"Estamos viendo a nuestros hijos desmoronarse"

"Estamos viendo a nuestros hijos desmoronarse"

El "paco" sigue consumiendo a los jóvenes que viven a la vera del Río Salí y las madres pelean con denuedo para que lleguen soluciones. Los profesionales insisten en que el mayor problema es el entorno. Las familias afirman que el único camino que les queda es la muerte. La Iglesia se acercó a los chicos adictos.

FIRMES. Pese a los reveses que encontraron en el camino, las madres de La Costanera aseguran que harán todo lo que sea necesario para salvar a sus hijos. LA GACETA / ANTONIO FERRONI FIRMES. Pese a los reveses que encontraron en el camino, las madres de La Costanera aseguran que harán todo lo que sea necesario para salvar a sus hijos. LA GACETA / ANTONIO FERRONI
26 Junio 2010
Un punto ciego, un punto negro. Así definen los profesionales de la salud a La Costanera. En total son 11 barrios ubicados a la vera del Río Salí. El consumo de "paco" (un desecho del proceso de fabricación de la cocaína) sigue causando estragos entre los jóvenes de la zona, pese a las denuncias que desde fines de 2008 realizan las madres de los adictos.

Cuando los expertos hablan de los puntos oscuros de La Costanera se refieren a lo que el entorno del paciente significa para el tratamiento. Por eso insisten en que debe haber serios cambios en el sector para crear alternativas de recreación productiva, activar fuentes de trabajo y de capacitación y fomentar el deporte.

De la esperanza al luto
Las madres de La Costanera comenzaron cubriendo sus rostros y luego envolviendo sus cabezas con pañuelos verdes, como símbolo de la esperanza. El tiempo pasó y aunque el Gobierno cumplió con unas pocas promesas para la zona, la ilusión se les vino abajo y entonces decidieron reemplazar el verde por el negro. Ahora se denominan las madres del pañuelo negro.

Durante las últimas semanas recibieron más promesas. El Gobierno les juró atención y ya anunció la apertura de un nuevo centro de atención para adictos. Ellas prefieren no aventurar sus esperanzas y aguardar lo que pasará. Por ello, cada miércoles vuelven a la plaza Independencia con un nuevo reclamo.

"Exigimos que se incrementen los patrullajes en la zona. Ahora hay más vigilancia nocturna y ya no se ve tanta venta de droga a esas horas, pero se duplicó el consumo de día", exclamó Elsa Juárez, una de las madres que recientemente se reunió con las autoridades para acordar acciones en la lucha contra el consumo y la comercialización de estupefacientes.

Como si fueran bebés
Lo que más preocupa a las madres es la destrucción que está generando el consumo de "paco" en los jóvenes. "Todos presentan algún grado de retraso mental y graves problemas físicos por consumir esa basura", describió. Precisó que su hijo tiene 23 años, pero responde como un adolescente de 14. "Muchas mamás tienen que poner pañales a sus hijos jóvenes, como si fueran bebés; es tremendo. El único camino que les queda es el de la muerte", dijo angustiada.

Elsa reconoció que las madres no deben perder la paciencia, pero admitió que están desesperadas. "Nosotras no tenemos nada; sólo hijos que nos desvalijan las casas para seguir consumiendo, mientras nosotras los vemos desmoronarse. Queremos que saquen a todos los transas (vendedores de sustancias) de acá", imploró. También exigen que se construya un polideportivo en la zona, centros recreativos y que ingresen a los barrios patrullas preventivas.

En busca de respuestas
En el corazón de La Costanera Norte, la capilla Nuestra Señora del Rosario se ha convertido en un centro de contención para los adictos y sus familias. Por eso la Iglesia decidió incrementar en el lugar su presencia con el trabajo de tres seminaristas que escuchan y acompañan a los vecinos. "Los jóvenes necesitan sentirse escuchados y acompañados. Están muy solos", exclama el seminarista Luis Acosta. Aclara que hay muchos chicos y adolescentes sanos en La Costanera y que por eso urge luchar para que no terminen cayendo en la droga. Todos ellos participarán hoy a la tarde de la maratón "Por la familia y la vida", que recorrerá las calles del barrio en reclamo de más acciones que le permitan a la población del sector salir adelante.

Plegarias desesperadas
Julio Salazar, otro de los seminaristas, señaló que aunque existe en el imaginario la idea de que muchos chicos de La Costanera son violentos, es todo lo contrario. "Están perdidos. Buscan desesperados una respuesta a tanto vacío. Necesitan educación y contención porque ellos no se sienten importantes y, por lo tanto, no valoran su vida", describió.

El seminarista contó angustiado que cuando lo ven pasar los jóvenes que se agrupan para consumir sustancias le piden que recen por ellos. "He visto a muchos jóvenes de este barrio entrar a la capilla llorando, pidiéndole a la Virgen que los ayude porque no pueden salir de la droga. Creo que, en el fondo, hay algo más fuerte que ellos que no les permite salir", concluyó.

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