El miedo llegó para quedarse

El miedo llegó para quedarse

Por Melisa Cabo - Agencia Télam

11 Septiembre 2011
La ciudad de Nueva York amaneció ayer buscando seguir el ritmo normal de cualquier fin de semana, con turistas en las calles y tranquilidad en sus habitantes, pese al emotivo recuerdo a los fallecidos en las Torres Gemelas y a un fuerte operativo de seguridad que se intensifica cuanto más cerca se llega de la Zona Cero.

Con carteles que recomiendan "evitar el centro" en estos días, la gente transita por la Gran Manzana con normalidad; aunque conciente del alerta dado por el Gobierno ante la posible amenaza relacionada con el aniversario del ataque, no deja sus rutinas.

"Estoy tratando de hacer mi vida normal, pero estoy siendo más cautelosa", comentó Tiffany De Santi, quien confiesa, sentada en la puerta del parque del City Hall, estar asustada de que puedan volver a ser atacados. Si bien reconoce que ese no es el sentimiento de todos los neoyorquinos, la joven de 21 años dice que "la mitad de la población" vive con miedo.

A varios minutos de ahí, en la famosa Chinatown, los turistas asediados por los vendedores callejeros caminan buscando las ofertas al margen de los emotivos recordatorios y la congoja que envuelve, a unas veinte cuadras hacia el sur, a la Zona Cero. Para el vendedor de anteojos en plena Canal Street, Jazz Ci, "la ciudad está igual que siempre" y no cambió sus hábitos por los actos conmemorativos que mañana reunirán al presidente estadounidense, Barack Obama, y al su predecesor, George W. Bush. Pero aclaró que desde el atentado perpetrado por dos aviones comerciales una década atrás, "Estados Unidos no es el mismo país ni lo volverá a ser, el juego está iniciado". Oriundo de Brooklyn, señaló que, si bien en los actos del domingo, "no pasará nada, en algún momento volverá a ocurrir".

Con un cielo gris y clima templado, el tráfico de Manhattan sufre las consecuencias de la gran presencia de policías que, con el objetivo de custodiar la ciudad, cortan calles, revisan vehículos y permanecen atentos a los movimientos. El mismo escenario ocurre en los subtes y en la concurrida terminal de tren, la Penn Station. "Hay muchos, muchos policías y el tráfico no se mueve por la seguridad", comentó un taxista quejándose por los inconvenientes; en estos días tendrá que terminar más temprano su turno, mientras que algunos de sus colegas que optaron por directamente no trabajar.

De origen musulmán, el chofer llegó a Estados Unidos hace ocho años y aseguró que nunca fue objeto de ningún tipo de comentarios por sus creencias religiosas en relación a la adjudicación del atentado por parte de la red Al Qaeda en nombre del Islam. "Que sea musulmán no significa que sea terrorista", aseveró, empleando el tono de voz de quien quiere dar a entender que ya repitió más de una vez esa frase en todo este tiempo.

A pocas horas de los actos conmemorativos en el mismo lugar en que fueron derribadas las Torres Gemelas, Nueva York respira el aire de una ciudad que busca adaptarse a los cambios aunque, una vez más, bajo cautela y con extremas medidas de seguridad.

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