Fieles, a pesar de todo

¿Que hubiera sido del culto sin el trabajo anónimo, desinteresado e incondicional de las mujeres, aún desde el último de los lugares? Es difícil imaginarlo, sobre todo tras largos siglos de aceptación de que fuimos creadas después que los varones. Buenas razones tendrá Dios, pero ese no es el punto que más baja la autoestima de las mujeres en las religiones monoteístas, sino toda la historia que se escribe en clave patriarcal y, muchas veces, machista. No por eso las mujeres han abandonado su fidelidad y su servicio, sobre todo en tareas tan esenciales para la supervivencia de la religión como la educación. Quizás, hayan sabido diferenciar lo que venía de Dios de lo que era producto de los hombres. Pero nadie hace una reivindicación de tanta grandeza hacia la mujer como el propio Jesús, cuando reconoce que es María, su madre, la única que mantiene viva su fe en la resurrección cuando él está muerto. Es por eso que cuando resucita no se le aparece a los apóstoles, como hubiera sido lo natural, porque eran los elegidos para dar a conocer el Evangelio. Las mujeres son las primeras testigos de la resurrección. Es cierto que después Jesús también se les aparece a los apóstoles. Pero tuvo que anunciarse: shalom "la paz este con ustedes", los saludó como para aventar el susto que se dieron cuando lo vieron, porque como dicen las Escrituras, creían haber visto un fantasma. Es cierto que hoy las religiones están discriminando menos a la mujer. En el judaísmo hay rabinas. Pero no es el poder lo que las mueve, sino la fidelidad, pese a todo.

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