En estado puro
Fue una muestra estupenda la que nos ofreció anoche el poeta de la voz de rallador. Socarrón, histriónico, sorprendente, un Joaquín Ramón Martínez Sabina en estado puro se presentó ante un público que lo tiene por un viejo héroe conocido. Su concierto fue un paseo por la temática y ritmos que instaló en el inconsciente cultural desde el Madrid posfranquista, a finales de los 70. Cómo no, mantiene claro los arranques rockeros que cosechó en Londres, donde vivió unos años huido de España, luego de participar en un atentado contra un banco en Granada. Ese Sabina inconformista, libertario y bohemio que había estudiado con las monjas Carmelitas y con los Salesianos y que de joven leía a Fray Luis de León, Manrique, Vallejo, Neruda, Hierro y Proust, en gran medida es el mismo que cantaba en las fiestas populares madrileñas, que con "Viceversa" se universalizó desde los pubs y que se brindó entero en el show que abarcó dos horas y media. De aquella época a hoy, su poesía urbana y meláncolica, plena de ironía, culta e irrepestuosa a la vez no ha hecho más que crecer y enamorar. Sigue siendo flaco, desgarbado, impertinente, entregado completamente a la Argentina. Nos dejó también un par de gestos muy gratos cuando entonó unos versos de "Luna tucumana" y recordó a Mercedes Sosa con "Violetas para Violeta".

"Ojalá volvamos a vernos", dice su poesía en "...Nos dieron las diez" y eso es lo que sugirió cuando arrancó cerca del final del concierto con esa canción que define algunos de los rasgos de su personalidad poética. Con el carisma intacto y una vitalidad sorprendente, Sabina dejó una excelente imagen. El compacto grupo musical que lo acompaña desde hace años no hizo otra cosa que agregar maravilla y calidad a un encuentro que lució por todo lo alto.

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