Luego de encarar alguna anécdota, la desmenuza. En el terreno de juego también era así: analizaba sobre la marcha y ponía todo al servicio del equipo. "Rafael Albrecht, aquel de la larga fama", titularon alguna vez. Otra analogía. A este hombre hay que saber "leerlo", porque muchas de sus respuestas las entrega con sus contrapreguntas. Da la impresión de no oponerse a lo que marca su signo astrológico (Virgo): conservador y perfeccionista. "Ichio", como lo conocen sus amigos de Tucumán, modera el halago que siente por el reconocimiento brindado por los dirigentes de Atlético. "Estoy muy agradecido de que me incluyan en una lista de honor. Acá hubo notables futbolistas", dice el ídolo, que vive en Buenos Aires y fue invitado para la fiesta.
Albrecht conoce muy desde adentro el mundo "decano" porque se crió en el club. Y la esencia de una institución no la modifica el paso del tiempo. Fue mascota albiceleste y durante más de una década vistió esos colores. Con apenas 16 años debutó en la división superior y salió campeón en Sexta, en Quinta, en Cuarta y en Primera.
Presionado a elegir uno de los equipos de Atlético que integró, Albrecht se queda con aquel en el que tuvo de compañeros a García, Acosta, Ginel, Amaya, Graneros, Canceco, Tejerina, Muñoz, Ortega y Ayunta, ganador federacionista de 1959. Pero no se olvida de dos nombres que hicieron historia en el club: Villalba y Figueroa.
Patentado como defensor-volante, Albrecht comenzó jugando de delantero. Pero don Roberto Santillán (un forjador de cracks) lo ubicó primero en el medio campo y después en la zona de zagueros. "Usted tiene condiciones para moverse por cualquier sector de la cancha", le remarcó. Y no exageraba.
Albrecht fue un "rey" en la ejecución de penales. Sólo dos veces falló desde los 12 pasos en su vida profesional. Brilló en Estudiantes de La Plata, en San Lorenzo (bicampeón con "Los Matadores") y en la Selección (jugó los Mundiales: 1962 y 1966). También en el fútbol azteca. Polémico, temperamental, intuitivo, hizo y salvó goles despreocupándose a veces de la técnica."La fuerza mía es la mente. Mis deseos de vivir", subraya. Nadie puede ponerlo en duda.