Las mujeres del Malevo

Las mujeres del Malevo

Análisis. Por Por Federico van Mameren - Secretario Redacción.

22 Noviembre 2008

El “Malevo” era un pícaro. Sabía que la ley no era su amiga, pero la conocía lo suficiente para dormir abrazado a ella y abandonarla cuando quisiera. Como los marineros en cada puerto, él recreaba el mito. Hasta que María de los Angeles Núñez lo flechó, pero nunca logró que abandonara a su eterno amor calibre 45. Con ella había cometido un pecado que la Justicia no le perdonó: El triple crimen de Laguna de Robles.
Se sentía a gusto en el campo, donde la libertad no encuentra los límites de los muros ni de las veredas. Por eso escapó el día de la sentencia. La libertad era una dama esquiva. En Zorro Muerto se durmió una siesta santiagueña. Y la Policía lo rodeó. Amenazó con pegarse un tiro. Intentó negociar su libertad. Pero fue en vano. “Entregate, Mario”, gritó María de los Angeles. Y, el Malevo se entregó. La cárcel lo cobijó. Tenía una sala VIP en Villa Urquiza. Pero le alcanzó para saber que con esa señora no se puede salir. El “Malevo” era pícaro. Intuía que el zorro y Súperman no hubieran existido sin la televisión. No comenzaba un operativo si no había una cámara encendida. Su imagen acuartelándose dio vueltas el mundo. En Santiago del Estero no se entregó hasta que aterrizó el avión de Crónica TV.
Ayer las cámaras estaban encendidas. Tenía la camisa negra, su sombrero blanco y María de los Angeles a su lado. Venían a quitarle la libertad y eligió la muerte. “María, me despido”, dijo antes acariciar por última vez a su querida 45 mm.

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