No hay cultura ni nación donde no aparezca el refrán

No hay cultura ni nación donde no aparezca el refrán

Olga Fernández Latour de Botas-Doctora en Letras. Escritora, docente e investigadora especializada en Historia, Filología y Folclore.

11 Enero 2009

Si algo recordamos todos los lectores de libros como el clásico "Quijote", de Miguel de Cervantes Saavedra, o el "Martín Fierro", de nuestro José Hernández, es el repertorio de su refranero. En la referencia oral a dichas obras no siempre se respeta siquiera la intención del autor al repetirse, por ejemplo, que "como dijo Martín Fierro: hacete amigo del juez...", cuando esa expresión, de dudosa moralidad en su contexto, fue puesta por Hernández en boca del "Viejo Vizcacha", personaje opuesto a la identidad del gaucho protagonista.

También suelen atribuirse a tales modelos refranes allí inexistentes, como el famoso "ladran Sancho, señal que cabalgamos..." que no figura en la obra del inmortal "Manco de Lepanto". No obstante lo transgresor de tales hechos, ellos nos están demostrando la voluntad de los hablantes de legitimar los usos recibidos de la costumbre popular mediante su adjudicación a autoridades indiscutidas, cuando se trata de cuestiones de tanto peso como estos comprimidos de experiencia y de sabiduría que son los refranes.

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Las diferencias

Aunque algunos autores vieron diferencias entre el adagio, que sería "moralizador"; el proverbio, que entienden como "público", y el refrán propiamente dicho, al que reservan la condición de "sentencioso", para el diccionario de la Real Academia Española es todo ello junto: se lo define como "dicho agudo y sentencioso de uso común", y los conceptos de refrán, proverbio, adagio y sentencia están comprendidos bajo el nombre de paremia.

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No existe cultura ni nación del mundo donde no aparezca el refrán. Los antiguos confirman la relación siempre establecida entre el refrán y el conocimiento profundo y así Aristóteles lo llamó "reliquia de la Filosofía". Y el pensador holandés Erasmo lo consideró, metafóricamente, "piedra esplendorosa".

Muletillas automáticas

Su uso y abuso llegaron a tales extremos en el Siglo de Oro español que el mismo Cervantes pone en boca de Don Quijote, como reproche al dicharachero Sancho: "No me parece mal un refrán traído a cuento; pero cargar y ensartar refranes a troche y moche, hace la plática desnuda y baja". Palabras aplicables al habla coloquial de nuestros días donde ni siquiera se trata de refranes, sino de palabras innobles que, como muletillas automáticas, salpican la lengua general y han llegado a constituirse en distintivo del habla del país.

Como madre y abuela, soy refranera consecuente pero, al indagar sobre el uso del refrán entre los jóvenes, he recogido sólo una certera reflexión de uno de ellos, de mi propia familia: "Los usamos algunas veces en la conversación con personas mayores, para conectarnos mejor con ellas. En diálogos con gente de nuestra generación es raro que aparezcan". No dijo nada más.

En casa del herrero, cuchillo de palo, pero, más vale pájaro en mano que ciento volando y, como cuando hay hambre no hay pan duro, me conformo con lo que me han respondido, que cuando el río suena, agua trae.

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