Se fueron al infierno como simples obreros y vuelven como héroes globales

Se fueron al infierno como simples obreros y vuelven como héroes globales

"Lo que pasó en la mina, queda en la mina", afirmó el ministro de Salud chileno. Una difícil convivencia que se alargó 69 días

13 Octubre 2010
Este 12 de octubre ha puesto fin a la convivencia forzosa más honda y profunda de la historia, en el sentido literal de ambos adjetivos. Los 33 mineros sepultados en el yacimiento San José, a 700 metros de profundidad, han superado 69 jornadas de existencia en situación límite. La realidad ha sido más creativa que la ficción para, por una vez, fabricar héroes de carne y hueso, tan humanos como invulnerables a los fatales designios de la naturaleza.

La adversidad en todas sus formas ha desafiado la capacidad de resistencia del grupo de trabajadores chilenos, que enfrentaron no sólo el aislamiento en la oscuridad, la humedad y el calor, y la cuasi inanición, sino también la incertidumbre de un rescate nunca antes intentado. En esas condiciones menos que mínimas, los mineros del desierto próximo a Copiapó se las arreglaron para mantenerse con vida y no desesperar.

En el ínterin han ocurrido más cosas de las que trascendieron a la prensa, que esta vez no ha tenido otra alternativa que confiar en la versión oficial de la historia mientras reconstruía los perfiles de los mineros con la ayuda de parientes y amigos. Jaime Mañalich, ministro de Salud chileno, ha sido explícito en ese sentido: "lo que pasó en la mina, queda en la mina".

Pero los detalles conocidos han sido suficientes para mantener en vilo a todo el mundo. En ciertos tramos, la gesta de los mineros fue mejor que una telenovela, como ocurrió en el "capítulo" del 22 de agosto, cuando un mensaje de una línea escrito con tinta roja confirmó el milagro: "estamos bien en el refugio los 33". La noticia transformó a los náufragos de San José en auténticas estrellas de los medios de comunicación y al improvisado campamento de la mina, en un asentamiento cada vez más poblado de familiares, voluntarios y cronistas (ayer había casi 45 por minero).

Mientras la perforadora T-130 completaba su inaudito trabajo, los operarios de San José recibían mimos y atención en un volumen jamás soñado. El Estado no sólo se ha preocupado por equilibrar gradualmente su incipiente desnutrición y por curar a los de salud más deteriorada, sino que también ha tenido la delicadeza de enviar terapias específicas para la piel, los pies y las encías. El contacto permanente, que ha incluido una asistencia psicológica remota, permitió hasta diseñar un régimen de ejercicios diarios con pasatiempos destinados a matar las horas de ocio.

Todo menos alcohol

La tragedia ha concedido a la tecnología una oportunidad de oro para mostrar su faceta más amable. Y esta no la ha desaprovechado: los videos grabados en la intimidad del refugio circularon como una bola de fuego por YouTube. La conexión con el exterior dio a los cautivos la posibilidad de celebrar el Bicentenario de la Independencia chilena (el 18 de septiembre), de alentar a su selección nacional de fútbol y de seguir -en tiempo real- las alternativas del nacimiento de Esperanza, hija del minero Ariel Ticona. Aún con quejas -motivadas en la supuesta censura de las autoridades de la base-, los mineros han recibido constantes mensajes de aliento de personalidades de toda índole, además de los de sus afligidos parientes.

La convivencia de los 33 valientes durante nueve semanas no fue siempre pacífica ni armónica, pese a los partes de tono halagüeño que difundió el Gobierno. El blindaje informativo no impidió que se filtrasen detalles de las desavenencias entre los líderes y el grupo, y rumores de que la paciencia estaba a punto de agotarse.

Los roces internos -por otro lado razonables en las difíciles circunstancias del socavón- mellaron el estado de ánimo hasta de los más optimistas. Edison Peña, de 34 años y amante del deporte, expresó (epistolarmente) a su mujer su temor de que arriba se viviese un clima de festejo inapropiado para los peligros ligados al complejo rescate en marcha: "todo el movimiento que esto ha generado, beneficios de una u otra parte, que no se hubieran dado sin esta tragedia nacional... Nosotros somos los que estamos bajo tierra... Podemos morir en cualquier momento por un derrumbe".

Los nervios y tensiones no llegaron, sin embargo, a opacar la buena impresión que ha generado el grupo de trabajadores de la empresa San Esteban, propietaria del yacimiento. El Estado ha colaborado con la disciplina general al complacer a los mineros en todo lo que estuvo a su alcance. Menos, claro está, en autorizar las bebidas alcohólicas que aquellos pidieron con insistencia, y que, por razones de seguridad y tradición, están terminantemente prohibidas en el interior de las minas.

Las vidas comunes de los trabajadores que el 5 de agosto entraron al yacimiento San José (sin saber que marcarían un récord de permanencia bajo tierra) han estado en boca de todo el mundo. La decisión de Esteban Rojas Carrizo, que le ofreció matrimonio a su pareja, fue festejada globalmente. Y las críticas llovieron sobre Johnny Barrios, el minero de doble vida que "blanqueó" a su amante. Todo eso pasó en un refugio comparado con el infierno (por su elevada temperatura y su gran profundidad). Aun así, ahora se sabe que la convivencia humana también es posible en las proximidades del magma.

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