Pese a la diálisis, está a punto de ser ingeniera

Pese a la diálisis, está a punto de ser ingeniera

Roxana Díaz sabe que el tratamiento le hará difícil la vida laboral, por eso lanzó un mensaje a la sociedad sobre la donación de órganos. La joven le pide a la comunidad "una mano para seguir viviendo". Reconoce que sufre las consecuencias de no haberle dado importancia a la hipertensión que sufría.

AIRE LIBRE. Dardo Gutiérrez, Roxana Díaz y Tomás Salvador Condorí pasean en el jardín de ATSA, en El Cadillal. LA GACETA / INES QUINTEROS ORIO AIRE LIBRE. Dardo Gutiérrez, Roxana Díaz y Tomás Salvador Condorí pasean en el jardín de ATSA, en El Cadillal. LA GACETA / INES QUINTEROS ORIO
19 Mayo 2010
Roxana Díaz hizo una elección y se equivocó. Hace tres años, la cabeza le explotaba de dolor: resolvió no ir al médico y atribuirle las molestias al estrés que le generaban el estudio y el trabajo. Hizo la consulta cuando comenzó a sentir dificultades para respirar. Demasiado tarde. La hipertensión arterial que sufría -y que desconocía- habían arruinado sus riñones y la diálisis se convirtió en el único paliativo para su insuficiencia renal. Hoy es una más de las 1.300 personas que en Tucumán reciben este tratamiento para vivir.

Roxana tiene 31 años, es delgada, sonríe permanentemente y le queda una materia y el trabajo final para recibirse de ingeniera en sistemas. Participó del Primer Encuentro de Destrezas y Habilidades de Pacientes en Diálisis junto a otras 200 personas que sobreviven gracias a la diálisis.

Sus palabras y sus gestos expresan optimismo, pero en su interior carga con una culpa. "Yo decidí no ir al médico. Cuando me empecé a sentir mal la hice fácil: le eché la culpa a las obligaciones que tenía", afirma. Lo que Roxana no sabía hace tres años era que la hipertensión y la diabetes son las principales causas de la insuficiencia renal crónica, según la Sociedad de Nefrología de Tucumán. Tampoco tenía idea de que cuanto más precoz es el diagnóstico del mal, mayor es la posibilidad de sobrevida.

Bronca y resignación
"Cuando fui al médico, me internaron en el acto. Me dijeron que mis riñones ya estaban enfermos y que la única salida que tenía era la diálisis. Al principio me enojé conmigo. Pero después, cuando acepté la enfermedad, me empecé a sentir mejor", recuerda. Actualmente, Roxana vive dos tipos de jornadas diferentes: las que no va a diálisis, estudia y realiza algunas tareas particulares, y los días que se somete al tratamiento (tres a la semana) y cada sesión dura cuatro horas. "Trato de no pensar en la diálisis hasta el momento de ir. Y como generalmente uno queda muy cansado, vuelvo a casa a dormir", explica.

Esta situación es la que atenta contra su optimismo. Está tan cerca de lograr el título universitario que es inevitable que sueñe con su futuro profesional. Pero sabe que tendrá dificultades. "No creo que una empresa me tome para trabajar mientras siga en esta situación. Y, en el caso de que trabaje en forma independiente, mis clientes tendrán que entender que no voy a poder estar al 100% todos los días", reflexiona mientras la sonrisa que parecía eterna empieza a desdibujarse.

Lejana esperanza
¿Vivir así pasa siempre? No. Hay una salida, una esperanza: el transplante renal, que mejora significativamente la calidad de vida del paciente. El problema es que, debido a la baja tasa de donaciones, el momento del transplante parece demasiado lejos para muchas de estas personas.

El 30 de mayo se celebrará el Día Nacional de la Donación de Organos y Roxana quiere aprovechar la cercanía de esta fecha para dejar un mensaje: "Yo le quiero decir a la gente que se dé cuenta de lo importante que es para nosotros la posibilidad de recibir un órgano. Piensen que cualquiera puede padecer la enfermedad renal, ustedes o algún ser querido, y que nosotros solamente les pedimos una mano para poder seguir viviendo".

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