Todo giró en torno de él, que no defraudó a sus fieles

Como ha sucedido en el último tiempo, es el último en ingresar. Y los fanáticos lo esperaron para realizarle su tributo. La pintura no fue la soñada, pues Diego Armando Maradona es pasión de multitudes y anoche se sintió la ausencia de la otra parte de esta historia: la gente.
De todas maneras, cual artista que se presenta en un escenario semivacío, sacó a relucir su amor propio y su profesionalismo, y arrancó el show. Gritó cada uno de los ocho goles, cuando marcó el suyo recibió el saludo de todos, jugó con oficio para obtener faltas, y hasta increpó al árbitro tucumano Ariel Montero.
Los hinchas también "jugaron" su partido y por poco no lo dejan descansar. Unos pocos minutos sin él fueron suficientes para que La Ciudadela se hiciera aún más grande. Lo pidieron y Maradona cumplió. El equipo, es cierto, lo necesitaba, pero está claro que lo hizo porque entiende el juego y sabe que no puede faltar.
En el entretiempo, con Argentina en el vestuario y con Paraguay en cancha, Juanse y Rodrigo le recordaron al público con sus canciones que estaban viendo al más grande.
La historia vincula a Diego con los argentinos y específicamente con los hinchas de Boca y de Napoli. Pagó caro su estilo polémico y frontal, incursionó en otros ambientes y allí flaqueó. Sin embargo, en su mundo, el del fútbol, su imagen de ser superior es indiscutida hasta para los colegas.
Un caso patente se vivió ni bien llegó el último pitazo. El "Loco" Gabriel González puso primera, se acercó y consiguió el souvenir esperado: la camiseta 10.
En el final, los organizadores y los dueños de casa tuvieron la chance de entregarle plaquetas.
Maradona recibió una distinción de San Martín, otra de la fundación "Un Golazo al Corazón", fue declarado Ciudadano Ilustre y se llevó la copa en juego. Gestos que fueron agradecidos.