Hace 31 años se oficializó el poncho tucumano

La prenda fue el resultado de las averiguaciones que hizo un comerciante en los Valles Calchaquíes; su uso tomó fuerza en 2004 por una ley. Cada año aumenta la demanda.

DESDE LOS VALLES. El poncho tucumano hecho en telar, según tejedoras de Amaicha, es muy solicitado por los turistas; especialmente por los extranjeros. LA GACETA / JAUN PABLO SANCHEZ NOLI DESDE LOS VALLES. El poncho tucumano hecho en telar, según tejedoras de Amaicha, es muy solicitado por los turistas; especialmente por los extranjeros. LA GACETA / JAUN PABLO SANCHEZ NOLI
13 Julio 2006
Los estudiosos de las tradiciones sostienen que es una especie de hijo de la capa española y del unku incaico, una prenda formada por dos paños rectangulares cosidos. La vistieron unitarios y federales; próceres de la Independencia y la soldadesca en los fortines durante la campaña del Desierto; los peones de estancia los usaban para abrigarse cuando debían pasar una noche al sereno mientras que sus patrones los vestían como prendas de gala. La historia del poncho está profundamente ligada a la de los hombres que forjaron el país. Y cada región tiene su prenda distintiva.
El tucumano se caracteriza por el color terroso y por guardas bordó. Estas características no son caprichosas, sino el producto de una larga investigación que realizó durante la década del 60 y comienzos de los 70 Leopoldo Guillermo Cúneo.
Cúneo era el propietario de una conocida casa de artículos regionales en la provincia pero, además, había heredado la inquietud por la arqueología de su abuelo materno, Adán Quiroga, un abogado estudioso del folclore norteño y del pasado indígena de la región, nacido en Santa Fe pero catamarqueño por adopción.

Oficialización
Cúneo, hablando con los lugareños en varios viajes que realizó a los Valles Calchaquíes, fue encontrando coincidencias en que el poncho que se usaba en estas tierras era de color “tirando a vicuña” y que tenía guardas bordó. Con sus estudios, hizo una presentación en la entonces Secretaría de Difusión y Turismo en 1972, que estaba a cargo de Miguel Angel Cosiansi.
El poncho fue oficializado mediante resolución 2988/1 en 1975. El 15 de julio de ese año, en la V Feria Artesanal de Tucumán, el poncho fue presentado y bendecido por el padre Alfredo Posadas. Lo tenía puesto en esa ocasión Vicente Caro, quien fue presidente durante muchos años de la Agrupación Tradicionalista Gregorio Aráoz de La Madrid. Ese poncho bendecido es el que conservan los hijos de Leopoldo Cúneo, Silvia, Alba y Ricardo. Además, la Caja Popular de Ahorros sacó un billete de lotería, en agosto del mismo año, en el que se ve la figura de un gaucho luciendo el poncho tucumano que acababa de ser institucionalizado.

Nuevos colores

A 29 años de aquella resolución, La Legislatura provincial sancionó una ley por la cual se instituyó el Día del Poncho Tucumán, cuya fecha, sin embargo, todavía no se estableció. En la misma norma se establecieron las características que tiene que tener el poncho y que son similares a las que propuso Cúneo.
La ley dice que la prenda debe ser de color castaño y llevar, a los costados, una franja gruesa y otras dos finas de color bordó, al igual que el cuello y una franja fina que va alrededor de la prenda. Pero, la industrialización del poncho jugó una mala pasada a las intenciones de los legisladores, ya que el castaño se convirtió en un “camel” y el bordó se transformó en “sangre de buey”.
Actualmente en el mercado se puede encontrar ambos ponchos pero con diferencias de precios que tienen que ver con la calidad de los tejidos.
El poncho artesanal, tejido a telar, mantiene los colores originales y cuesta entre $ 200 y $ 250 la pieza. El industrial, en cambio, lleva las nuevas tonalidades. Estos cuestan entre $ 45 y $ 50 para mayores. Se venden mucho a las academias de ballet folclórico (porque son más livianos y facilitan el baile).
También se consiguen en tamaño pequeño para los más chicos a precios que oscilan entre los $ 27 y los $ 30.