PROGRAMACIÓN. “La carrera del futuro” está bajo la lupa, pero según los especialistas sigue resistiendo pese a la llegada de la Inteligencia Artificial.
En Tucumán, cada vez más jóvenes se preguntan si todavía vale la pena estudiar programación. Durante años, fue la “carrera del futuro”, la que prometía empleo inmediato. Pero con la llegada de la Inteligencia Artificial -capaz de escribir códigos, probar algoritmos y hasta diseñar aplicaciones-, las certezas empezaron a tambalear.
En un aula de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) Facultad Regional Tucumán (FRT) conviven jóvenes recién salidos del secundario con adultos que decidieron reinventarse. “El aula se volvió un punto de encuentro entre generaciones muy distintas”, describe a LA GACETA, María Eugenia Núñez, ingeniera en Sistemas de la Información y directora de la Tecnicatura Universitaria en Programación de la UTN-FRT.
“Tenemos chicos llenos de energía y adultos que, con mucha valentía, aprenden un nuevo lenguaje: el del código. También llegan personas de otras disciplinas, desde el diseño hasta la administración, que descubren en la programación una herramienta poderosa para transformar su mundo. Ese brillo en los ojos cuando logran que una línea de código funcione sigue siendo lo que más nos inspira como docentes”, cuenta.
Núñez explica que el nuevo plan de estudios, vigente desde 2024, fue diseñado para “caminar entre dos extremos: el presente de los lenguajes clásicos y el futuro dominado por la inteligencia artificial”. “Estoy convencida de que los profesionales más valiosos serán aquellos que tengan una base sólida en la programación tradicional y que utilicen la IA para potenciar su creatividad, no para reemplazarla. Por eso, en la UTN elegimos formar programadores capaces de dialogar con la IA, que comprendan cómo funciona, qué puede ofrecer y hasta dónde llega”.
Aula y emprendimiento
El vínculo entre la universidad y la innovación se refleja en las trayectorias de los egresados. Núñez destaca con orgullo el caso de “Hay Lugar”, una startup desarrollada por un exalumno tucumano: “Es una plataforma digital que conecta a conductores, instituciones del Estado y anfitriones de espacio en un mismo ecosistema. Algo así como un Airbnb de garajes. Cada actor obtiene un beneficio: el conductor gana tiempo, las instituciones logran orden, el Estado obtiene herramientas de gestión transparente y los anfitriones visibilidad de sus espacios”.
La iniciativa -desarrollada íntegramente en Tucumán- forma parte de un ecosistema tecnológico que crece. La UTN mantiene vínculos con empresas locales y con la Secretaría de Vinculación de la Facultad Regional para impulsar proyectos de impacto social. “Los cursos cortos aportan rapidez, pero la universidad da la base ética, teórica y metodológica que sostiene la profesión, No buscamos competir, sino coexistir con otros espacios de formación. La comunidad tecnológica tucumana crece cuando colaboramos”, subraya Núñez.








