesta en inflación creciente (que ha desplazado precisamente a Venezuela del primer lugar), déficits gemelos, cepo cambiario, cierre de importaciones y tipo de cambio atrasado.

El escenario abre a futuro un gran interrogante para evaluar estos años de modelo K, salvo los cambios de paradigmas que se instalaron en la mente de muchos argentinos, fundamentalmente en materia institucional y de relación con la oposición, la Justicia y el periodismo, en los que las ideas hegemónicas y autoritarias de Chávez han sido también preponderantes.

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