Todo refrán tiene su historia

Todo refrán tiene su historia

11 Enero 2009

“Meterse en camisa de once varas”. Se originó en el ritual de la adopción de un niño, en la Edad Media. El padre adoptante debía meter al pequeño adoptado dentro de una manga muy holgada de una camisa de gran tamaño y luego sacarlo por el cuello de la prenda. La vara (de casi 84 centímetros) servía para medir cualquier cosa. La alusión a las once varas es para exagerar la dimensión de la camisa que, si bien era grande, no podía medir tanto como 11 varas (más de nueve metros). La expresión se aplica para advertir sobre la inconveniencia de complicarse innecesariamente la vida.

“No dejar titere con cabeza”. Los títeres son hoy un espectáculo para niños, pero en otras épocas las representaciones se hacían también para recreación de los adultos. En una de ellas, Don Quijote arremetió contra el escenario del maese Pedro, en el que no dejó títere con cabeza. La máxima quedó en el lenguaje popular para calificar el destrozo que se hace de algo o de alguien.

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“Vender gato por liebre”. Durante siglos se mantuvo la mala fama de las posadas y fondas respecto de la dudosa calidad de sus comidas. Tanto era el descrédito de estos lugares, que los comensales, previo a la degustación y parados frente a la carne recién asada, recitaban:  “si eres cabrito, manténte frito; si eres gato, salta al plato”. Este “exorcismo” dio origen a la expresión “dar gato por liebre”, que con el tiempo se incorporó al lenguaje popular como equivalente de engaño malicioso por el que se da una cosa de inferior calidad bajo la apariencia de legitimidad.

“No querer mas lola”. Lola era una marca argentina de galletitas de principios de siglo, recomendada por los médicos en las dietas y que se daba a los enfermos en los hospitales. En cierta ocasión, un visitante que estaba en un sanatorio porteño vio salir de la morgue a un enfermero con una camilla que portaba un cadáver. Luego del paso de la macabra carga, miró a su ocasional acompañante y le dijo: “ese no quiere más Lola”. Con el tiempo, la expresión pasó a significar que alguien desiste de alcanzar un logro que se torna inaccesible o que directamente abandona una tarea.

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“Saber donde le aprieta el zapato”. El origen de este dicho se remonta a la época de los romanos. Paulo Emilio, un patricio, dispuso separarse de Papiria, su joven y bella esposa. Cuando sus amigos le reprochaban su actitud, sonriente y señalando uno de sus zapatos, respondía: “¿han visto ustedes alguna pieza tan fina y trabajada como esta? Pues yo, y sólo yo sé dónde me aprieta”. Tiempo después, la respuesta la comenzó a usar quien se sentía acusado de haber obrado con desatino.

“Estar con la espada de damocles”. Según cuentan, Damocles era cortesano de Dionisio I (siglo IV, AC), tirano de Siracusa, a quien envidiaba por su vida afortunada. El rey, para escarmentarlo, decidió que Damocles lo sustituyera durante un festín. Pero dispuso que sobre su cabeza pendiera una afilada espada desnuda suspendida de una crin de caballo. Así, Damocles pudo comprender lo efímero del lujoso modo de vivir del monarca. La frase se utiliza para expresar la presencia de un peligro inminente o de una amenaza.

“Lo conocen hasta los perros”. El dicho alude a don Francisco de Chinchilla, alcalde de Madrid a fines del siglo XVIII. En cierta oportunidad, don Francisco dictó una ordenanza que autorizaba a los alguaciles a matar a pedradas a todos los perros abandonados y vagabundos. La orden fue cumplida al pie de la letra: pronto se pudo ver un gran número de perros muertos. Entonces, la gente comenzó a decir que los animales realmente conocían a su verdugo, ya que con la sola presencia del alcalde los canes empezaban a aullar y salían corriendo. Con el tiempo, la expresión se aplicó para dar a entender que alguien es muy popular.

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