Parece una especie de aluvión. Desde el momento en que el sol comienza a iluminar las calles de Cafayate, las mochilas, los bolsos y las cámaras de foto se transforman en los protagonistas de la mañana. En esta ciudad salteña, conviven las familias que llegan de las distintas provincias del NOA con la intención de pasar unos días de descanso y los jóvenes mochileros que arriban desde todos los rincones del país en busca de aventura y de diversión.
Durante enero, alrededor de 3.500 personas por semana llegaron a la ciudad vallista, según datos de la dirección de Turismo de la localidad. Hugo Guantay, funcionario del área, explicó que en febrero generalmente disminuye la afluencia de visitantes, pero que calcula que esta vez la cantidad de turistas será similar a la del mes pasado.
A Verónica Tripolone y a su familia no les molestan ni los boliches ni las peñas ni la agitada vida nocturna de Cafayate. Ellos sostienen que, pese a que los jóvenes transitan por las calles constantemente, en esta localidad salteña se privilegia el respeto y la tranquilidad.
"No hay borrachos en las veredas. Además, los paisajes son increíbles. Ya nos estamos yendo, pero puedo asegurar que pasamos una semana fantástica. Hay muchos lugares para conocer", agregó Jorge, su marido, mientras desarmaba la carpa para regresar a Tucumán, de donde son oriundos.
La solución más sabrosa
Cuando llega el mediodía, el aroma comienza a invadir el ambiente. Tanto en los restaurantes como en las viviendas y en los campings, el asado es la comida favorita. "Es uno de placeres más grandes de las vacaciones", afirmó María Antonia Gómez Muñoz, una veraneante.
Acompañado con una ensalada de lechuga y tomate y, quizás, un poco de chimichurri, la carne asada, que en Cafayate cuesta $ 9 el kilo, resuelve el problema de los viajeros a la hora del almuerzo. "Es muy práctico. Además, a todo el mundo le gusta y cocinarlo implica un ritual muy argentino que une a la familia, porque cada uno cumple una función", explicó Raúl Hernández, un turista cordobés. Una familia de cuatro miembros que desee pasar una semana en algún camping no necesita más de $ 400, según el cálculo realizado por LA GACETA.
Sentados en la plaza, a la vera de la ruta o caminando por las calles de la villa, los mochileros se convirtieron en parte del paisaje de Cafayate. Entre ellos, los estilos se mezclan. Algunos usan rastas en el cabello y remeras con nombres de bandas de rock. Otros son rubios, altos y pálidos, por lo que es fácil darse cuenta de que son europeos.
"Es la mejor manera de viajar. Uno no se preocupa por nada y aunque siempre hay un objetivo, vamos a donde nos lleva el viento. Uno se relaja, porque vive y disfruta el momento", explicó Lucio Alves, un joven de Capital Federal que intenta llegar a Bolivia.
No viajan con los bolsillos vacíos, pero los mochileros buscan economizar. Lorena y Silvina, dos jóvenes bonaerenses que llegaron al valle con la idea fija de disfrutar al máximo de las bondades del valle, caminaban por una huella arenosa para llegar a la finca Las Nubes, donde se desgustan vinos. "El presupuesto sí nos alcanza para tomar un taxi, pero preferimos caminar y, de última, hacer dedo. Esto se trata de dejar que las cosas y las oportunidades surjan en el camino", aseguró Lorena.