El libro de los records 2010

El libro de los records 2010

Por Walter Vargas, para LA GACETA, Buenos Aires.

EL ENROLLADOR. En sólo 30 segundos, Scott Murphy convirtió una sartén de aluminio de 30 cm. en un tubo de 17,46 cm. EL ENROLLADOR. En sólo 30 segundos, Scott Murphy convirtió una sartén de aluminio de 30 cm. en un tubo de 17,46 cm.
06 Diciembre 2009
Dice la leyenda que todo comenzó cuando el director de la fábrica de cerveza Guinness, Sir Hugh Beaver, se enfrascó en una polémica acerca de si el chorlito dorado era el ave de caza más veloz de Europa. La partida concluyó, el distinguido señor acudió a su no menos distinguida biblioteca, pero ni rastros del dato. ¿No constaba en los libros o simplemente nadie se había tomado el trabajo de verificarlo? Hablamos de 1951 en el condado de Wexford, Irlanda, pero hete aquí que tres años después, en el mismo lugar, el propio Sir Hugh Beaver se preguntó si en realidad los gallos del bosque no eran más veloces que el chorlito dorado, y ante el manifiesto vacío testimonial cayó en la cuenta de que habría miles de personas asediadas por interrogantes de índole diversa y deseosas de disponer de un material de consulta y satisfacción inmediatas. Pues bien, en agosto de 1955 salió a la calle la primera versión del Libro de los récords y devino bestseller en Gran Bretaña.
Hoy, en buen romance, el Libro de los récords goza de una pasmosa redundancia al constituirse en un fenómeno editorial que consta de ventas de 100 millones de ejemplares en 100 países y 37 idiomas. Ésta, la que acaba de editar Planeta y ganar la calle, es considerada la mejor versión de la historia por la enorme cantidad de exotismos y marcas homologadas, por la calidad de las fotos, por sus nuevas secciones (los 100 mejores récords de la década) y por un tono general que configura una especie de elegía universal de la rareza y de la proeza. Que ahí mismo, en esos dos ingredientes, ya disponemos de una distinción que merece subrayarse. Por ejemplo, la mariposa azul (zizula hylax) nada ha hecho de particular para ser la más pequeña entre las pequeñas (seis milímetros) del mismo modo que la araña Goliath (theraphosa blondi, comedora de pájaros) tampoco se ha esmerado demasiado por ser la más enorme de su especie, con 28 centímetros. No hay en ellas afán de superación, ni urgencia de visibilidad, ni vocación de grandeza ni anhelos de trascendencia. Simplemente, son. Son, y ya. Mucho menos aún se desvelan por formar parte del Guinness los abedules del Himalaya (a 4.600 metros), el glaciar Khumbu (entre las cimas del monte Everest y la cadena de Lhotse-Nutse, a unos 7.600 metros sobre el nivel del mar) o las Islas Cook del Pacífico Sur, insuperables reinas de la boscosidad, con 95,7% de territorio cubierto de árboles. Indiferencia semejante puede deducirse, por decir algo, en la galaxia J1148+5251, la de mayor nivel de formación de estrellas (unas mil masas solares por año: mil veces mayor a la media de formación de estrellas de nuestra propia galaxia), en el planeta extrasolar COROT-Exo-7b (el más pequeño, con un diámetro de 1,7 veces el de la Tierra) o en el cometa Hyakutake, cuya cola récord alcanza 570 millones de kilómetros de longitud, más del triple de la distancia desde la Tierra hasta el Sol.

Resistencia, fuerza y fama

La proeza es una pretensión que atañe estrictamente a los hombres. Tom Owen, originario de Phoenix, consintió que ocho vehículos con un peso total de 32.658 kilogramos pasaran por encima de su estómago, muy campante sobrevivió, y desde entonces, 17 de octubre de 2008, nadie le quita lo soportado: es un hombre-Guinness. Ni hablar del supercampeón en arrastre de pesos, el pastor Kevin Fast, canadiense él, que el 15 de septiembre de 2008 fue capaz de mover un camión de más de 57.285 kilos a lo largo de 30 metros con 48 centímetros. Sucedió en Nueva York y el pastor Fast llevó hasta las últimas consecuencias el célebre pronóstico de Andy Warhol: como el episodio fue televisado, gozó de sus quince minutos de fama.
Otro hito que según el diccionario de castellano y el propio Libro de los récords merece el calificativo de hazaña (heroicidad, hombrada, acción que requiere mucho valor o esfuerzo) es el que acometió un tal Scott Murphy. En apenas 30 segundos el hombre enrolló con sus propias manos un sartén de aluminio de 30 centímetros en un tubo de 17,46 centímetros de circunferencia. Qué tal. ¿Y los alemanes Jessica y Hartmut Held? En diciembre de 2008 afrontaron la agotadora "balanza humana", súmmum de las acrobacias, y desde entonces su marca de 38,5 segundos en esa compleja y extenuante posición es la envidia de tirios y troyanos. La sola contemplación de la foto puede sumir en una imprecisa mezcla de incomodidad y agobio, pero ellos, los Held, sonríen con el mejor talante de publicidad de dentífrico.
No menos sorprendente es la habilidad de Thomas Blackthorne. Qué decir de alguien que levantó con la lengua un peso de 12,5 kg, Sucedió en Ciudad de México el 1 de agosto de 2008. La galería de personajes únicos, con atributos únicos y mojones únicos, es copiosa, variada y francamente difícil de asir con templanza. Se pasa de la perplejidad al divertimento, del divertimento al rechazo, y así. Un hombre que midió 2.72 m y pesó 199 kilos (Roberth Pershing Wadlow, estadounidense, vivió entre 1928 y 1940), un perro que saltó una cuerda 75 veces en un minuto (el entrañable Sweet Pea, cruce de border collie con pastor australiano), un tal John Lynch que llegó a hacerse 241 piercings?

Una apuesta a la imagen

El Libro de los récords está compuesto de ocho categorías: seres humanos, música y arte, curiosidades, política y sociedad, naturaleza, proezas de la ingeniería, ciencia y tecnología, y deportes. De tal suerte, podemos enterarnos de cosas tan diversas como que Burundi es la nación más pobre del planeta, que la prueba ciclista Udine Pedala 2000 contó con 48.615 participantes, que Jack Nicholson fue preseleccionado 12 veces para el Oscar, que en Dubai se está construyendo un edificio de mil metros, que una anaconda puede pesar hasta 227 kilos, que la recompensa por la captura de Osama bin Laden asciende a 50 millones de dólares.
El Libro de los récords se obstina en defender la célebre falacia de que una imagen vale más que 1.000 palabras. El Libro de los récords (tómelo o déjelo) es tan extravagante y tan inefable como el pez barreleyes, el único pez con seis ojos.
© LA GACETA

Walter Vargas - Periodista deportivo, psicólogo y escritor. Columnista del diario Olé y comentarista de la señal de cable ESPN. Su último libro es "Cabezas de ranas" (poesía, Alción editora, 2009).

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios