Se construyen 75 edificios por año en la ciudad

Hasta hace cuatro años la mayoría de los departamentos tenían dos y tres dormitorios y ahora casi la mitad son monoambientes. La construcción en altura pasó la barrera de los 1.000 inmuebles. Eligen vivir en edificios por seguridad. Infraestructura.

LA CARRERA NO SE DETIENE. En San Martín al 900, se levanta la torre más alta de la ciudad, que tendrá 25 pisos destinados para oficinas. LA GACETA/JORGE OLMOS SGROSSO LA CARRERA NO SE DETIENE. En San Martín al 900, se levanta la torre más alta de la ciudad, que tendrá 25 pisos destinados para oficinas. LA GACETA/JORGE OLMOS SGROSSO
30 Agosto 2009
El sueño de alcanzar el cielo rozaba los corazones de sus habitantes. Desde los techos de las viejas casonas del centro, hace medio siglo, se percibía una ciudad que iba saliendo de a poco de su chatura. Ya no sólo las iglesias miraban desde lo alto. Con cuatro, cinco y hasta siete pisos, los edificios iban tejiendo la esperanza, la posibilidad de ser modernos. La vida urbana se fue transformando mientras San Miguel de Tucumán escalaba. Ahora, que se ha superado la barrera de las 1.000 torres, los gigantes de cemento se adueñan del paisaje y visten a la ciudad desde arriba toda de gris.
El deseo de vivir un poco más seguros y cerca de sus trabajos empuja cada vez más a la gente a elegir departamentos. Oficialmente la Municipalidad de la capital informó que hasta ahora hay 1.094 edificaciones en altura, aunque algunas todavía no están terminadas. Además ya pidieron autorización más de 100 nuevos proyectos.
La primera vez que la ciudad se animó a subir la escalera fue en 1939. En la esquina de San Martín y Laprida, el edificio de siete pisos de "La Continental" se convirtió en un verdadero "rascacielos" para la época. Pero fue en la década del 70 cuando cobró auge la construcción de propiedades horizontales.
En los últimos cuatro años la actividad creció tanto que en promedio se elevaron más de seis torres por mes; o sea unas 75 por año. "Los primeros 800 edificios se construyeron en 40 años y casi 300 desde 2004 hasta ahora", comparó el subsecretario de Planificación Urbanística del municipio capitalina, Luis Lobo Chaklián.
El boom de la construcción hacia arriba tiene que ver, según los expertos, por un lado con una cuestión económica (es una buena inversión) y por otro, el más importante, por un aspecto sociocultural. "Los edificios se convirtieron en la mejor opción para quienes buscan vivir más seguros que en una casa, para los matrimonios grandes, para las parejas que recién se inician y para los jóvenes que se independizan", describió.
También las formas de viviendas fueron cambiando al ritmo de las tendencias modernas. Hasta antes de 2004 no había viviendas en altura monoambientes. El 3 % tenían un dormitorio, el 57 % dos habitaciones, el 35 % tres cuartos y el 5 % cuatro, detalló el arquitecto.
Ahora los diseños se revirtieron: casi no se construyen más departamentos de cuatro habitaciones y el 45 % son monoambientes. Un 30 % tiene un solo dormitorio y el 25 % dos y tres cuartos.
La tendencia de vivir en altura no se va a frenar, advierten los urbanistas. Aunque el centro no se va a hundir por el peso de los edificios, los expertos advierten que si sigue la construcción a este paso la recarga se va a sentir en la infraestructura de servicios, que en algún momento será insuficiente para cubrir las necesidades de todos los que habiten en departamentos.
"La infraestructura no mostró el mismo nivel de avance que la construcción de edificios. Ya existen problemas en las redes de agua, de recolectoras pluviales y cloacales", consideró el urbanista Rafael Caminos, quien especificó que el área central debe cubrir a diario las necesidades de 100.000 habitantes, cifra que se cuatriplica cada día por la gran afluencia de habitantes de otras jurisdicciones.
"Mucha gente quiere vivir en el centro como sea porque también aumentaron sus horas laborales y necesitan estar cerca de la oficina para evitar trasladarse mucho. Esto favoreció a una cuestión de anonimato", explicó. Según el arquitecto Julio Middagh, aunque la infraestructura no va a colapsar, sí va a haber problemas en el futuro. "Lo que falta es una planificación que permita un equilibrio entre la construcción y el medio. Hoy tenemos serias dudas sobre la capacidad que hay de cloacas, agua y electricidad", recalcó.
Cambiaron el almacén del barrio por el supermercado express. Viven en medio de caos vehicular y antes de entrar a sus viviendas no hay un jardín florido, sino un palier con luz artificial y un ascensor. Pero tienen menos miedos. Con los edificios no sólo se alteró la rutina, también lo hizo el paisaje. En muchos casos, la innovación devoró al patrimonio... se llevó parte de la identidad y de la historia, sostienen los urbanistas. Y apuestan a la búsqueda de un equilibrio para que no se deshumanice la ciudad mientras crece, cada día más, con la ambición de tocar el cielo.

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