El Majestic, símbolo de una época que agoniza

El Majestic, símbolo de una época que agoniza

Por Nancy Mozzi - Mag. en Historia de la arquitectura latinoamericana.

RESABIOS. El Majestic es parte de la identidad de la ciudad del siglo XX. LA GACETA / INES QUINTEROS ORIO RESABIOS. El Majestic es parte de la identidad de la ciudad del siglo XX. LA GACETA / INES QUINTEROS ORIO
17 Abril 2011
El cine, nacido como espectáculo de ferias, experimento científico y manifestación artística, se convirtió en uno de los medios de comunicación masiva más importantes de la primera mitad del siglo XX. Fue, especialmente en los comienzos del cine sonoro, el recurso favorito para dirigir la mentalidad de la masa por su conocida capacidad para entrelazar ilusión y realidad, necesidad y deseo.

En los años 20 el cine se transformó en un gran negocio que rendía enormes ganancias y se convirtió en el medio por el cual los Estados Unidos realizaron una política de penetración cultural de alcance mundial, con el fin de exportar, además de los filmes, otros productos industriales, como autos y electrodomésticos. Así, desde principios del siglo XX la industria cinematográfica estadounidense, preocupada por mantener el control de las pantallas de todo el continente americano y de gran parte del mundo -por medio de la distribución y la exhibición de películas-, articuló todos los niveles comerciales, desde la producción de las películas a la imagen de los cines. Las salas, especialmente las fachadas y el foyer, fueron diseñadas como imágenes corporativas de las compañías cinematográficas.

Una explosión

El cine en Tucumán comenzó en las confiterías que ofrecían la posibilidad de ver cintas y estar en un café en el mismo local, pero con precios diferenciados. Sin embargo, con la llegada del cine sonoro esa actividad híbrida se fue acabando. En 1931 la última de las confiterías que seguía exhibiendo películas, El Buen Gusto, dejó de hacerlo.

En los años 30 el cine ya era un excelente negocio en Tucumán. En 1935 había 12 salas en la capital y 16 en la provincia. Mientras el teatro recaudaba $ 107.000 en entradas por año, el cine recibía $ 670.000. Si las cifras eran muy dispares, más impactante era la diferencia en número de espectadores: el teatro congregaba a 73.000 personas por año y el cine llegaba a 1,49 millón. Se proyectaban 17.000 funciones anuales. En 1936 las cifras subieron aún más y se llegó a recaudar $ 719.000 con un total de 1,6 millón de espectadores. Escribió el arquitecto Elmer Gray en 1935: "las construcciones del cine no son permanentes, cierto, pero su mensaje llega a más gente que el de muchos edificios permanentes, y muy a menudo lo hace causando impresiones muy duraderas."

Fue la combinación de la estética de las películas con la de las salas nuevas o renovadas para el cine sonoro lo que constituyó el mayor vehículo de divulgación del Art Déco a partir de 1928. El primer cine que se construyó como tal fue el Majestic, en el lugar que aún hoy ocupa. También fue el primero que adoptó el moderno lenguaje Déco. Es también el único ejemplo de Art Déco tucumano citado en el libro de Francisco Liernur "Arquitectura en la Argentina del siglo XX. La construcción de la modernidad".

La relación entre el Art Déco y el cine no fue casual. Entre 1930 y 1937 se construyeron, ampliaron y remodelaron en Tucumán más de 300 obras (casas, cines, clubes, sedes sociales, garajes, tiendas, escuelas, cafés, mercados, etc.) en estilo Art Déco.

Entre 1930 y 1937 se vendieron más de 10 millones de entradas. El Majestic, Edison, Broadway, entre otros, participaron de la difusión, breve pero intensa, del Art Déco, contribuyendo así a la conformación de nuestra imagen de ciudad progresista y pujante. Hoy, estos edificios deben ser preservados como símbolos de una época y de nuestra identidad social.

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