Viena.- Fue un genio musical, un artista y un viajero constante: Wolfgang Amadeus Mozart, nacido en 1756 en Salzburgo, Austria, conquistó los corazones de la sociedad “rococó” con sus dotes de niño prodigio. Fue huésped de las casas reales europeas, se convirtió en un reconocido compositor y arrinconó a la competencia.
A 250 años de su nacimiento, Mozart es hoy una figura central del clasicismo vienés y uno de los compositores más famosos de todos los tiempos. Este año sus composiciones estarán más presentes que nunca en todo el mundo.
Mozart nunca utilizó el sonoro nombre por el cual se lo conoce en la actualidad. Fue el segundo hijo superviviente -de siete- del músico Leopold Mozart y su esposa Anna Maria, que lo bautizaron Chrysostomus Wolfgangus Theophilus. Luego, él mismo se puso Wolfgang Amadé y a veces Amadeo, pero nunca Amadeus.
Un beso a la emperatrizDe su padre, que trabajaba para la corte de Salzburgo, recibió desde muy pequeño clases de piano. Aprendió solo a tocar el violín y con sólo cinco años comenzó a componer. Cuando cumplió seis, Leopold realizó la primera gira de conciertos con Wolfgang y su hermana Anna María, cinco años mayor, en la que hizo publicidad de las cualidades del “niño prodigio”.
En la corte imperial de Viena, el pequeño Mozart se subió al regazo de la emperatriz María Teresa y la besó, según relataba su padre. También en viajes posteriores se ganó el aprecio de los príncipes y del público de Munich a Mannheim, pasando por Londres, París y Roma.
Simultáneamente, el niño componía música cortesana, conciertos y obras religiosas, mientras realizaba los primeros bocetos de óperas. A los 14 años, fue ovacionado en Milán y, desde 1773, fue concertista en la corte del obispo Colloredo en Salzburgo. Mozart compuso música religiosa, sinfonías y conciertos para piano y violín.
En un nuevo viaje, intentó conseguir un puesto fuera de Salzburgo, a la que consideraba una ciudad cada vez más provinciana. Durante su estancia en París, en 1777, murió su madre.
Casamiento polémicoEl éxito con la ópera “Idomeneo, rey de Creta”, que fue estrenada en Munich, lo impulsó a renunciar a su puesto en Salzburgo. Se fue entonces por su cuenta a Viena en 1781 y enseguida logró el éxito. Sin embargo, su partida de Salzburgo y su matrimonio con Constanza Weber provocaron la ira de su padre, con quien quedó al borde de la ruptura. En Viena encajó perfectamente con el gusto de la alta aristocracia que apoyaba la música alemana en su competencia frente a la ópera buffa italiana.
El éxito de Mozart tuvo reacciones diversas: en Praga, se lo elogió sin reparos; en Viena, al principio también, pero luego perdió simpatía. Los encargos se volvieron escasos, a lo que se sumó al hecho de que era adicto al juego, lo que dejó a la familia al borde de la pobreza. En 1790, mejoró la situación gracias al éxito de “La flauta mágica”. El 5 de diciembre de 1791, mientras trabajaba en el “Réquiem”, murió por fiebres reumáticas. (DPA)
La leyenda de su pobreza
Contrariamente a lo que siempre se creyó, Mozart nunca fue pobre. Nació en una casa muy agradable, que tenía ocho habitaciones en el primer piso. Hasta los 16 años, sus giras de niño y de joven precoz fueron tan exitosas que le permitieron a la familia vivir holgadamente. Luego, a los 20, como músico de la corte, cobraba un sueldo modesto pero razonable. Al morir tenía un caballo para vender y siete trajes de seda en su guardarropas. Tres días antes, el rey lo había nombrado maestro de capilla en la catedral.