

En el final de La Última Batalla, los héroes de “Las crónicas de Narnia” se enfrentan a un misterio: encuentran un establo pequeño y humilde que, en su interior, contiene un mundo infinito. Es ahí donde Lucy Pevensie con la claridad que la caracteriza, pronuncia la frase que une la fantasía con nuestra realidad: “En nuestro mundo también hubo una vez un establo que tenía dentro algo que era más grande que todo nuestro mundo”. Con esta imagen, C.S. Lewis captura la esencia de la Navidad. Así como el establo de Narnia era la puerta a la eternidad, el pesebre de Belén albergó en la fragilidad de un bebé a la Divinidad misma; al Creador del universo en el lugar más sencillo. Ambas historias comparten la misma paradoja: lo pequeño contiene lo infinito. Con frecuencia la verdad más profunda y la esperanza más grande suelen esconderse en lo que el mundo ignora por ser pequeño y humilde. Al final, para encontrar el universo entero, a veces solo hace falta cruzar la puerta de un establo. A través de este establo, Lewis no sólo cierra una saga épica, sino que nos invita a una reflexión permanente sobre nuestra propia realidad. Nos recuerda que, a menudo, es en los lugares menos pensados, en las circunstancias más humildes y en nuestros momentos de mayor vulnerabilidad, donde reside la verdad más profunda y la esperanza más inquebrantable.
Ramiro J. Padilla
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