No hay margen para el error

No hay margen para el error

Por Comisario José Díaz - Instructor de tiro táctico urbano.

22 Mayo 2011
Siempre es mejor no tener armas en la casa. Quienes tienen armas deben tener mucho cuidado. No hay margen para el error. Una equivocación puede ser igual a una desgracia.

El Registro Nacional de Armas (Renar) prevé que aquella persona que tenga un arma la debe saber manejar. No cualquiera tiene permiso para portarla. Además, se hacen estudios psicológicos y físicos para saber si alguien está preparado o no para manipular un arma.

El problema es que durante muchísimos años, antes de que en 1994 el Renar cree el registro de armas, nunca se inscribieron a las personas que tienen en su poder un arma de fuego. Entonces hay un gran desconocimiento sobre la cantidad real de armas y de gente que no sabemos si sabe usarlas o no. Es probable que muchos hayan recibido un arma como herencia y la tengan guardada por si algún día necesitan usarla en caso de un robo. Esto es un verdadero peligro. Por eso debe intensificarse la campaña de desarme en el país.

El principal riesgo de tener un arma en casa es que uno la deje cargada y alguien que desconozca esta situación la encuentre y gatille. Ese es el motivo de gran parte de los accidentes fatales.

Lo mejor es guardar el arma en una caja de seguridad y hablar con sinceridad a la familia. Todos deben saber que existe un arma en la casa y que es conveniente no tocarla.

Hay que concientizar a los niños y adolescentes sobre el peligro de las armas; nunca dejarlos a su alcance. Otra situación común de accidentes es querer satisfacer la curiosidad de un invitado a la casa. No hay que olvidar la famosa frase de que a las armas las carga el diablo. Se recomienda ser meticuloso. Siempre que guardo un arma, conviene descargarla. Si la recibo, reviso que esté descargada.

Vemos que pistolas y revólveres ilegales aparecen cada vez más en los delitos. Muchas de estas armas salen de las propias familias que decidieron comprarlas como autodefensa y ante un robo, por miedo, se las terminan entregando a los delincuentes.

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