Daniel Ploper: “No logramos resolver los problemas crónicos en Tucumán”

El investigador y referente histórico de la Eeaoc advirtió sobre la deficiencia hídrica y la falta de industrialización.

CULTIVOS. Ploper defendió la Ley de Semillas como condición clave para garantizar genética competitiva. CULTIVOS. Ploper defendió la Ley de Semillas como condición clave para garantizar genética competitiva.
Luis Duarte
Por Luis Duarte Hace 8 Hs

Daniel Ploper es una de las voces autorizadas para analizar el presente y los desafíos del sector agroindustrial en Tucumán. Formado en la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Tucumán, (Fazyv-UNT) desarrolló gran parte de su carrera en la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeoac), institución a la que siempre estuvo vinculado, incluso durante sus años de especialización en Estados Unidos. Fue reconocido en el Senado de la Nación días atrás por su trayectoria científica.

En una entrevista con LA GACETA, Ploper repasó su recorrido como investigador y ofreció una mirada crítica sobre los desafíos estructurales de la provincia, poniendo el foco en el manejo del agua, el agregado de valor y la necesidad de políticas de largo plazo para lograr un desarrollo agroindustrial más equilibrado y competitivo. Además, se mostró a favor de la Ley de Semillas.

- En los primeros años en la Eeoac, ¿cómo veía el desarrollo del agro en Tucumán?

- En ese momento, mi foco estaba puesto en las enfermedades de los cultivos. Cuando empecé a trabajar en soja, en los años 70, el cultivo era muy incipiente, con menos de 2 millones de hectáreas en el país (ha) y en Tucumán eran unas 20.000 ha, a pesar de que la provincia era el primer productor nacional de soja en 1968 (…) El panorama cambió a mediados de los ‘90 con la aparición de la soja transgénica, la baja del costo del glifosato y la implementación de la siembra directa, algo revolucionario para el campo argentino. Ese combo impulsó una expansión enorme, pero también se inició con el monocultivo, y con mayor incidencia de plagas y enfermedades. El enfoque, entonces, era cómo asegurar la estabilidad en la producción para evitar sobresaltos entre los productores.

- ¿Ese fue el primer gran llamado de atención?

- En la campaña 96-97 tuvimos una epidemia de cancro del tallo con pérdidas totales en algunos lotes, no solo en Tucumán, sino también en Salta y el norte de Santa Fe. Eso mostró el enorme potencial destructivo de las enfermedades y la ventaja de contar con cultivares resistentes (…) Luego apareció la mancha ojo de rana y hubo que volver a cambiar variedades. En esos años el objetivo era asegurar sanidad de los cultivos.

- ¿El contexto económico acompañaba ese proceso?

- Era un contexto muy favorable para la soja. Había buenos precios, retenciones mínimas y el negocio cerraba. Eso explicó la expansión agrícola, especialmente en el NOA y el NEA, y también el avance del monocultivo. En cambio, el maíz era más errático y más caro para producir. El negocio agropecuario estaba en expansión

- Después su rol se amplía como director y gestor de la Eeaoc. ¿Qué mirada incorpora allí?

- Me tocó coordinar trabajos en otros cultivos clave como caña de azúcar o citrus. Si bien en esos sectores no había urgencia de enfermedades, en todos los casos, los programas de mejoramiento prestaban atención en cultivares con resistencia genética a enfermedades, que es la herramienta más eficiente y económica.

- ¿Cómo ve hoy al sector agroindustrial de Tucumán?

- Hay materias que están pendientes. Como en otros aspectos de la vida de Tucumán, no logramos resolver problemas crónicos. La provincia está bendecida con un régimen de lluvias y, sin embargo, nos inundamos y, meses después, sufrimos sequías, con cultivos desfallecientes y animales sin agua. Aquí se avanzó algo con el Prosap (Programa de Servicios Agrícolas Provinciales del entonces Ministerio de Agricultura de la Nación), mediante la implementación de sistemas de riego en Tafí del Valle y en otras zonas de la provincia. Sin embargo, también existieron proyectos para el este tucumano que, por diversas razones, no se concretaron. Está además el problema de los diques: cuántas veces hemos escuchado que se van a construir. Falta que inauguren maquetas. Lo que se necesitan son soluciones concretas. No puede ser que en Tucumán, durante la primavera, se peleen por el agua de riego. Las superficies que hoy se irrigan con caña de azúcar y citrus son mínimas, y en el caso de los cultivos de granos, ni hablar.

SENADO. Ploper fue reconocido por su trayectoria científica. SENADO. Ploper fue reconocido por su trayectoria científica.

-¿Ese es el principal déficit estructural?

- Es uno de los problemas más graves. El otro es la falta de industrialización y de agregado de valor. En caña de azúcar tenemos una agroindustria importante, pero con claras limitaciones. Producimos azúcar, alcohol y algo de energía, pero existe un enorme potencial en la sucroquímica que no se está aprovechando. En citrus, desde hace más de 50 años se producen jugo, aceite esencial y cáscaras deshidratadas que se exportan a otros países, como los europeos, donde luego se elabora pectina. Por suerte, hoy existe en la provincia una empresa con un proyecto de pectina, pero la pregunta sigue siendo: ¿dónde están los otros productos? La Estación Experimental inició hace algunos años un programa de industrialización de los cítricos para explorar múltiples alternativas, porque las posibilidades existen. En hortalizas, directamente se pierde producción que podría industrializarse: los productos se pudren cuando podrían destinarse a congelados, deshidratados u otras formas de procesamiento.

- ¿Qué falta para dar ese salto?

- Previsibilidad, estabilidad económica, planificación y políticas de largo plazo. El Estado tiene un rol clave en definir esas políticas. Para eso es necesario contar con personas responsables, capaces y con criterio para priorizar, y así poder implementar verdaderas políticas sostenidas en el tiempo. También es fundamental que exista acuerdo político en torno a estos planes, de modo que no sufran interrupciones. Obviamente, lo que se pueda hacer en Tucumán estará condicionado por la macroeconomía y la política nacional. Aun así, hay acciones que pueden llevarse adelante dentro del territorio provincial, siempre que se priorice el gasto y se planifique de manera adecuada

-¿Qué importancia tiene la discusión sobre la ley de semillas?

- De eso va a depender la calidad de la genética con la que vamos a encarar nuestras producciones. Las variedades o cultivares, los híbridos, todo ese paquete genético que se ofrece al productor para la siembra no surge por generación espontánea, sino que es el resultado de programas de mejoramiento. Obtener una variedad puede llevar seis, ocho, 10 o incluso 12 años, según la especie y la capacidad. Ese proceso implica el trabajo conjunto de genetistas, fitopatólogos, entomólogos, fisiólogos, personal de campo y auxiliares, además del uso de maquinaria, traslados y evaluaciones en distintos ambientes. Todo eso tiene un costo, no es gratuito. Si no existe un retorno para los programas de mejoramiento, ya sea a través de la venta de semillas fiscalizadas o del pago de regalías, ese flujo se interrumpe. Muchos programas de mejoramiento en soja que existieron durante la década del 90 se fueron extinguiendo justamente por la falta de ese retorno. Sin el reconocimiento al obtentor, nos quedamos sin genética competitiva, y eso explica en parte por qué otros países vecinos avanzan más rápido que nosotros.

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