Adiós a los ojos violeta

Adiós a los ojos violeta

24 Marzo 2011
Liz Taylor fue una estrella; una de las más rutilantes figuras de esa galaxia que fue el Hollywood de los años de oro. Desde su primera aparición en el cine, cuando era apenas una niña, llamó la atención del público; poco después, ya convertida en una bella joven, la delicadeza del óvalo perfecto de su rostro lucía aun más cuando, al levantar sus legendarias pestañas, esas dos piedras preciosas que tenía por ojos llenaban la pantalla.

Fue durante mucho tiempo una de las bellezas con las que Hollywood atraía multitudes a los cines; pero después se encargó de demostrar que, además, era una actriz sólida y visceral. No sólo podía aguantar sin caer en el ridículo el fasto hueco y rimbombante de "Cleopatra"; también podía darle carnadura a personajes complejos como los que interpretó en "La gata sobre el tejado de zinc caliente" o "De repente, en el verano".

Su tumultuosa historia personal no hacía más que agigantar su condición estelar; los ocho matrimonios que celebró (incluido el doblete con Burton) contribuyeron a darle aristas míticas a su biografía.

Y cuando sorprendió a muchos con la enorme Martha que inventó en "¿Quién le teme a Virginia Woolf?", no costaba mucho imaginar que los densos diálogos escritos por Albee tranquilamente podrían haberse dado en la vida real, en la pareja que entonces mantenía con Richard Burton.

Si algo le faltaba para completar el perfil de estrella, en sus últimos años se dedicó a respaldar causas humanitarias. Hasta que su corazón se quedó sin fuerzas y fundió a negro la luz violeta de sus ojos.

Comentarios