Guillermo Ignacio, Adepa y la libertad de prensa

Guillermo Ignacio Guillermo Ignacio
Daniel Dessein
Por Daniel Dessein Hace 19 Hs

Me acompaña en este homenaje José Ignacio López, el autor de la frase más valiente que se recuerda en el periodismo, el vocero de un gobierno que se convirtió en el vocero de nuestra democracia. La definición pertenece a Guillermo Ignacio. La trayectoria de ambos está íntimamente ligada a esa democracia frágil, incipiente, de 1983, que se fue consolidando con aportes como los que hicieron ambos a lo largo de las décadas.

La historia de Adepa no puede contarse omitiendo a Guillermo Ignacio. Adepa nació en octubre de 1962, en una asamblea de la SIP, en Santiago de Chile, en medio de la crisis de los misiles. Mientras el mundo merodeaba la posibilidad de su extinción, un grupo de 17 editores argentinos pensó que debía conformar una asociación para defender la libertad de prensa. Eso recuerda a una frase de Ernesto Sabato: siempre habrá personas que, mientras se extingue el universo, estén pensando en su casa. O, por el contrario, mientras se incendia su casa, estén pensando en el universo, o -me permito agregar- en el periodismo, o en la libertad.

Guillermo Ignacio conoció esa Adepa fundacional. Concurrió junto a su tío Sául Ignacio, editor de Ecos Diarios de Necochea, a la tercera asamblea de nuestra organización, que se hizo en Alta Gracia, en 1964.

19 años después, en 1983, Ignacio ingresó al consejo ejecutivo de Adepa. En 1985 integró una delegación de Adepa que fue recibida por Alfonsín en la Casa Rosada, en la que el Presidente destacó el papel clave que desempeñaban las instituciones intermedias, como Adepa, en el fortalecimiento democrático. Raúl y Willie, compañeros de militancia radical en la provincia de Buenos Aires, se quedaron conversando a solas. Y en esa charla, Ignacio le dijo a Alfonsín que terminaba su gestión partidaria en Necochea porque la consideraba incompatible con su participación en Adepa y con el ejercicio del periodismo. Alfonsín quizá tomó esa idea sobre la relación entre política y prensa, y dijo, en una comida de Adepa, que “nada sería peor para un gobierno democrático que contar con una prensa incondicional, ni nada sería peor para los periodistas y los editores, que un presidente agradeciéndoles su complacencia”.

Escuché hablar de Willie Ignacio desde que yo era un chico que iba al colegio primario, en la mesa familiar encabezada por mi padre, en esos años director de LA GACETA, a la que concurrían otros funcionarios del diario. En alguna ocasión podía tratarse de una frase con tono crítico, porque Ignacio impulsaba una revista dominical que circularía con varios diarios y que podría competir con la nuestra. Pero mis recuerdos más nítidos se asocian a momentos más delicados, como el de la madrugada en que quemaron una edición completa de nuestro diario. En días como esos, mientras la policía no actuaba y la justicia no reaccionaba, uno de los pocos y, a veces, el único teléfono que respondía los llamados era el de Willie Ignacio. Lo que yo escuchaba en la mesa de mi casa, lo sabría mucho más tarde, se repetía a lo largo y ancho del país, en decenas de mesas, en decenas de redacciones.

Papel determinante

Willie Ignacio desempeñó un papel determinante en la conducción de Adepa, presidiéndola en ocho períodos. Fue el presidente más joven de la historia de la institución hasta que, en 2010, me postuló a la presidencia, y abrió el camino para que le arrebatara ese récord.

16 años antes, Ignacio encabezó como presidente de Adepa la delegación que defendió con éxito, en la Convención Constituyente de 1994, el derecho al secreto de las fuentes, aporte fundamental para el desarrollo de la investigación periodística. Allí, durante las deliberaciones en Santa Fe, conoció a un veinteañero que daba sus primeros pasos en nuestra industria y que hoy preside Adepa.

Willie confió tempranamente en nosotros. Hizo una infrecuente apuesta a las nuevas generaciones. En nombre de muchos, tengo hoy la posibilidad de agradecer la oportunidad que nos dio, sobre todo en momentos álgidos para el ejercicio del periodismo, de sumarnos a una lucha apasionante que llenó de sentido nuestras vidas.

*Discurso pronunciado en la entrega del Premio de Honor de Adepa.

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