
Refugio del verdadero rock, semillero, aguante y resistencia del movimiento. El under es todo eso y mucho más.
Tucumán tiene su movida under. Sólo su movida under. Excepto algunos pocos casos, no hay en la provincia un circuito “clase A”, por decirle de alguna manera (hay varios que creen que sí existe y que están en él). Hay bandas, pocas, que tocan sólo en teatros o en determinados espacios o fechas, aunque su funcionamiento y actitud sigue siendo under. En realidad es artesanal, y hay buenos y malos artesanos.
La idea de que el rock es algo más que un recital, o que ser under es más que tocar en un sótano infecto, es la que frena, la que limita la creatividad y vuelve repetitivas a las bandas que se conforman con la pose y el rótulo que tanto dicen detestar. Ese es un problema que en Tucumán viene causando estragos.
Inicialmente, el under fue una una forma de pararse ante la realidad, el público y la producción artística. Luego quedó la idea de que es el que no transa... Hasta que transa y aparece en la cartelera de algún festival del mainstream. Bien patrocinado, por supuesto.
Puede ser todo eso. O no. Hoy es under el que no puede subir ni llegar. Pero también lo es que el que está arriba y mantiene su independencia, su forma de producir (discos o shows) sin quedar pegado a los designios de los nuevos dueños del rock, y que también se permite disfrutar del éxito, el dinero y la fama, aunque sea en cuotas pequeñas. Y está todo bien, mientras sea rock.