Demasiado injusto para ser verdad

Demasiado injusto para ser verdad

Atlético arrancó con todo y ganaba, pero se topó con malos fallos y un Trezeguet letal

APLAUSOS, POR FAVOR. La caprichosa se esconde detrás de la humanidad de Trezeguet. Ya voló hacia el arco de un Dei Rossi vencido y tendido. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA APLAUSOS, POR FAVOR. La "caprichosa" se esconde detrás de la humanidad de Trezeguet. Ya voló hacia el arco de un Dei Rossi vencido y tendido. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA
El viejo vicio de recurrir al factor externo de la culpa ajena para limpiar una derrota esgrimida en goleada, en este caso, no viene mal. Tampoco será una excusa. Atlético perdió bien con River, sí, pero no mereció caer así como lo hizo. Al nuevo líder de la B Nacional de por sí le sobra categoría y calidad como para necesitar una mano amiga del hombre que está en la cancha para impartir justicia. Lo de Alejandro Toia, realmente, dejó mucho qué desear. Muchísimo.

De hecho, genera bronca regalarle tantas líneas a un actor de reparto cuya única obligación es hacer regir y predicar el reglamento, no ensuciarlo. Embarrar la cancha no debería ser lo suyo, tampoco lo de sus colaboradores, que patinaron feo cuando debieron guardar sus banderillas y dar el visto bueno a las intenciones de fútbol de Atlético. Se las chorearon.

Dentro de ese marco negro cubierto de neblina, el anfitrión fue el primero en tocar la puerta del gol. Y cómo. Fondacaro lo buscó; sacó un lateral, tiró una pared con Salvatierra y se fue a cabecear una maravilla de Barrado. Mucha rosca en el testaso y 1-0 confirmado. Perfecto. Fueron los 7' más lindos para el hincha. Hasta ahí, la victoria era merecida. Sin embargo, apareció la lesión de Diego Armando, Sánchez acusó recibo sicario a distancia y González comenzó a hacer uso y abuso de su mote de "Maestrico".

Enloqueció a "Fonda" al punto de dormirlo. Cavenaghi, sin pólvora, lustró su botín para cederle al venezolano una asistencia de documental, y éste la firmó con un caño a Dei Rossi. Brillo y 1-1. El resultado era justo, River era River y Atlético era Atlético pero sin Barrado.

La tortilla se dio vuelta completamente. Al ratito, Toia vio falta de Barone a Sánchez en el área (sí era), aunque no se dio cuenta de que el balón estaba fuera: la jugada no valía. Cobró penal y Trezeguet lo cambió por el 2-1. La furia incursionó cual epidemia. Ni hablar, entonces 4' minutos después. Salvatierra prometió un centro a la olla que nunca llegó. La mano, alevosa, de Maidana le bloqueó la promesa. El línea agachó la cabeza y Toia buscó estrellas. Un horror.

La segunda etapa no varió en demasía. Los "justicieros" seguían derrapando (le anularon un tanto lícito a Salvatierra) y River aprovechaba las suyas. "Fonda" encaró de crack hasta que se topó con Barrionuevo. Mal pase de "Fede" y contra ajena; asistencia de "Chori" y mini vaselina de David: 3 a 1 de película.

Barone le puso misterio con su guapeada al toque. No alcanzó, porque desde la cocina surgió Sánchez y clavó una daga donde más duele, cerca del vértice. Ahí se fue el último aliento de Atlético. La ilusión de hazaña.

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