Anécdotas de una jornada agotadora

Anécdotas de una jornada agotadora

ESPERA. Algunas caminaban, otros jugaban al rugby, otros sólo miraban. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL (ENVIADO ESPECIAL) ESPERA. Algunas caminaban, otros jugaban al rugby, otros sólo miraban. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL (ENVIADO ESPECIAL)
07 Marzo 2011
Las estaciones de servicio fueron el refugio transitorio de los miles de viajeros que quedaron varados. Algunos miraban el partido de Lanús contra Banfield. Otros buscaban en un mapa un camino alternativo para sortear el derrumbe. Entre el laberinto de camiones que se improvisó en el predio de los varados, Laureano Arcaño pisaba el embrague de su moto enduro. "Soy de Córdoba e intento llegar a Perú. Hoy perdí un día entero, pero tuve suerte porque mientras intentaba encontrar una ruta paralela, una familia del campo me invitó a comer un asadazo", dijo el cordobés.

A pocos metros del aventurero, al amparo de una sombrilla, Marcelo Mortarin contó que viajaba con su familia desde Buenos Aires, y llevaba en una urna crematoria las cenizas de su suegra. "Antes de morir ella nos pidió que dejáramos sus restos junto a la Virgen de Salta, en Tres Cerritos. Me apena ver peligrar ese sueño", explicó.

Mario Jesús Molina, jujeño e instructor de manejo, fue el primero que cruzó la media calzada desde el norte hacia Tucumán. "Ahora enfilamos para Catamarca, ¿qué te parece? Ni con dos choferes se puede manejar esta situación", dijo, y mostró un segundo volante en el lado del co-conductor. "Este autito es de la escuela, está equipado especialmente para la enseñanza", explicó.

Cuando estalló la violencia (Ver "La espera..."), los jóvenes que jugaban al rugby se escondieron en una camioneta, las abuelas curiosas cerraron su conservadora y el sol de la tarde empezó a amainar.

Comentarios