"Los correctores estudian y se preparan para ser los médicos de las palabras"

Claudia Nicolini
Por Claudia Nicolini 14 Mayo 2012
"¿Es que la lengua está enferma?", le pregunté. "La enfermamos, la enfermamos", respondió con tristeza en la mirada. "¡Pero no debemos bajar los brazos!", replicó.

Ella no los baja. Y no sólo no los baja, sino que desde 1988 milita para que las palabras heridas tengan quién cuide de ellas. Ese año presentó en la Universidad de Belgrano el proyecto por el cual, un año después, se creó la primera carrera de Corrector.

En 1990 dio a luz lo que hoy es la fundación Litterae, en la que desde entonces se forman correctores y traductores en el uso correcto de la lengua. Pero también abogados, psicólogos, médicos, farmacéuticos ("todos son profesionales -aclara-. Lo que damos es un postítulo")... Es un logro inmenso: ni en España existe una institución así.

Trabajar en libertad

Y así significaba para ella, cuando la fundó, una institución que le diera "mucho espacio y mucha libertad", donde el Estado no pudiera congelar los planes de estudio, donde la formación se pautara en función de las necesidades de los alumnos.

Un lugar (que va mucho más allá del espacio físico, por supuesto) que funciona, según ella lo describe, como una familia. De hecho, a los egresados los llama "mis correctores". Los planes de estudio se construyen por consenso ("los alumnos me piden ciertos contenidos y los vamos añadiendo"). Fue así como la carrera, que comenzó siendo de un año, ahora dura tres, y los títulos no "habilitan" oficialmente (de modo que no permiten hacer crecer el curriculum), sino desde el saber, a pesar de lo cual la demanda crece y crece.

Es buena noticia, aunque la tarea sea titánica en la inmensidad de nuestros cotidianos ataques a la lengua. Es buena noticia que haya gente que quiere aprender a "curarla". "Los correctores estudian y se preparan para ser médicos de las palabras -me dijo-. Los correctores son aquellos a quienes puedo ir y decirles 'tengo esta oración descompuesta'".

¡Qué hermosa sensación! ¡Qué alivio después de tantos años de sentir, cada vez que corregía un texto, que quien lo había escrito me miraba con rencor!

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