Hay varios desafíos para el día después

Hay varios desafíos para el día después

Sea cual sea el resultado de hoy, será la elección más reñida que vivan los venezolanos desde 1994, cuando Rafael Caldera se impuso como Presidente por escaso margen. Sin balotaje previsto en las normas electorales, el que obtenga un voto más que su rival será consagrado mandatario entre febrero de 2013 y mismo mes de 2019.

Si bien hay siete candidatos, la puja está restringida a Hugo Chávez y a Henrique Capriles Radonski. Y la distancia real que se espera no superaría los cinco puntos, sea para uno o para otro. A partir de allí, se multiplican las especulaciones sobre si los candidatos y sus seguidores aceptarán el resultado; denunciarán fraude o llamarán a la resistencia en contra del ganador formal. A mayor diferencia de votos, menor reacción.

La posibilidad de un alzamiento militar está virtualmente descartada. Aunque las Fuerzas Armadas hayan sido rebautizadas como Bolivarianas por Chávez, han dado recientes señales de ser una institución que defenderá la democracia antes que a un sector político determinado. Y eso, a 20 años del levantamiento golpista que protagonizó el hoy Presidente contra Carlos Andrés Pérez, no es poca cosa.

Una de las dudas del día después de las urnas es quién será el segundo en el mando de Venezuela, el que es designado y removido discrecionalmente por el Presidente, sin rendir cuentas a nadie. Chávez tuvo siete vicepresidentes a lo largo de sus 14 años en el cargo, a un obvio promedio de uno cada dos años. El actual, Elías Jaua, lo acompaña desde 2010, y podría seguir en esa función ante la fidelidad que le demostró. Otro nombre que suena para ese cargo es el del canciller, Nicolás Maduro. El cáncer que padece (o padeció, según la información que brinda el mandatario) hace que este no sea un dato menor; si fallece, la puja por la sucesión política, por la nunca definida herencia del poder, puede fragmentar el Partido Socialista Unido de Venezuela en mil pedazos. El cuestionado Diosdado Cabello quedaría al frente, pero con gran resistencia.

Capriles dijo que ya había decidido quién lo iba a secundar, pero sorpresivamente reservó su nombre luego de haber prometido anunciarlo antes de la elección. Esta sola situación evidencia la lucha interna y las tensiones existentes en la alianza que lo respalda, con fuerzas distintas que buscarán cargos y puestos estratégicos de importancia en caso de la victoria.

Al opositor le preocupan muchas más cosas que la pelea dentro de su propio grupo. Si gana, no sólo deberá controlar a sus seguidores y definir gabinete, sino que tendrá que abrir urgentes canales de diálogo con los oficialistas que controlan la Asamblea Nacional (el Poder Legislativo), cuya renovación de bancas no tendrá lugar hasta 2016. Aprobar las leyes que necesite y evitar el hostigamiento parlamentario dependerá de pactos.

La oposición tampoco controlará otras dos áreas clave del Estado: el Poder Judicial y el Consejo Nacional Electoral (donde sólo tiene un vocal de cinco). Con ese panorama, Capriles deberá nombrar a un óptimo negociador político. El éxito de una eventual gestión presidencial dependerá, en enorme medida, de él.

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