Para la confección del poncho tucumano, en el siglo XIX, se utilizaba lana de las ovejas que se crían en los Valles Calchaquíes, según dejó escrito Leocadio Guillermo Cúneo en sus documentos.
Para darle el color castaño o marrón tirando a vicuña se empleaba la cáscara del fruto del nogal (nuez) una vez que está seco y se hacía hervir con agua. El color bordó se producía con la raíz de socondo, una enredadera común de la zona. Se molía la raíz cuando estaba seca y luego se ponía a hervir. Después se colaba con un lienzo.
El proceso de teñido era el siguiente: se dejaba la lana durante tres días en alumbre de castilla con agua fría. Se usaba dos puñados de alumbre para cinco kilogramos de lana.
Completado ese ciclo, se pasaba la lana a un recipiente que contenía las tinturas (el agua teñida con la cáscara del fruto del nogal y el socondo colado). Se hacía hervir durante por lo menos media hora y se le agregaba vinagre para fijar el color.
Actualmente en los Valles se sigue usando el teñido con vegetales, pero se prefiere las anilinas industriales si se logra el mismo color.